Dante Contreras, economista: “Que la derecha y los empresarios en Chile se resten de una reforma tributaria no es sano y no mira el largo plazo”
El investigador chileno analiza la situación de la educación en la región y en su país, con graves problemas que se acrecentaron con la pandemia
El profesor titular del Departamento de Economía de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile y subdirector del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), Dante Contreras, ha estudiado por años la pobreza, la desigualdad, la distribución del ingreso, políticas sociales y la economía de la educación. En esta entrevista con EL PAÍS, que se realiza justamente cuando en Chile se debate fuertemente sobre los problemas que enfrenta el sistema educativo, el doctor en Economía de la Universidad de California analiza en profundidad las características de esta crisis que, según él, se observa “desde hace tiempo”.
P. El economista Sergio Urzúa dijo a EL PAÍS: “En educación, estamos frente a una catástrofe pocas veces vistas en nuestra historia. Lo que observamos hoy no tiene precedentes”.
R. No coincido. La situación grave lleva muchos años. Si hay una catástrofe, la hemos vivido durante mucho tiempo. Es un problema más permanente que puntual.
P. Los puntajes de la prueba nacional, Simce, se desplomaron, según conocimos hace algunos días.
R. Era totalmente esperable una baja en los puntajes. Lo que más me sorprendió fue la sorpresa de la gente. Y lo segundo: la reacción de la clase política y los analistas fue inadecuada, porque el problema lo tenemos hace mucho tiempo. La sorpresa, por lo tanto, me parece un poco artificial.
P. ¿Cómo caracterizaría, entonces, lo que ocurre?
R. En Chile hay una importante brecha en calidad interna entre alumnos de distinto nivel socioeconómico. Tenemos una importante desigualdad de aprendizajes y resultados entre los estudiantes que asisten a establecimientos municipales, subvencionados y los particulares pagados. Esa situación es compleja y grave, porque la gran mayoría de nuestros niños van a establecimientos públicos, subvencionados y, sin embargo, posteriormente, en las universidades más selectivas, los cupos quedan disponibles para estudiantes de establecimientos particulares pagados. Se genera una desigualdad interna muy grande y significativa, con consecuencias de largo plazo.
P. ¿Cuáles?
R. Las brechas salariales que posteriormente se generan, por ejemplo, son irreversibles. En un país con alta desigualdad como la que tiene Chile, el sistema educativo reproduce contemporánea y generacionalmente esa desigualdad. Un segundo asunto tiene relación a la brecha externa.
P. ¿En qué consiste?
R. Los niveles educativos que se exhiben en Chile y en América Latina están muy por debajo de los países más desarrollados, a los que aspiramos parecernos. Hay un rezago muy importante en Chile y en la región. Cuando se toman los dos parámetros de forma conjunta, la brecha interna y la brecha externa, por lo tanto, el dibujo que aparece es muy precario.
P. ¿Qué consecuencias tienen estos problemas en el sistema educativo para Chile y América Latina?
R. Tiene consecuencias futuras en competitividad, oportunidades, en la estabilidad sociopolítica, el respeto por la democracia. Hay una serie de consecuencias asociadas al sistema educacional y a lo que este sistema está produciendo hoy día.
P. ¿Qué tan grande es la brecha chilena?
R. Hay distintas métricas y está muy documentada. Un estudiante que ingresa a un establecimiento público tiene muy pocas posibilidades de competir en igualdad de condiciones con alguien que entra a un colegio particular pagado y eso tendrá consecuencias permanentes en su ciclo de vida.
P. ¿Qué pasa con la movilidad social en Chile?
R. Chile exhibe baja movilidad social. Si naciste en un hogar de altos ingresos es muy posible que perdures en una condición de altos ingresos. Si tú naciste en un hogar de bajos ingresos, es muy probable que permanezcas en esa condición. El sistema educativo chileno no permite romper esta cadena de persistencia social. Y cuando tienes una sociedad con altos niveles de desigualdad como los que tiene Chile y bajos niveles de movilidad social, es una situación muy compleja desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades.
P. Sin corregir este escenario de inequidades en el sistema educativo, ¿es posible que Chile deje de ser un país desigual?
R. No es posible. Y no es posible tampoco alcanzar el desarrollo. No existen países desarrollados con esta estructura de alta desigualdad y baja movilidad social. En los países desarrollados, en general, las personas, independiente de su origen, tienen muchas más oportunidades que las que se exhibe en un país como Chile. Conceptos como desigualdad, movilidad social y desarrollo están íntimamente ligados. Y la llave que te permitiría romper estos equilibrios tiene que ver con la educación, que tiene un papel clave. Pero lamentablemente, a pesar de tener este diagnóstico nítido y claro hace muchos años, ha sido imposible llegar a acuerdos políticos y generar los recursos necesarios para cambiar de forma significativa esta situación.
P. ¿No es reciente la crisis?
R. Esta fotografía que describo lleva muchos años. Y esto se correlaciona con las protestas estudiantiles de 2006, las universitarias en 2011 y el estallido social de 2019. Esta es una situación que lleva mucho tiempo de arrastre y que, lamentablemente, nuestra clase política y que nuestros intelectuales han sido incapaces de resolver.
P. ¿Dónde se origina?
R. Una reforma importante que se hizo durante la dictadura fue la privatización de la educación. Se le restaron recursos al sector público y no hubo ninguna compensación por niveles de vulnerabilidad. Solo con el retorno a la democracia en 1990 se empezaron a inyectar más recursos a las escuelas vulnerables. Por lo tanto, este rezago escolar es una acumulación de políticas que no han cuidado la educación de la gente y, en especial, de los niños y niñas. Y con el retorno a la democracia se han hecho esfuerzos, pero han sido insuficientes para revertir esta situación.
P. ¿Fue un error financiar la gratuidad en la educación superior en el segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), dado que las brechas son sobre todo en la etapa escolar?
R. El orden lógico es invertir primero en las etapas tempranas del desarrollo, luego a las etapas superiores. Ahora bien, condicional a financiar educación terciaria se debe (y así se hizo) favorecer a estudiantes del 50% más vulnerable.
P. ¿La desigualdad en el sistema escolar es igual de grande en toda la región?
R. En toda América Latina se observa una educación de élite muy distinta al resto. Sin embargo, eso no se produce en Europa, por ejemplo, donde existe un sistema educativo mucho más igualitario, con más recursos, profesores mejor preparados, comunidades educativas más involucradas. Los resultados educacionales en Europa son mucho más equitativos que en América Latina. Y es nuestra región la que tiene un déficit de competitividad y equidad importantes.
P. Eso no suena bien respecto del futuro.
R. El día de mañana, cuando nos enfrentemos a economías cada vez más interrelacionadas, globalizadas, demandantes de capital humano, la región mostrará un rezago importante respecto a lo que ocurre en los países más desarrollados. Y eso tendrá consecuencias no solo en la competitividad y la eficiencia, sino con la equidad interna en cada uno de nuestros países. Por lo tanto, son temas relevantes que hay que atender.
P. Al menos en el caso de Chile, ¿por dónde pasa una solución?
R. La pandemia solamente agravó esta situación y sus consecuencias nos van a pegar por un tiempo. En Estados Unidos ocurrió algo similar, con más recursos incluso que lo que hay acá. El rezago escolar que nos dejó la pandemia es un fenómeno mundial y será una carga adicional que hay que atender.
P. ¿Qué importancia le concede a que Chile haya sido uno de los países que más tiempo tuvo cerradas las escuelas por la pandemia?
R. Fue importante, tanto en resultados negativos como la señal que se entrega. Y ante este escenario, hay elementos que tendremos que considerar. De partida, más recursos. Un país como Chile, que quiere mejorar en productividad, eficiencia y equidad, tendrá que invertir en ello y, por lo tanto, lamento la discusión que hay en Chile sobre la reforma tributaria.
P. Tanto la oposición como los empresarios de Chile se resisten a un pacto fiscal.
R. Que la derecha y el mundo empresarial se resten de esta discusión no es sano y esta posición no mira el largo plazo. Esas posturas, solo pensando en el crecimiento, son de corto plazo. Invertir en educación es un tema clave y son políticas de largo plazo que habría que empujar con mucho más fuerza.
P. ¿La solución a la crisis educativa pasa necesariamente por una reforma tributaria?
R. En un país como Chile, con los altos niveles de desigualdad, hay muchas cosas que atender: pensiones, listas de espera en hospitales, niños rezagados por la pandemia. Probablemente, no hay otra alternativa que recurrir a una reforma tributaria para atender esto, porque se van a necesitar más recursos. Ahora, hay que dejar en claro que también se requiere responsabilidad fiscal, por lo que no se trata solo de gastar más, sino de gastar bien.
P. ¿Entiende algunos de los argumentos de quienes rechazan una reforma?
R. Me cuesta mucho entenderlos. Si queremos persistir en el camino actual, lo podemos hacer. Pero eso no llevará a Chile al desarrollo, porque crecimiento no es lo mismo que desarrollo.
P. Cuántas generaciones han sufrido las consecuencias de las desigualdades en la educación y cuántas todavía deberán vivirlas, porque estos son cambios lentos.
R. Toca usted una tecla importante. Y tiene que ver con la velocidad de las reformas. La de pensiones se comenzó a discutir en Chile en 2003 y ya estamos en 2023 y aun no tenemos reforma. Y esta lentitud tiene consecuencias de largo plazo en las oportunidades de las personas.
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