Hace 23 minutos
En el camino a Damasco, una sensación de asombro e incredulidad
Un día antes, la frontera entre Siria y Líbano habría estado llena de guardias, soldados y agentes de los temidos servicios de inteligencia de Siria, el mukhabarat.
Esta noche estaba vacía de funcionarios. Un grupo de jóvenes se encontraba afuera de la tienda libre de impuestos, riendo y absorbiendo el momento. Un tanque abandonado debajo de un cartel rasgado de Bashar al-Assad marcaba los únicos signos inmediatos de cualquier lucha por tomar la capital siria.
El camino hacia Damasco estaba oscuro y tranquilo. Un alto el fuego fue puesto en efecto por los rebeldes, quienes declararon un toque de queda que durará de 4 p.m. a 5 a.m. hora local. Parecía que la mayoría lo estaba observando. Se podían ver trazadoras sobre la ciudad y estallidos de disparos de celebración resonaban. No había señales de puntos de control en las calles, pero en el centro de Damasco dos hombres armados de Idlib patrullaban el área, deteniéndose para posar con un anciano para una foto.
Otro grupo de rebeldes pasó para preguntar a un grupo de residentes qué estaban haciendo en las calles. Hablaron suavemente y con cortesía, en consonancia con el estricto edicto dado por su líder, Abu Mohammad al-Jolani, de que las fuerzas rebeldes mantengan el orden y la ley y tranquilicen a una sorprendida población siria, particularmente a sus minorías, de que no buscan represalias ni venganza.
¿Un nuevo capítulo? Todavía hay una sensación de asombro e incredulidad de que, después de 53 años de vida bajo el régimen de Assad –el padre del líder derrocado, Hafez al-Assad, tomó el poder en 1971– Siria está comenzando un nuevo capítulo. Muchos nunca se atrevieron a creer que este momento llegaría.
“Ahora somos el país más feliz del mundo”, me dijo un hombre.
Mientras el toque de queda en Damasco daba un aire apagado a la ciudad, en el lado libanés de la frontera había escenas de júbilo mientras los sirios se reunían para celebrar la destitución de Assad, lanzando fuegos artificiales y repartiendo dulces, ondeando la bandera del levantamiento sirio.
“Esto significa que finalmente hay libertad”, gritó un hombre, “¡Allahu Akbar!” (Dios es el más grande).
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