Cientos de miles de brasileñas plantan cara en la calle a Bolsonaro, repudian su discurso autoritario, su apego por la dictadura militar, su racismo y su homofobia, pero sobre todo su machismo, en 2003, le dijo a una diputada: “Yo a ti no te violo porque no te lo mereces”. También describió así a su familia: “Tengo cinco hijos. Cuatro varones y en la última ya tuve un momento de debilidad y salió niña”.
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Docenas de manifestaciones multitudinarias organizadas por mujeres escenifican este sábado el rechazo al candidato a la presidencia
TOM C. AVENDAÑO
São Paulo 29 SEP 2018 - 23:35 CEST
El líder de las encuestas por la presidencia de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, ha comprobado este sábado hasta dónde llega el rechazo que suscita en buena parte de la población. Sus muchos críticos, un 46% del electorado según las estadísticas, quienes repudian su discurso autoritario, su apego por la dictadura militar, su racismo y su homofobia, pero sobre todo su macismo, han acudido a lo largo del día a la treintena de manifestaciones que había convocadas en su contra por todo país. Todas organizadas por el colectivo civil al que Bolsonaro más ha despreciado en sus décadas de vida pública, las mujeres; y todas unidas bajo la proclama más repetida en los últimos días en la mayor potencia latinoamericana: #EleNão (#ÉlNo).
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La manifestación contra Bolsonaro en São Paulo VICTOR MORIYAMA GETTY IMAGES
"Tengo miedo de las multitudes y esta mañana cuando me he despertado, he debatido mucho conmigo misma sobre si debía venir o no. Pero mira, aparte de mi voto, este acto va a ser el gesto más importante que puedo hacer en estas elecciones", cuenta Betty, una mujer blanca de 69 años y ojos grises tras unas enormes gafas de sol. A una distancia prudente, unos 20 metros, comienza la multitud de mujeres con pancartas, proclamas y batucadas. "No quiero retroceso, quiero un país mejor. Un país en el que Jair Bolsonaro no dé estos resultados en las encuestas".
Estamos en el Largo da Batata, una de las principales plazas de São Paulo y aquí hay docenas de miles de mujeres essgrimiendo argumentos como los de Betty. Estefani, de 15 años, por ejemplo, no puede votar y se manifiesta así contra Bolsonaro. O Tatiana, una historiadora en paro que ha venido desde Santo André, una ciudad vecina. O Flavia, de 37, que quiere que sus dos hijos, una de 9 y otro de 8, vean lo que le pasa a la gente como que va por ahí proclamando el odio. O las cientos de miles que se han hecho a las calles no solo aquí sino en una treintena de ciudades por todo Brasil, y una docena de países extranjeros. Todas participan en lo que supone la culminación del movimiento #EleNão, es decir, el mayor fenómeno político de esta fase final de las elecciones brasileñas.
En pocas semanas, lo que empezó como un modesto grupo de Facebook para mujeres ha logrado nombrar, galvanizar y catapultar un sentimiento, el rechazo a Bolsonaro, que hasta entonces estaba disperso. Sin líderes ni jerarquías, sino por células y de forma espontánea, docenas de minorías raciales, sexuales, religiosas y políticas se han ido valiendo de la infraestructura creada en redes sociales por la página Mulheres Unidas contra Bolsonaro. Si se ha podido es porque esa infraestructura no era pequeña: en cuestión de una semana, la página tenía un millón de miembros. Ahora son tres. Y, a ocho días de la votación de la primera vuelta, todos están llamados a salir a la calle para frenar a un candidato presidencial populista, militarista y también imparable.
Nunca se pensó que la página llegaría a convertirse en un arma política de semejante envergadura. Al menos nunca lo pensó su creadora, una publicista autónoma del Estado de Bahía, Ludimilla Teixeira, de 36 años. “Vi que había un clima de indignación individual contra este personaje, y su discurso de odio. Es un peligro lo cerca que está de ser presidente, para la población, pero sobre todo para mí como mujer. Un día estaba hablando por Facebook con una amiga sobre cómo toda esta indignación debería movilizarse, porque las ideas en las redes pueden ser de alcance muy limitado si se usan de forma individual. Y pensamos: ‘Vamos a abrir un grupo y convocar una manifestación’. Era 29 de agosto por la noche. Mi amiga, que es más reflexiva que yo, dijo que lo pensásemos. A las 6.30 de la mañana del 30 de agosto yo estaba creando el grupo. En 48 horas teníamos 6.000 miembros. Me conmoví y sentí esperanza”.
Un fenómeno nunca visto
Otros colectivos más tradicionales, como intelectuales o sindicatos, publicaron también sus manifiestos contra Bolsonaro. Pero ninguno tuvo el recorrido que han tenido las mujeres y su #EleNão. En parte, sin duda, porque ellas han sido el blanco de las peores barbaridades que el ultraderechista ha soltado a lo largo de 30 años de vida política. La única vez que ha sido multado por insultar a alguien fue por decirle, en 2003, a una diputada: “Yo a ti no te violo porque no te lo mereces”. También describió así a su familia: “Tengo cinco hijos. Cuatro varones y en la última ya tuve un momento de debilidad y salió niña”.
“Él encarna al patriarcado. ¿Has visto cómo se refiere a su propia hija? ‘Fue una debilidad”, se lamenta desde Bahía Maíra Motta, profesora de Filosofía de 40 años y una de las primeras moderadoras que tuvo el grupo antes de que su crecimiento se disparase. “Nosotras no somos debilidades, eso es lo que le estamos respondiendo ahora. Mira cuántas mujeres, cuántas débiles, nos estamos uniendo y mostrando que él es la imagen del fascismo en Brasil. Cuando vieron el grupo quisieron estar en él, ser escuchadas, tener voz. No podemos quedar a merced de un tío así".
Independientemente de que #EleNão logre afectar a las elecciones, el hecho de que haya logrado unir a las brasileñas ya se puede considerar de por sí un primer paso histórico, da igual hacia dónde. En este país, donde ellas conforman la mayoría del electorado, un 52,3%, y por tanto tienen una influencia incomparable en unos comicios, han sido hasta ahora ignoradas por buena parte de los políticos tradicionales, apoyados en el viejo dicho de que “la esposa vota lo que el marido”.
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Las violaciones y los asesinatos por violencia doméstica no han parado de subir en los últimos años (60.018 y 1.133 respectivamente en 2017) y en el Congreso brasileño solo el 10% son mujeres. En el ranking de la Unión Interparlamentaria de naciones con presencia femenina en política, Brasil ocupa el puesto 154 de 193, solo por encima de países árabes y las islas polinesias.
Este fenómeno al menos indica que no tiene por qué ser así siempre. De vuelta a la plaza, que a las cinco de la tarde, hora brasileña, está a rebosar de mujeres. "La cuestión no es lo que me pase a mí, porque mírame, no soy gay, ni negra, ni pobre. Yo paso lo que pase voy a estar bien", explica Katrina, emprendedora de 44 años. "Pero tenemos que unirnos contra él, contra el monstruo que va a permitir la violencia entre nosotras".
Es la sensación que Maira Motta esperaba que sintiesen más mujeres cuando el fenómeno echó a andar. “Al ver que a nuestra página acudían millones de personas, le dije a Ludimilla: ‘Negra, esto va a ser una bomba'. Imagínate, la unión de las mujeres de este pobre Brasil. Nunca lo imaginé”
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