Un nuevo tipo de agujeros negros podría haber pasado inadvertida hasta ahora. Un equipo internacional de astrofísicos descubrió un nuevo método para buscar los objetos más pequeños de este tipo.
El equipo, liderado por el estadounidense Todd Thompson, de la Universidad Estatal de Ohio, comparó la búsqueda de agujeros negros con el "censo de una ciudad en el que solo se hubieran tenido en cuenta las personas de más de 1,7 metros, como si no hubiera habitantes más bajos". Este censo no representaría a la población real.
Ambos objetos pueden contener información interesante acerca de los elementos en la Tierra y sobre cómo viven y mueren las estrellas; sin embargo, lo más importante es averiguar dónde exactamente están los agujeros negros y qué es lo que se busca.
Fuera del rango
En 2017, el observatorio de ondas gravitacionales LIGO detectó una fusión de dos agujeros negros de 31 y 25 masas solares, respectivamente. A modo de comparación, los agujeros negros observados en los años anteriores tenían entre 5 y 15 la masa del sol.
"De inmediato, todos pensaron 'guau', porque era algo espectacular. No solo porque demostró que LIGO funcionaba, sino porque las masas eran enormes. Nunca los habíamos visto antes", explicó Thompson.
El descubrimiento del LIGO mostró que hay agujeros negros fuera del rango de tamaños conocido, algo que le hizo pensar a Thompson que también podrían existir los agujeros más pequeños.
Durante el estudio, el equipo de Thompson analizó los datos del Experimento de Evolución Galáctica del Observatorio Apache Point (APOGEE), que había recolectado espectros de luz de alrededor de 100.000 estrellas de la Vía Láctea.
En ciertos casos, los cambios de las ondas pueden mostrar que una estrella está orbitando alrededor de otro objeto de su sistema binario, que consiste en dos estrellas. No obstante, en caso de que resulte invisible, es probable que el otro objeto se haya convertido en un agujero negro.
Los científicos descubrieron que hay una estrella roja gigante orbitando un objeto más pequeño mucho más pequeño que los agujeros negros de la Vía Láctea, y, al mismo tiempo, más grande que cualquier estrella de neutrones jamás observada.
Luego, tras llevar a cabo cálculos adicionales a través del espectrógrafo Echelle Reflector Tillinghast y el satélite Gaia, los autores del estudio llegaron a la conclusión que era un agujero negro de baja masa, de tan solo 3,3 veces la masa del sol.
"Hemos identificado potencialmente uno de los primeros agujeros negros de una nueva clase de baja masa que los astrónomos no conocían anteriormente", concluyó Thompson.
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