El ataque israelí a Hodeidah detuvo los ataques hutíes, pero persiste una amenaza mayor
Por Jonathan Spyer.
El ataque de Israel a Hodeidah detuvo temporalmente los ataques hutíes, pero continúan las amenazas a las rutas marítimas.
El ataque de Israel en el puerto yemení de Hodeidah, controlado por los hutíes, el 20 de julio parece haber tenido el efecto deseado, al menos por ahora.
De acuerdo con los hutíes, el ataque tuvo como objetivo una planta generadora de electricidad, una refinería de petróleo y depósitos de almacenamiento de combustible en el puerto. En una lacónica declaración asumiendo la responsabilidad de la operación, Israel señaló que «aviones de combate atacaron objetivos del régimen terrorista hutí».
La operación israelí se produjo en respuesta a un ataque de drones hutíes contra Tel Aviv un día antes, en el que fue asesinado un ciudadano israelí. Los hutíes han disparado más de 200 cohetes y drones contra Israel desde octubre de 2023.
El 21 de julio, los hutíes lanzaron un misil contra Israel, que fue interceptado. Sin embargo, desde entonces los ataques hutíes contra Israel han disminuido. La pausa no necesariamente durará, pero incluso una disminución temporal parecería justificar la idea de que la única manera de hacer que los hutíes desistan de sus actividades es fijarles un precio más allá del nivel que la organización está dispuesta o sea capaz de pagar.
La disuasión no es una ciencia exacta. Pero parece comprobable que el bombardeo de Hodeidah tuvo al menos un efecto temporal al hacer que los hutíes piensen dos veces cuando consideran sus ataques contra Israel.
Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo del esfuerzo occidental para hacer que los hutíes desistan de su campaña contra el transporte marítimo en la ruta del Golfo de Adén/Mar Rojo hacia el Canal de Suez y el Mar Mediterráneo.
Aquí, de hecho, parece prevalecer actualmente la dinámica opuesta. El limitado esfuerzo defensivo para tratar de interceptar los ataques hutíes, junto con contraataques ocasionales, no ha logrado detener la campaña de los hutíes.
Más bien, durante los meses de verano, los esfuerzos de los hutíes han aumentado en intensidad. En el último acontecimiento, el 23 agosto, el grupo islamista chií yemení atacó un petrolero de bandera griega, el Sounion, que transportaba 150.000 toneladas de petróleo crudo iraquí. La tripulación del petrolero compuesta por 25 rusos y filipinos fue rescatada por un destructor francés que actuaba en el marco de la Operación Aspides de la Unión Europea. El petrolero fue abandonado y está ahora en llamas en el Mar Rojo.
En el material de vídeo publicado por la organización, se puede ver a los combatientes hutíes abordando el barco y colocando explosivos. El desastre medioambiental será la consecuencia del masivo vertido del cargamento del Sounion en el Mar Rojo.
El ataque al Sounion es sólo el último de una serie de ataques similares que han tenido lugar desde junio. Como resultado de la campaña de los hutíes, el transporte marítimo que transita por el Canal de Suez se ha reducido en un 50%, el puerto de Eilat ha estado casi cerrado y el coste de un contenedor de transporte ha aumentado de 1.500 dólares al comienzo de la crisis actual a alrededor de 5.000 dólares en la actualidad. Los barcos están desviándose alrededor del Cabo [de Buena Esperanza], añadiendo 10 días a la duración del viaje.
En diciembre, una operación naval liderado por Estados Unidos denominada “Guardián de la Prosperidad” fue puesta en marcha, en un intento de proteger el transporte marítimo y poner fin a los ataques. A partir de enero, las Armadas estadounidense y británica comenzaron la “Operación Arquero Poseidón”, que implica contraataques selectivos contra objetivos hutíes.
No ha funcionado. Los ataques han aumentado en intensidad. Un artículo publicado esta semana en The Daily Telegraph titulado (prematuramente, con suerte) «Los hutíes han derrotado a la Armada de EE. UU.» señala que la industria naviera mundial parece haber aceptado la ruta bloqueada del Golfo de Adén y el Mar Rojo como una «nueva normalidad», y que las empresas disfrutan de las ganancias alcanzadas gracias al aumento de las tarifas.
En el caso de las armadas europeas, la falta de capacidad hace que una respuesta inadecuada sea más o menos inevitable. En el caso de Estados Unidos, sin embargo, el hecho de que no se haya conseguido que los hutíes cesen su campaña contra el transporte marítimo es resultado de una toma de decisiones consciente. El Mando Central de Estados Unidos [CENTCOM] publica listas casi a diario de drones y misiles hutíes interceptados con éxito. Pero la indudable destreza táctica expuesta no está dando el resultado deseado.
Alessio Patalano, un experto naval citado por Foreign Policy en un artículo reciente sobre la campaña de los hutíes, señaló que «Esto no es un fracaso de la seguridad marítima o del poder marítimo o del poder naval. El (portaaviones) Eisenhower y sus escoltas del grupo de ataque han tenido un desempeño brillante”.
¿Qué más se puede hacer para disuadir a los hutíes?
«Se trata de una desconexión entre la política y cómo se utiliza ese poder naval… Si estamos tratando de asegurar la libertad de navegación, no lo estamos logrando… Después de meses de hacerlo, si los hutíes no han cambiado su comportamiento y sus reservas siguen allí, son móviles y cuentan con el apoyo de Irán, es hora de preguntar: ‘¿Realmente deberíamos estar haciendo esto?'».
Los comentarios de Patalano resumen la situación de manera sucinta. Pero de sus comentarios surgen dos preguntas. En primer lugar, ¿por qué Estados Unidos persiste en su postura actual frente a los hutíes? En segundo lugar, ¿cuál es la alternativa?
En cuanto a la primera cuestión, está bastante claro que Washington está decidido a evitar un mayor deterioro de la situación en Medio Oriente en el período previo a las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre. La campaña marítima de los hutíes sólo recibe atención esporádica de los medios.
Hasta ahora, el actual esfuerzo naval ha demostrado ser capaz de evitar las pérdidas de vidas humanas. La industria naviera, al menos por ahora, se está adaptando a la nueva situación. Por todas estas razones, no parece haber un sentido especial de urgencia para revertir la realidad actual en la que una milicia apoyada por Irán ha sitiado y cerrado efectivamente una ruta marítima global vital.
Esta preferencia por una acción limitada se deriva de una percepción amplia de la región que no ve la lucha de Israel contra Irán y sus proxies [representantes] como parte de una lucha global más amplia entre Occidente y sus adversarios. Más bien, hay una ausencia de visión estratégica primordial, junto con un deseo general de tranquilidad.
Desde este punto de vista, lo que importa es prevenir cualquier posibilidad de intensificación del conflicto. Las implicaciones estratégicas de permitir que un grupo militar irregular ejerza una especie de poder de veto sobre una ruta marítima clave, de una manera sin paralelo en la historia reciente, evidentemente no son de principal importancia.
En cuanto a lo que se podría hacer, si esta o una futura Administración estadounidense decidieran que el statu quo actual es inaceptable, la opción disponible es bastante clara: aumentar la escala, el alcance y la seriedad de los contraataques tanto contra los hutíes como contra sus patrocinadores iraníes, hasta que cesen sus ataques.
El ataque israelí a Hodeidah muestra el camino en este sentido. Pero vale la pena recordar que los esfuerzos de los hutíes son posibles gracias al apoyo y al armamento iraní. Cualquier esfuerzo real para hacerles frente requerirá el reconocimiento de esta realidad y la voluntad de actuar en consecuencia.
A falta de voluntad en esta dirección, parece que el dominio de los hutíes y de Irán en la zona del Golfo de Adén y el Mar Rojo, que es lo que implica el statu quo actual, continuará.
Fuente: The Jerusalem Post
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