"NECESIDAD NÚMERO 1 EN EL FRENTE"
Drones en la tercera fase: el secreto de la invasión en Kursk tiene mucho de 'capa invisible'
La madrugada del 6 de agosto, tras un intenso bombardeo de cobertura, los rusos se encontraron con que sus drones y sistemas de comunicaciones no funcionaban
Foto: Un soldado comprueba los últimos datos de la pantalla con información de los drones en el Donbás (Fermín Torrano)
Un soldado comprueba los últimos datos de la pantalla con información de los drones en el Donbás (Fermín Torrano)
Por A. Alamillos Fermín Torrano. Donbás (Ucrania)
25/08/2024 - 05:00
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El fogonazo de una linterna enciende la noche en un campo descubierto del frente del Donbás. Oleksandr no encuentra el camino. Fuera del coche, busca huellas de blindados que marcan la ruta hasta la siguiente línea de árboles. Allí, soldados ucranianos acechan, ocultos, esperando el momento de abrir fuego contra las tropas rusas. Cuando por fin encuentra el sendero correcto, apaga la luz, regresa al todoterreno, da marcha atrás y atraviesa la vegetación sacando la cabeza por la ventana para evitar volver a perderse. En el cielo, la luna llena se convierte en un arma de doble filo. Ilumina lo suficiente para revelar nuestra posición, pero no lo necesario para guiar nuestro avance. Si en otros desplazamientos en primera línea hay unas reglas básicas —nada de luces; modo avión en los móviles; drones amigos vigilando el despliegue o costosas máquinas que juegan con las frecuencias para inutilizar los drones enemigos—, hoy no es así. A diferencia de otros compañeros y brigadas, el jefe de esta batería de morteros de la brigada 56 no tiene gafas de visión nocturna ni un aparato interceptar frecuencias y ocultarnos de la vista de las decenas de cámaras con hélices que pululan los cielos. Si algo lo cambia todo en la guerra es el dinero. O la falta de él.
placeholder Un traslado de posición en medio de la noche en el Donbás, sin protección contra drones ni gafas de visión nocturna (F.T.)
Un traslado de posición en medio de la noche en el Donbás, sin protección contra drones ni gafas de visión nocturna (F.T.)
—Creo que "sangre de hielo" debería ser tu nombre de guerra — bromeamos, pese al miedo, o precisamente por él. —En 2022, uno de nosotros iba delante del coche con una luz, marcando el camino— explica Oleksandr con una sonrisa. —Ahora con los [drones] FPV no se puede. Pueden seguirte y atacarte en cualquier momento. Desde la punta del fusil del soldado que asalta una última trinchera al misil de largo alcance que penetra profundamente en las defensas del país, la guerra está llena de apellidos. Y Ucrania libra una más en las ondas: la de los drones y los sistemas de interferencia que los bloquean. Una guerra electrónica en el cielo.
Foto: Formado por soldados profesionales y voluntarios desde 2022, la unidad lleva dos meses luchando en la frontera. (F.T)
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"Los sistemas de interferencia electrónica son ahora mismo la necesidad número uno para nuestras unidades", explica Evgen Vorobiov, recluta de Azov One, unidad específica dentro de la celebérrima brigada que se encarga exclusivamente de la recaudación de fondos para material militar destinado al frente. Ahora mismo, su objetivo se cifra en 2,46 millones de dólares necesarios para comprar 101 sistemas de interferencia electrónica "y contrarrestar la amenaza aérea". Como muchos otros de sus compatriotas, Vorobiov acaba de vestir el uniforme. Hace apenas seis meses era un civil ucraniano que organizaba, mano a mano con un amigo, campañas de financiación para llevar torniquetes y otros materiales de medicina táctica a los soldados desplegados en trincheras de todo el frente. Hoy, hace lo mismo, pero a mayor escala y convertido en uno de los engranajes que ejemplifica una revolución dentro del Ejército ucraniano: lo que necesitan las unidades, lo compran las propias unidades con fondos recaudados por ellos mismos. "Vemos las necesidades desde el minuto cero y nos movilizamos para cubrirlas, en la medida de lo posible. El proceso habitual, tal y como estamos, podría tardar meses. Y si miras ahora el frente, todos necesitan sistemas de interferencia, desde la evacuación médica a la infantería, porque los rusos están aumentando el número de drones que utilizan", explica. Con el cielo saturado de ojos rusos, Ucrania tuvo que salir al paso y Ejército, empresas y sociedad civil se han movilizado. Con resultados aún por ver.
Tras un último año especialmente duro, con el fracaso de la contraofensiva ucraniana en el sur (en parte, por la falta de sistemas de interferencia para ocultar y proteger las columnas de tanques ucranianos), la pérdida de Avdiivka y la dureza de mantener las posiciones en el Donbás, el esfuerzo de Kiev para ponerse al nivel de la amenaza rusa empieza a dar sus frutos. Por ejemplo, en la ofensiva sobre Kursk, liderada por unidades de guerra electrónica armadas con sistemas de interferencias contra drones y comunicaciones rusas.
placeholderLas luces rojas dificultan la detección, incluso de noche (F.T.)
Las luces rojas dificultan la detección, incluso de noche (F.T.)
Según una reconstrucción del diario Wall Street Journal, los preparativos del movimiento más importante en el tablero de la guerra de este 2024 empezaron a principios de verano, cuando Ucrania multiplicó sus ataques con drones para atacar infraestructura rusa en la provincia, desde la red eléctrica hasta depósitos de municiones, combustible y equipos de vigilancia. Dos semanas antes del 6 de agosto, día en el que las primeras tropas ucranianas cruzaron la frontera, drones de Kiev destruyeron los sistemas de observación rusos en el puesto fronterizo de la principal carretera hacia Kursk.
Foto: Militares ucranianos salen en vehículos militares de un paso fronterizo con Rusia en la región de Sumy. (REUTERS/Viacheslav Ratynskyi)
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Fue fácil pasarlo por alto: Ucrania ha aprovechado el poder de sus drones para aguijonear a la menor oportunidad cada vez más profundamente en el interior de Rusia. Pero paralelamente empezábamos a ver movimientos de grupos paramilitares rusos anti-Kremlin haciendo pequeñas incursiones en la frontera. Aunque efectistas, pocos analistas dentro y fuera de Rusia les dieron más importancia: eran pequeñas escaramuzas que señalaban, más bien, la existencia de voluntarios rusos dispuestos a luchar contra Putin. Salvo que, en cooperación con el GUR ucraniano, sirvieron para detectar puntos débiles en la frontera rusa. Mientras tanto, brigadas enteras desaparecían de sus posiciones habituales y eran movilizadas a la zona, desperdigadas, ocultas por los bosques y pueblos que salpican la frontera.
La madrugada del 6 de agosto, tras un intenso bombardeo de cobertura, los rusos se encontraron con que sus drones y sistemas de comunicaciones no funcionaban. Las tropas de asalto ucranianas estaban en aquel momento entrando en territorio ruso, acompañadas de unidades de guerra electrónica equipadas con sistemas de intercepción. "Las unidades de guerra electrónica entraron en territorio ruso antes incluso que las principales fuerzas de asalto mecanizadas. Este inusual y temprano despliegue, más parecido al de una unidad de reconocimiento, creó una burbuja protectora alrededor de las fuerzas de asalto ucraniano que avanzaban", sostiene el WSJ. Observadores militares rusos han apuntado en la misma dirección, culpando a los interceptores ucranianos de parte del éxito inicial de la misión. El resto ya quedará para los libros de historia, que contarán la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial en la que Rusia se ha visto atacada en su propio territorio.
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Día y noche, drones de reconocimiento Zala, Supercam y Orlan sobrevuelan trincheras, pueblos y bosques, como una estrella más sobre el Donbás, llegando incluso a introducirse más de 70 kilómetros del frente. Y, si el ojo de la cámara detecta un objetivo, la muerte llega desde el cielo. El problema es que, con el cielo cada vez más infestado de drones de bajo coste, pequeños y ágiles, con capacidad de transportar varios kilos de explosivos, casi cualquiera puede ser un objetivo. La capacidad de detectar e interferir las señales enviadas y recibidas por los drones se convierte en vital. Un coche mal aparcado que descubre la posible ubicación de un refugio o puesto de mando bajo tierra, un camión que traslada munición en la noche y... BAM. Entre la detección y el golpe pueden pasar apenas 10 minutos y no hay defensa antiaérea que los detenga. La mejor opción entonces es interferir la señal de vídeo entre el dron y el piloto que lo dirige, varios kilómetros más atrás. En ese momento, la pantalla desde la que el piloto dirige el aparato se llena de estática, y normalmente el dron intenta regresar a su última posición, en lugar de continuar hasta el objetivo, ahora ciego. Pero los inhibidores electrónicos clásicos son caros y vulnerables, así como limitados: un simple cambio de frecuencia por parte del operador ruso y toca volver a empezar.
placeholderUn soldado ucraniano escucha la información que le prestan por comunicador antes de comprobar las últimas órdenes de fuego (F.T.)
Un soldado ucraniano escucha la información que le prestan por comunicador antes de comprobar las últimas órdenes de fuego (F.T.)
"Al principio de la invasión a gran escala, Ucrania tenía dos grandes ventajas, áreas en las que superaban a Rusia. Sistemas de comunicación —radios y repetidores— y drones. Pero los rusos llevaban la delantera en su tecnología de interferencias, y han seguido desarrollándola y mejorándola", explica un artillero desplegado en el Donbás a El Confidencial. Ya para finales del año pasado, el Gobierno ucraniano se había dado cuenta del problema. No solo muchos de sus ataques —que ante la falta de munición habían acabado dependiendo de los drones— perdían efectividad gracias a la interceptación rusa, sino que Moscú también ha estado multiplicando su producción de drones. Ucrania tuvo que desarrollar a pasos agigantados toda una nueva industria de inhibidores para hacer frente al enjambre de Zalas, Supercam y Orlan que zumban sobre las cabezas de sus soldados. Más allá incluso, en las últimas semanas Rusia ha estado equipando sus muy destructivas bombas planeadoras guiadas (GGB, por sus siglas en inglés) con antenas inhibidoras capaces de contrarrestar los interceptores ucranianos.
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Además de crear una nueva rama del Ejército para la guerra de drones y potenciar grandes inversiones en sistemas de interferencia venidos del extranjero, más de una decena de compañías privadas ucranianas han comenzado a desarrollar este tipo de equipos. La demanda es altísima. En el caso de los que quiere comprar Azov, 100 sistemas portátiles de pequeño tamaño que se instalan en los vehículos de combate y evacuación de heridos. El productor, que Vorobiov declina desvelar por acuerdos de confidencialidad, es local. Se muestra optimista. "Lo que está pasando en Kursk es el efecto de que, por fin, la tecnología de drones y de interferencias se han desarrollado al mismo nivel. Y lo veremos en más ofensivas".
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