¿Qué ha cambiado?
Tras una crisis de deuda y de inflación de activos, la deuda mundial supera la de 2007 y las Bolsas de EE UU están más sobrevaloradas que entonces
La pasada semana, la Barcelona Graduate School of Economic celebró un sugerente seminario con el título de este artículo. Una década después del fin de la Gran Recesión, es necesario aprender de los errores para prevenir futuras crisis tan devastadoras.
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El Nobel Robert Lucas, que en 2008 apoyó la intervención masiva de la Reserva Federal tras el colapso del sistema financiero provocado por la quiebra de Lehman Brothers, volvió a cuestionar la acción de los bancos centrales, aunque sin plantear qué haría él si estuviera al frente del banco central.
El Nobel Edward Prescott cuestionó los déficits fiscales y los relacionó con los déficits exteriores. El economista que desarrolló un filtro matemático para extraer tendencias en las series económicas hacía uso de la identidad contable que enseñamos a los alumnos de economía el primer día al llegar a la facultad: ahorro igual a inversión. Al comenzar este milenio, Estados Unidos tenía equilibrio fiscal y la deuda pública neta al 33% del PIB. En 2019, con otra recesión en ciernes, el déficit es del 5% del PIB y la deuda pública del 78%.
La preocupación del Nobel está justificada, ya que el déficit es estructural y según la Oficina del Presupuesto del Congreso, sin subidas de impuestos o recortes de gasto el déficit se mantendría en esos niveles en la próxima década. La duda es ¿a qué tipos van a financiar esa deuda? Si son inferiores al PIB nominal, como ahora, la deuda es sostenible. Pero si hay dudas sobre la capacidad de pago y las primas de riesgo suben, EE UU podría ser el epicentro de la próxima gran depresión mundial. El dólar, de nuevo en el filo de la navaja.
Anne Krueger, que estuvo en el FMI y el Banco Mundial, y Mathew Jackson, de Stanford, advirtieron de los riesgos de la guerra comercial iniciada por Donald Trump y que se ha generalizado a más países. Aunque de momento esta haya tenido efectos limitados sobre el volumen de comercio mundial. Y Orley Ashenfelter, de Princeton, afirmó que el temor a la robotización está en todos lados menos en las estadísticas de productividad. El debate se centra en los problemas de medición, especialmente en los índices de precios que comparan bienes y servicios hoy con mayor calidad que los de hace una década, por ejemplo los teléfonos móviles. Pero la productividad en la industria estadounidense está prácticamente estancada desde 2010, su peor registro en décadas.
El seminario fue un oasis intelectual en medio del pobre debate económico al que estamos acostumbrados en España. Me extrañó que nadie mencionara que tras una crisis de deuda, la deuda mundial supere la de 2007. Que tras una crisis de inflación de activos, las Bolsas de EE UU estén más sobrevaloradas que en 2007. Y que tras una crisis por excesos financieros, las emisiones de bonos sintéticos CDO superaran el pasado año sus máximos anteriores a la crisis. Los economistas tenemos un profundo desconocimiento del fenómeno financiero, algo que no ha cambiado diez años después de la peor crisis financiera en 80 años.
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