Los bancos más importantes de Europa
Dentro del sector bancario, pocos rumores provocan una reacción en cadena tan súbita y pavorosa como los que rodean a una quiebra. Primero se resienten las bolsas. Después llegan las colas en las sucursales. Finalmente, casi todo puede pasar. En el sur de Europa, allá por 2008, el colapso bancario de numerosas entidades allanó el camino a una durísima etapa de recortes, austeridad y hombres de negro. En Bruselas, incluso, levantó sospechas sobre la viabilidad del propio euro.
Con el fin de no volver a la traumática crisis financiera de 2008, Europa endureció las condiciones de los préstamos y los requisitos mínimos de liquidez para las sucursales, pero cuando se deja una puerta abierta —socialización de pérdidas, rescates o nuevas burbujas y ciclos de desregularización— siempre está la posibilidad de que se vuelva a abrir: en 2023, la crisis inflacionaria y la subida de tipos ha vuelto a agitar los peores fantasmas del sistema bancario europeo.
El continente es la segunda región con más bancos entre los cien más importantes del mundo en 2022, según la consultora S&P Global. Sus 37 representantes solo se ven superadas por Asia, que logra introducir hasta 41 entidades, una cifra que da buena cuenta de su fortaleza y protagonismo en el esquema financiero global. París y Londres son sus epicentros: entre los dos aportan nueve de los quince bancos europeos con mayor valor de activos, con HSBC, BNP Paribas, Crédit Agricole y Barclays a la cabeza.
El español Santander, el alemán Deutsche Bank, los italianos Intesa Sanpaolo y UniCredit y el neerlandés ING son los únicos representantes de otros países que logran romper esa hegemonía francesa y británica. En total, los quince bancos más importantes de Europa suman más de 25 billones de dólares en activos, cerca de un 50% más que el PIB de la Unión Europea.
Aun así, todas las alarmas se encendieron con la petición de ayuda de Credit Suisse, el segundo mayor banco de Suiza, que tras años de malos resultados no estaba siendo capaz de capear la nueva situación económica. La solución final no dista mucho de la adoptada en numerosas ocasiones durante la crisis financiera, cuando multitud de bancos regionales fueron absorbidos por entidades más consolidadas: UBS, el líder bancario suizo y el doceavo más importante del continente, se ha hecho con su control.
El movimiento sirvió para apagar algunas alarmas pero no para devolver la tranquilidad a los mercados. El Banco Central Europeo, sin embargo, confió en la resiliencia del sistema financiero y volvió a subir los tipos de interés hasta el 3,50% en su última reunión de marzo.
Aunque las instituciones financieras aseguran que las caídas del Silicon Valley Bank y Credit Suisse no deberían acarrear mayores contratiempos, la estructura financiera comunitaria sigue presentando grietas que la hacen vulnerable a cualquier shock económico, por pequeño que sea.
La UE por ejemplo no puede asegurar todos los ahorros de sus ciudadanos: sobre el papel existe un mecanismo común que cubre los depósitos de hasta 100.000 euros, pero en la práctica la garantía depende de los sistemas nacionales y su liquidez. Y si tenemos en cuenta que hay países con problemas sistémicos castigados por los mercados —las primas de la deuda pública de Italia, España y Francia subieron tras la quiebra de SBV—, la situación puede complicarse rápidamente.
Para solventar esos desajustes los líderes de la Unión Europea propusieron tras la crisis de 2008 una unión bancaria mediante la cual Bruselas asumiría más competencias, unificando las condiciones crediticias de los bancos y evitando que su posible rescate dependa de Gobiernos nacionales con mayor o menor músculo económico. La medida, sin embargo, se encuentra congelada ante la negativa principalmente de Alemania, aunque el debate ha vuelto a abrirse en las últimas semanas.