Las exportaciones brasileñas a EE UU caen 32% y el déficit comercial se dispara
La política de acercamiento de Bolsonaro hacia Trump no se traduce en beneficios económicos para Brasil. Los intercambios con China crecen 6%
La asociación de la que se jactan los Gobiernos de Jair Bolsonaro y Donald Trump todavía no se ha visto reflejada, en la práctica, en la relación comercial que mantienen Brasil y Estados Unidos. Incluso considerando la desaceleración del comercio mundial provocada por la pandemia —los negocios de Brasil con el mundo han disminuido un 9,6%—, los intercambios entre ambos se han reducido considerablemente: un 25% entre enero y agosto de este año, en comparación con el mismo período del año pasado.
La disminución de las ventas brasileñas al mercado estadounidense fue aún mayor, del 32%: de 19.800 millones de dólares entre enero y agosto de 2019 se pasó a 13.400 millones en el mismo período de 2020, con el petróleo y los productos semimanufacturados como principales artículos. Los Estados Unidos también vendieron menos a Brasil, pero la reducción fue menor, del 18%. El déficit en la balanza comercial entre los dos países se cerró en agosto con un saldo negativo para Brasil de 3.000 millones de dólares, frente a los poco más de 200 millones negativos del año pasado.
Mientras el comercio de Brasil con Estados Unidos cae, crecen los intercambios con China. Los negocios con el gigante asiático —víctima constante de las críticas del Gobierno y de la familia Bolsonaro— subieron casi un 6%, debido a la rápida recuperación china tras el brote de coronavirus y la fuerte demanda de productos agrícolas desde Beijing. Los chinos son el mayor socio comercial de Brasil —superó a Estados Unidos en 2009— y un destino clave para las ventas de la agroindustria brasileña. Los negocios entre los dos países se tradujeron en unos 69.100 millones de dólares, con un saldo a favor de Brasil de unos 25.500 millones de dólares. A parte de China, solo aumentó la compraventa a los Países Bajos, la puerta de entrada a la Unión Europea, y a Canadá.
Estados Unidos, aliado prioritario de Brasil, es el segundo mayor socio comercial de Brasil, con negocios por valor de 29.800 millones de dólares. Las cifras del comercio exterior con Estados Unidos no son cómodas para el Ministerio de Relaciones Exteriores, criticado por expertos y opositores por su supuesta sumisión a la administración de Trump y por sacar poco provecho de esta alineación automática en varios temas. El canciller Ernesto Araújo estuvo el jueves en el Senado para discutir sobre este asunto, después de que adquiriera relevancia la visita del secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, a Boa Vista la semana pasada, para ver las instalaciones de acogida a los refugiados venezolanos. El viaje se consideró parte de la campaña electoral de Trump, que intentará la reelección en noviembre. Bolsonaro siempre ha dejado claro que tiene preferencia por el candidato republicano.
Los diplomáticos en Brasilia, en modo espera
Araújo refutó esta valoración casi unánime, diciendo que no tenía sentido: “En Estados Unidos, republicanos y demócratas coinciden sobre la situación en Venezuela”, dijo el canciller sobre la crisis en el país caribeño. En la práctica, Brasil ha hecho más concesiones de las que ha recibido. Algunos ejemplos: aceptó aumentar la cuota de etanol que importa de Estados Unidos, no se quejó de la reducción del 80% en las ventas de acero a los estadounidenses y aceptó ceder el cargo de presidente del Banco Interamericano de Desarrollo a un aliado de Trump. Además, Bolsonaro suspendió la exigencia de que los estadounidenses que quieran visitar Brasil necesiten un, sin un gesto recíproco desde Washington. Y tiene solo una promesa, hasta ahora incumplida, de que Estados Unidos apoyará Brasil para que ingrese en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
En la reunión con los senadores, el canciller brasileño dijo que la asociación con los estadounidenses no es inmediata, pero que pronto dará sus frutos. Según los datos que aportó a los parlamentarios, hay tres acuerdos en trámite: uno que trata de la facilitación del comercio, principalmente del etanol y el azúcar; otro sobre convergencias normativas, y un tercero que prevé medidas contra la corrupción.
Diplomáticos de cinco países entrevistados por EL PAÍS son reticentes a la dirección que está tomando la política exterior brasileña. Dicen que prefieren posponer cualquier conversación con la cúpula de Exteriores hasta después de las elecciones estadounidenses, porque no saben si prevalecerá el habitual pragmatismo brasileño o la ideología si el demócrata Joe Biden derrota al republicano Trump en la carrera electoral. “La derrota o la victoria de Trump marcará el rumbo de la política del Ministerio el año que viene”, afirmó un diplomático europeo.
Araújo, por su parte, dijo a los parlamentarios que cree que la relación entre los dos países se mantendrá, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre. “Estoy seguro de que todo lo que estamos haciendo con Estados Unidos es de interés permanente para ambos países. Un Gobierno demócrata probablemente mantendría el mismo enfoque”, dijo el canciller.
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