"En Perú no hay una dictadura tradicional, sino un autoritarismo anárquico en el que cada cual consigue lo que puede": Francisco Sagasti, expresidente peruano
Francisco Sagasti fue presidente de Perú poco más de 8 meses.
Pese a su brevedad, el suyo es uno de los mandatos más recordados. Sagasti ostenta el extraño honor de ser el único expresidente peruano vivo que no ha acabado encarcelado o procesado por delitos cometidos en el ejercicio del cargo.
En noviembre de 2020, en medio de las protestas que provocaron el fin de la efímera presidencia de Manuel Merino y de una pandemia de covid que se cebó especialmente con Perú, Sagasti asumió una presidencia interina para estabilizar al país hasta que se celebraran nuevas elecciones.
El suyo fue un gobierno “de transición y emergencia”, como él mismo lo bautizó, y se volcó en conseguir vacunas contra la covid para Perú.
Dos años después, han pasado muchas cosas. Su sucesor, Pedro Castillo, fue destituido y encarcelado por intentar disolver inconstitucionalmente el Congreso y le sucedió su vicepresidenta, Dina Boluarte, muy cuestionada por su respuesta a las protestas que siguieron a la caída de Castillo, en las que 61 civiles murieron.
Final de Recomendamos
Ese tiempo convulso lo ha dedicado Sagasti a escribir un libro recién publicado titulado “Gobernar en tiempos de crisis”. De él y de la crisis política que no cesa en su país habla en esta entrevista.
Su libro se titula “Gobernar en tiempos de crisis” ¿No tiene a veces la sensación de que Perú vive siempre en crisis?
Más que de crisis, hay una sensación de angustia permanente por la situación en que nos encontramos . Pero hemos tenido varios periodos de crisis muy profunda, durante la época del terrorismo y la corrupción en los años 90 y ahora, sobre todo con la pandemia y luego la crisis reciente, con todos los fallecimientos en las protestas en el sur del país.
Estamos en crisis, no diría perpetua, pero sí intermitente y con mucha frecuencia.
¿Cuáles cree que son los principales problemas del país en este momento?
El principal problema de fondo es el deterioro de toda la institucionalidad democrática, de los controles políticos, que está teniendo lugar como resultado de la acción tanto del Congreso como del Ejecutivo, y también de algunos otros poderes del Estado.
Y uno de los saldos más trágicos de este deterioro es el fallecimiento de más de 50 personas durante las protestas que hemos tenido a fines del año pasado y principios de este año.
¿A qué controles se refiere exactamente?
En primer lugar, a un Congreso que tenga una visión de bien común al preparar leyes y proponer, que tenga una visión de lo que es el verdadero equilibrio de poderes, que no se salte procedimientos para designar allegados a los congresistas y no responda más a sus intereses que al bien nacional.
Por parte del Ejecutivo, hay una indiferencia o incapacidad de detener las propuestas y planteamientos del Congreso que son causa del deterioro de la institucionalidad democrática.
Dado el gran poder que tiene el Congreso en Perú, algunos hablan incluso de una “dictadura congresal”. ¿Cómo lo ve usted?
La palabra dictadura generalmente refleja a una persona, un dictador. Pero lo que tenemos aquí es una institución con muchas cabezas, una especie de autoritarismo anárquico en el cual algunos congresistas tienen intereses puntuales para ciertas cosas y presionan en ese sentido, otros presionan para otras cosas.
Pero no sería una dictadura en el sentido tradicional, con una sola persona dirigiendo todo. Aquí estamos en un modelo en el que cada cual consigue lo que puede.
¿Y cuál es su evaluación de cómo está maneja Boluarte esos problemas que menciona?
Evidentemente, no lo está haciendo muy bien. Si fuese así no estaríamos en la situación en que nos encontramos. Y hay varios aspectos. No se trata solamente de las represiones o no poner coto alguna de las iniciativas del Congreso.
En un futuro muy cercano enfrentaremos una serie de dificultades. Se nos viene un fenómeno de El Niño muy fuerte que va a causar inundaciones en el norte, sequías y posiblemente friajes en el sur. Y no creo que estemos preparados para eso.
¿Hay una salida distinta a un adelanto electoral?
Uno nunca sabe cómo terminan las crisis en nuestro país. En el Perú cualquier cosa puede suceder y generalmente sucede. Unas elecciones serían la salida menos traumática y menos dañina para la institucionalidad democrática.
Y no es una salida que se le haya ocurrido a una persona. Esto está planteado de una manera ordenada y sistemática por muchísimos grupos desde el año pasado, y la misma presidenta de la República lo planteó al inicio de su gobierno.
Pero el país lleva seis presidentes en seis años. Con esos antecedentes, ¿serían realmente las elecciones la solución?
Las elecciones solo, sin cambio de alguna de las reglas del juego político, probablemente repetirían lo mismo que tenemos ahora. Por eso la propuesta más sensata que se ha hecho es un adelanto de elecciones con cambios en las reglas electorales.
Primero, un cambio mínimo, pero en segundo lugar, con ese Congreso elegido para completar el periodo hasta 2026, discutir a profundidad una agenda acotada de reformas.
¿Qué opina de las denuncias de violaciones de derechos humanos de los manifestantes que protestaron tras la caída de Pedro Castillo?
Tienen que ser investigadas con toda claridad. Tenemos una cantidad de evidencias incontrovertible de que ha habido abusos y excesos, de que ha habido una represión indiscriminada.
Lo más impactante ha sido ver recibir disparos por la espalda a manifestantes que están corriendo o ayudando a otras personas. Nada justifica asesinar a una persona por la espalda.
¿Y por qué cree que la Fiscalía, que fue tan rápida en impulsar las investigaciones sobre las supuestas prácticas de corrupción de Pedro Castillo y su entorno, sin embargo, no logra que avancen las investigaciones de estas muertes?
Eso que habría que preguntárselo a la Fiscal General de la Nación. Pero yo creo que la gravedad de estos hechos merece una mayor severidad en el proceso de investigación por la Fiscalía.
¿Qué recuerda de sus conversaciones con Pedro Castillo cuando le tuvo que traspasar el poder?
Fueron muy pocas. Tuvimos solo dos reuniones antes de que el asumiera. Una puramente protocolar en Palacio de Gobierno, cuando vino acompañado de su vicepresidenta y había que mostrarle los lugares.
La otra fue una reunión de trabajo, que desgraciadamente no pudo prolongarse el tiempo necesario, para transmitir toda la información sobre el manejo de la pandemia y la compra de vacunas.
En esas dos conversaciones prácticamente no hubo nada sustantivo. Se limitó a escuchar, y a hacer algunos comentarios humorísticos en palacio. Y luego de eso me reuní con él en otras tres oportunidades, dos de ellas a pedido mío, para ver temas muy puntuales, y la última a pedido suyo para hablar de algunos temas generales.
¿De qué quería hablar con él?
Le planteé el tema de la institucionalidad para ciencia y tecnología. Había hecho un trabajo muy intenso en el Congreso, donde me tocó presidir la Comisión de Ciencia y Tecnología y luego en el Ejecutivo aprobamos el 1 de julio de 2021 una nueva ley de gobernanza del sistema científico y tecnológico, para lo que hicimos un trabajo muy profesional, con muchas consultas.
Sin embargo, a las pocas semanas de estar en el gobierno, el presidente Castillo planteó tirar por la borda todo eso y la creación de un ministerio, lo que me parecía una aberración. Eso fue lo que le dije.
En la segunda oportunidad ya era presidente. Yo había iniciado en mi gobierno algunas gestiones para ubicar a un peruano muy destacado en un alto puesto internacional.
Pero estas designaciones requieren una participación muy activa del primer mandatario y de llamadas a presidentes de otros países. Faltaban tres semanas y yo insistí en verlo. No me hizo caso durante una semana y media. De repente, recibí una llamada para ir a verlo. Fui y conversamos y luego él me hizo algunas preguntas sobre la relación entre el primer Ministro y el presidente.
La última vez que lo vi fue para hacerle un planteamiento sobre lo que en mi libro llamo el estilo de gobierno. Porque me parecía que la forma en que estaba ejerciendo el poder se desviaba de las prácticas sensatas de buena gestión, de transparencia y de honestidad.
Desgraciadamente, llegó más de una hora tarde y la reunión duró muy poco. Ahí me di cuenta de que ya no tenía sentido darle el beneficio de la duda.
¿Le lleva a alguna reflexión el hecho de ser el único ex presidente peruano que no está en prisión o investigado?
La única reflexión que me queda es que debería ser la norma y no la excepción.
¿Y por qué cree que es no es así?
El sistema político peruano necesita cambios en el papel de los partidos políticos, que son básicamente vehículos electorales sin ningún tipo de lealtad.
En la mayoría de los los procesos de selección de candidatos entran personas evidentemente no calificadas, pero que por alguna razón tienen una ascendencia sobre aquellos que confeccionan las listas electorales o sobre la votación interna.
El resultado es que tenemos una oferta electoral bastante mala, que redunda en un deterioro institucional cuando esos personajes en el Ejecutivo y en el Congreso tienen que designar a otras autoridades.
Tenemos que hacer una renovación de la forma en que se está haciendo política.
¿Descarta totalmente regresar a la primera línea en política?
La primera línea es estar activo. Acabo de regresar después de seis meses fuera. Estoy poniéndome al día y he conversado con muchísimas personas.
Lo importante es saber cuál es el papel más positivo que puede jugar alguien como yo en los tiempos que estamos. Voy a continuar activo. ¿Qué papel voy a desempeñar? En eso estoy y espero muy pronto dilucidarlo.
¿Contempla una candidatura presidencial?
No está en mis planes y hay que tomar muchas cosas en cuenta. Hay que considerar el momento político, hay que considerar mi edad.
No soy un jovencito y creo que hay que tener mucho cuidado con la gerontocracia.
¿De qué aspecto de su gestión quedó más satisfecho?
No sé si estoy muy satisfecho. Siempre se ha podido hacer muchísimo más, pero por lo menos logramos algunas cosas.
Quizá lo más importante es mostrar que el Perú se puede gobernar bien, de manera transparente, con honestidad, con compromiso, con visión de futuro, diciendo las cosas como son, sin prometer lo que no se puede cumplir y cumpliendo lo que se promete.
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