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sábado, 21 de diciembre de 2024

Cómo EE. UU. e “Israel” destruyeron Siria y lo llamaron paz

 

Cómo EE. UU. e “Israel” destruyeron Siria y lo llamaron paz

El autor desenmascara las intenciones del primer ministro israelí de gobernar sobre siete millones de árabes palestinos, a contrapelo de los legítimos derechos de ese pueblo.

La interferencia estadounidense a instancias de la extrema derecha de “Israel”, liderada por el primer ministro sionista Benjamín Netanyahu, deja al Medio Oriente en ruinas con más de un millón de muertos. 

"Tel Aviv" y Washington llevan como bandera las famosas líneas del historiador romano, Tácito, que rezaban: "Arrasar, masacrar, usurpar bajo falsos títulos de imperio y donde hacen un desierto, lo llaman paz". 

La realidad es una sola: en clara violación del derecho internacional, Netanyahu y sus ministros reclaman el derecho a gobernar sobre siete millones de árabes palestinos. 

Cuando la ocupación israelí de tierras palestinas conllevó a la formación de una Resistencia militante, la etiqutó como terrorista y convidó a Estados Unidos a derrocar a los gobiernos de Medio Oriente que apoyan a esos radicales. 

Washington bajo la influencia de lobby sionista, va a la guerra en nombre de “Israel”. La caída de Siria esta semana es la culminación de la campaña de ambos contra la nación levantina, la cual se remonta a 1996, con la llegada de Netanyahu al cargo de primer ministro. 

La guerra de ambos contra Damasco se intensificó en 2011 y 2012, cuando Barack Obama encargó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desarticular el gobierno sirio mediante la Operación Timber Sycamore. Ese esfuerzo finalmente llegó a completarse esta semana, después de más de 300 mil muertes en una contienda de varios lustros.

La caída de Siria se produjo rápidamente luego de más de una década de sanciones económicas aplastantes, las cargas de la guerra, la incautación del petróleo por parte de Estados Unidos, las prioridades de Rusia respecto al conflicto en Ucrania y más inmediatamente, los ataques de “Israel” a Hizbullah, el principal respaldo militar del gobierno sirio. 

Sin duda, Bashar al-Assad a menudo jugó mal sus cartas y enfrentó un descontento interno severo, pero su gobierno estuvo varios años en el objetivo de Estados Unidos e “Israel”.

La nación levantina era un país de ingresos medios en funcionamiento y en crecimiento en 2011, antes de que “Israel” y Washington la emprendieran contra ella. 

En enero de 2009, el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) acogieron con satisfacción los buenos resultados macroeconómicos de Siria en los últimos años, que se manifiestan en el rápido crecimiento del PIB no petrolero, el cómodo nivel de reservas de divisas y la baja y decreciente deuda pública. Estos resultados reflejan tanto la robusta demanda regional como los esfuerzos de reforma de las autoridades para cambiar hacia una economía más basada en el mercado.

Desde 2011, la guerra perpetua contra Siria, que incluye bombardeos, sanciones económicas, la incautación de campos petroleros por parte de Estados Unidos, y más, sumió al pueblo en la miseria. 

En los dos días inmediatos tras el colapso del Gobierno, “Israel” llevó a cabo alrededor de 480 ataques en toda Siria y destruyó completamente la flota militar en Latakia. 

Siguiendo su agenda expansionista, reclamó ilegalmente el control sobre la zona desmilitarizada en los Altos del Golán y los declaró parte del Estado de “Israel” por toda la eternidad. 

La ambición del primer ministro sionista de transformar la región mediante la guerra se remonta a casi tres décadas y tiene lugar ante nuestros ojos.

En una conferencia de prensa el 9 de diciembre, Netanyahu se jactó de una victoria absoluta, y justificó el genocidio en curso en Gaza y la escalada de violencia en toda la región.

Según declaró, si hubieran escuchado a quienes llamaron una y otra vez a detener la guerra, no habrían entrado en Rafah ni tomado el corredor de Filadelfia, tampoco hubieran "eliminado" al líder de Hamas, Yayha Sinwar, o sorprendido al enemigo en Líbano y al mundo entero en una estratagema audaz. 

Tampoco habrían asesinado al líder de Hizbullah, Sayyed Hassan Nasrallah, destruido la red subterránea de la Resistencia libanesa y expuesto a Irán. “Las operaciones que hemos llevado a cabo desde el comienzo de la guerra, están desmantelando el eje ladrillo por ladrillo”, aseguro el sionista.

La larga historia de la campaña de “Israel” para derrocar al gobierno sirio no es ampliamente comprendida. Sin embargo, el registro documental es claro. La guerra comenzó con los neoconservadores estadounidenses e israelíes en 1996, quienes diseñaron una estrategia de ruptura limpia para el Medio Oriente y para Netanyahu cuando asumió el cargo.

El núcleo de la estrategia de ruptura limpia pedía que “Israel” y Estados Unidos rechazarán tierra por paz, y el retiro de los sionistas de los territorios palestinos ocupadas a cambio de paz. 

En cambio, el régimen retendría las zonas ocupadas, gobernaría sobre el pueblo palestino en un estado de apartheid, limpiaría étnicamente el Estado paso a paso y aplicaría el llamado paz por paz, derrocando a los gobiernos vecinos que resistieran sus reclamaciones territoriales.

Sin embargo, la estrategia de ruptura limpia afirma que, la reivindicación sobre la tierra a la que se han aferrado con esperanza durante 2000 años, es legítima y noble. También señala que Siria desafía a “Israel” en suelo libanés. 

Un enfoque efectivo y uno con el que Estados Unidos podría simpatizar, sería si “Tel Aviv” tomara la iniciativa estratégica a lo largo de sus fronteras del norte, y enfrentara a Hizbullah, Siria e Irán, como los principales agentes de agresión en Líbano. 

En su libro de 1996, Luchando contra el terrorismo, Netanyahu estableció la nueva estrategia. “Israel” no lucharía contra los terroristas, sino contra los estados que apoyan a los radicales. Más preciso, haría que Estados Unidos luchara por “Israel”, como planteó en 2001. 

Lo primero y más crucial que hay que entender es que, según el primer ministro, no existe terrorismo internacional sin el apoyo de estados soberanos. Si se elimina, toda esa estructura de se desmoronará en polvo.

Entonces, esta estrategia se integró en la política exterior de Estados Unidos y quedó claro que eliminar a Siria siempre fue una parte clave del plan. 

De acuerdo con declaraciones del general estadounidense Wesley Clarke, después del 11 de septiembre de 2001 le dijeron en una visita al Pentágono que, en cinco años iban a atacar y destruir los gobiernos de siete países. Comenzarían con Irak y luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. 

La campaña de Netanyahu para la guerra de Irak se detalla en el nuevo libro de Dennis Fritz, Traición Mortal. Mientras, y el papel del lobby israelí se explica en el último texto de Ilan Pappé, Cabildeo para el sionismo a ambos lados del Atlántico. 

La insurgencia que golpeó a las tropas estadounidenses en Irak retrasó el cronograma de cinco años, pero no cambió la estrategia básica. Hasta ahora, EE. UU. ha liderado o patrocinado guerras contra Irak, con la invasión en 2003; en Líbano, financió y dio armamento de "Israel" y la OTAN bombardeo Libia en 2011.

En Siria, ocurrió la operación de la CIA en la década de 2010; en Sudán, apoyó a los rebeldes para dividir al país en 2011 y en Somalia, la ayudó a invadir de Etiopía en 2006. 

Una posible guerra de Estados Unidos con Irán, buscada con fervor por “Israel”, sigue pendiente. Por extraño que parezca, la CIA ha respaldado repetidamente a los armados islamistas para luchar en estas guerras y estos acaban de derrocar al régimen sirio.

Después de todo, la Agencia participó en la creación de Al-Qaeda y entrenó, armó y financió a los muyahidines en Afganistán desde finales de la década de 1970. Osama Bin Laden más tarde se volvió contra Estados Unidos, pero su movimiento fue una creación de ellos de todos modos. 

Irónicamente, como confirma Seymour Hirsch, fue la inteligencia de Al Assad la que avisó a Washington de un inminente ataque con bomba de Al Qaeda en la sede de la quinta flota de la Marina de los Estados Unidos.

La operación Timber Sycamore fue un programa encubierto de la CIA de mil millones de dólares lanzado por Barack Obama para derrocar a Bashar al-Assad, y la Agencia también financió, entrenó y proporcionó inteligencia a grupos islamistas radicales y extremistas.

Ese esfuerzo desde Langley también involucró una línea de ratas para trasladar pertrechos de guerra a los armados islamistas en Siria desde Libia, atacada por la OTAN en 2011.

En 2014, Seymour Hersh describió la operación en su artículo: La línea Roja y la línea de Ratas.

Un anexo altamente clasificado del informe sobre esta acción, que no se hizo público, describía un acuerdo secreto alcanzado a principios de 2012 entre las administraciones de Obama y el presidente turco Recep Erdoğan, el cual se refería a la línea de suministro. Según los términos del mismo la financiación provenía de Turquía, así como de Arabia Saudita y Qatar. La CIA, con el apoyo del MI6, fue el responsable de llevar armas de los arsenales de Gaddafi a Siria.

Poco después del lanzamiento de Timber Sycamore, en marzo de 2013, en una conferencia conjunta del presidente Obama y Netanyahu en la Casa Blanca, el primero dijo: “Con respecto a Siria, Estados Unidos continúa trabajando con aliados y amigos y la oposición de esa nación para acelerar el fin del régimen de Assad”.

Para la mentalidad sionista-estadounidense, un llamado a la negociación por parte de un adversario se toma como una señal de debilidad. Aquellos que llaman a conversaciones en el otro lado terminan muertos, asesinados por activos de “Israel” o de Estados Unidos. 

Esto se ha visto recientemente en Líbano. El ministro de Relaciones Exteriores confirmó que el exsecretario general de Hizbullah, Sayyed Hassan Nasrallah había acordado un alto al fuego con “Israel” días antes de su asesinato. 

La disposición del grupo político y militar para aceptar un acuerdo de paz, según los deseos del mundo árabe-islámico de una solución de dos Estados es de larga data. De manera similar, en lugar de negociar para poner fin a la guerra en Gaza, “Israel” asesinó al jefe político de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán. De manera similar, en Siria, en lugar de permitir que surgiera una solución política, Estados Unidos se opuso al proceso de paz en múltiples ocasiones. 

En 2012, la ONU negoció un acuerdo de paz en Siria bloqueado luego por la Casa Blanca quienes exigieron que Assad debía irse el primer día del acuerdo de paz. Estados Unidos quería un cambio de régimen, no paz. 

Luego, en septiembre de 2024, Netanyahu se dirigió a la Asamblea General de la ONU, con un mapa de Medio Oriente dividido entre bendiciones y maldiciones, con Líbano, Siria, Irak e Irán como parte de ella. 

La verdadera maldición es el camino de caos y guerra de “Israel”, que ahora ha envuelto a Líbano y Siria, con la ferviente esperanza de atraer a Estados Unidos a una guerra con Irán también. 

Washington y “Tel Aviv” celebran la destrucción de otro adversario de “Israel” y defensor de la causa palestina, con Netanyahu atribuyéndose el mérito de iniciar el proceso histórico. Lo más probable es que Siria ahora sucumba a la guerra continua entre los muchos protagonistas armados, como ha sucedido en las anteriores operaciones de cambio de régimen liderada por esos dos ejes del mal. 

En resumen, la interferencia estadounidense a instancias del “Israel” de Netanyahu deja al Medio Oriente en ruinas, con más de un millón de muertos y guerras abiertas en Libia, Sudán, Somalia, Líbano, Siria y Palestina, y con Irán al borde de un arsenal nuclear, siendo empujado contra sus propias inclinaciones hacia esta eventualidad. 

Todo esto está al servicio de una causa profundamente injusta, negar a los palestinos sus derechos políticos en servicio del extremismo sionista, basado en el libro de Josué, del siglo VII, A.C. 

Sorprendentemente, según ese texto, uno en el que confían los propios fanáticos religiosos israelíes,  los israelitas ni siquiera eran los habitantes originales de la tierra. Más bien, señala que Dios instruyó a Josué y sus guerreros a cometer múltiples genocidios para conquistar la tierra. 

Frente a este telón de fondo, las naciones árabes islámicas, y, de hecho, casi todo el mundo, se han unido repetidamente en el llamado a una solución de dos Estados y la paz entre “Israel” y Palestina.

Pero, en lugar de esta solución, Wasshington y "Tel Aviv" han hecho un desierto y lo han llamado paz.

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