Durante mucho tiempo , el camino que conduce a la aldea abandonada de Vagnes en el este de Kosovo solo ha sido utilizado por Fadil Rama.
Dos veces a la semana, viaja en automóvil desde su pueblo cercano de Strezovce, a dos kilómetros de distancia, para apoyar a Vladica Dicic, una mujer vulnerable de 92 años y el único residente de Vagnes.
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El gesto simboliza la cohesión: Rama es albanés y Dicic es un serbio étnico.
Las tensiones y los prejuicios interétnicos no han impedido que su relación crezca.
"Voy a una anciana serbia llamada Vladica para que le dé comida", Rama le dice a Al Jazeera, mientras conduce por el camino de tierra hasta su casa.
La aldea de Vagnes, donde permanece una pintoresca iglesia ortodoxa, ha sido abandonada desde principios de la década de 2000; hay hierba cubierta en caminos rurales.
Incluso cuando el pueblo estaba poblado, era un lugar tranquilo, con unas 20 personas.
La última visita de Rama fue hace tres días. Cada vez que se acerca a su casa, teme lo peor y espera lo mejor.
Mientras Rama extiende la comida que la trajo a su mesa: pan, sopa, plátanos y un postre de halva, Dicic lo baña con gracias.
"Que Dios lo ayude, él me visita. No quiero separarlo de mis hijos. Mis hijos son Djoka y Slobodan, y [él es] mi tercero", dijo.
"Ya ves [gracias a Dios], eres mi tercero. Me traes todo".
Su hijo Slobodan, cuya esposa no está bien, vive en Kamenica, a unos 20 minutos en coche, mientras que Djoka se mudó a Serbia.
El municipio de Kamenica proporcionó a la familia viviendas sociales, pero Dicic se negó a abandonar el hogar donde había pasado su vida, por lo que se quedó sola en el pueblo.
"No hay nadie aquí", dijo.
Lo que más echa de menos es la compañía, por lo que las despedidas siempre son difíciles.
"Me voy pero volveré, adiós", dice Rama. "No llores, vendré, no temas a nada".
En tres días, Rama regresará a este pueblo abandonado.
"Muchas gracias por venir. Gracias a Dios", dice Dicic, incapaz de contener las lágrimas en sus ojos.
FUENTE: NOTICIAS AL JAZEERA
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