Los resultados históricos de la ultraderecha alemana en Turingia y Sajonia dejan al gobierno de Scholz contra las cuerdas
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Las elecciones regionales de Turingia y Sajonia han confirmado lo que vaticinaban todas las encuestas: la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) ha ganado las primeras elecciones regionales desde su fundación en 2013. Es la primera victoria de un partido de ultraderecha en unos comicios regionales desde el fundación de la República Federal de Alemania en 1949, levantada sobre las ruinas de un país destruido por una guerra mundial provocada por el nazismo.
Las instituciones de la Alemania de posguerra se crearon con la voluntad del constante recuerdo de los horrores generados por el fascismo y para deslegitimar nuevos intentos de crear un proyecto político exitoso que intentase reinstalar un nacionalismo de corte étnico. Los resultados electorales de este domingo en estos dos estados germanoorientales confirman que Alemania ha fracasado en el intento. AfD es el proyecto político de ultraderecha más exitoso de la historia de la República federal. Su éxito en Turingia es un antes y un después en la historia alemana, y difícilmente quedará sin consecuencias políticas a nivel federal.
La victoria de AfD en Turingia es inapelable. AfD ha rozado el 33% de los votos, casi diez puntos más que los conservadores de la CDU con cerca del 24%. En Sajonia, la victoria de la CDU es agridulce para los democristianos: ha obtenido algo menos del 32% de los votos, un punto más que la ultraderecha.
En ambos estados, situados en lo que fue el territorio de la desaparecida República Democrática Alemana, AfD es considerada oficialmente por la Oficina de Defensa de la Constitución –inteligencia interna del país– un partido de “extrema derecha”. La ideología y las biografías de sus líderes en Sajonia y Turingia dejan poco lugar a dudas. Björn Höcke es líder del ala más radical de AfD, que defiende abiertamente posiciones de nacionalismo étnico, revisionistas de la historia y del holocausto que rayan con el neonazismo. Antes de la fundación del partido, participó en marchas del partido neonazi NPD, como demuestra la hemeroteca.
El canciller Olaf Scholz, socialdemócrata, ha descrito como “amargo” y “preocupante” el resultado de estas elecciones, y ha llamado a los partidos a hacer un cordón sanitario frente a los “extremistas de derecha” de la AfD para dejar a la ultraderecha fuera de los gobiernos.
El factor ‘Wagenknecht’
El segundo vencedor de la noche electoral es la joven Coalición Sahra Wagenknecht (BSW, en sus siglas en alemán), fundada el pasado enero y que estará representada en los dos parlamentos regionales gracias a resultados de dos dígitos. La BSW es tercera fuerza en Turingia y Sajonia, con más del 15% en el primer estado y cerca del 12% en el segundo. El partido de Wagenknecht muestra una trayectoria electoral meteórica y será clave para la formación de gobierno en los dos estados.
La evolución de BSW es una incógnita. De momento, se puede definir como un partido de izquierdas en lo económico y conservador en política migratoria y otras cuestiones no materiales. Además, la formación que lleva el nombre de la exdiputada de los poscomunistas de La Izquierda rechaza de plano seguir apoyando militarmente a Ucrania y apuesta por una salida diplomática a la guerra en Ucrania. De hecho, una de sus principales banderas electorales en estos comicios, pese a ser regionales, ha sido la cuestión ucraniana y la relación con Rusia, lo que incluye la recuperación del gas y el petróleo rusos.
Wagenknecht, que fue líder del gremio marxista-leninista Plataforma Comunista dentro de La Izquierda, ha sabido leer a la perfección el momento político que vive Alemania. Ofrece un discurso que cala especialmente en el este de Alemania, donde el voto protesta es históricamente mayor que en la parte occidental del país y que había sido bastión tradicional de los poscomunistas. La Izquierda cierra una noche para olvidar: queda fuera del parlamento sajón y pierde casi 20 puntos en Turingia, donde tenía su único primer ministro regional, Bodo Ramelow, que dejará de serlo.
Puesto que todos los partidos con representación parlamentaria descartan formar gobierno con la ultraderecha, la conformación de coaliciones será endiablada. En Sajonia, la CDU podría intentar reeditar la actual ‘Coalición Kenia’ (conservadores, socialdemócratas y verdes) o incluso pactar con el partido de Wagenknecht, una coalición antinatural pero necesaria si se quiere evitar la entrada de AfD en el gobierno.
En Turingia, la situación es aún más complicada: tras la victoria de AfD, la CDU tendrá que pactar con BSW y La Izquierda para alcanzar una mayoría parlamentaria. La ultraderecha tiene además un tercio de todos los escaños, con lo que sus votos serán necesarios para disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones, para introducir cambios en la constitución regional o nombrar a los jueces del Tribunal Constitucional de Turingia. La cooperación con AfD será necesaria para evitar el bloqueo institucional. La normalización de sus posiciones está, por tanto, preprogramada.
Debacle de la ‘Coalición Semáforo’
Mención aparte merecen los tres partidos que conforman la actual coalición de Gobierno liderada por el canciller Olaf Scholz. El correctivo electoral a socialdemócratas del SPD, verdes y liberales del FDP es incontestable. Estos últimos quedan fuera de los dos parlamentos regionales. Los ecoliberales sólo consiguen representación en Sajonia. El SPD estará presente en los dos parlamentos, pero con sus peores resultados de la historia: algo más del 7% en Sajonia y un 6% en Turingia.
La ‘Coalición Semáforo’ tendrá que tomar obligatoriamente alguna medida si quiere tener alguna oportunidad en las elecciones regionales del estado también oriental de Brandeburgo el próximo 22 de septiembre. Probablemente, Scholz planteará cambios en sus políticas económicas, de exteriores y migratorias. Ni siquiera es descartable una ruptura de la coalición ni tampoco unas elecciones federales anticipadas. Las próximas están previstas para septiembre del próximo año, demasiado tiempo para un gobierno dividido y débil al que las elecciones regionales de este domingo dejan contra las cuerdas.
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