EEUU: La creciente emisión de deuda para financiar el déficit público comienza a perfilarse como responsable de haber secado la liquidez de los bancos, así que lo mejor que se puede esperar es una cadena de quiebras.
27/11/2019
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La Fed no puede levantar el pie del acelerador sin poner en riesgo la liquidez del sistema bancario
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La creciente emisión de deuda para financiar el déficit público comienza a perfilarse como responsable
Carlos Schwartz
El lunes la Reserva Federal de Nueva York (Fed) intervino en el mercado de repos, crédito con respaldo de deuda, inyectando en el sistema bancario 93.500 millones de dólares. Tomó todo el papel que se le ofreció a un día y dio liquidez suplementaria a 42 días por importe de 25.000 millones de dólares. La decisión de intervenir en el mercado en octubre se ha mantenido en cifras altas, y por añadidura la Fed ha decidido adquirir 60.000 millones de deuda mensuales. La operación combinada de entrega de dinero y compra de bonos tiene por objeto reconstituir las reservas de los bancos en la Fed que habían caído de forma considerable.
Sin embargo, la operación delata que para que la banca pueda mantener un nivel de reservas holgado en el sistema bancario es necesaria la respiración asistida que brinda el banco de bancos. A más de una década de la crisis financiera, esta es una señal alarmante para una economía de la que se dice que se ha recuperado de su punto de fusión en el 2008 con la crisis de Lehman Brothers.
Las tensiones en el mercado a un día dispararon los tipos de interés hasta el 10% en octubre provocando la intervención de la Fed. Pero el motivo para que esto ocurriera fue la caída en el nivel de reservas del sistema bancario, sin un colchón de dinero disponible para otras operaciones. El dinero en reserva daba estrictamente para cubrir los coeficientes obligatorios y por lo tanto nadie quería distraer recursos para dar liquidez a los que la necesitaban. Los grandes bancos aprovecharon la coyuntura para asegurar que esta situación era resultado de los altos niveles de coeficientes de la regulación pos crisis. Pero tanto los parlamentarios que votaron las leyes que rigen la política de la Fed, como el propio regulador, consideran que no se trata de eso, y no van a aliviar la presión reguladora. En octubre de 2017 la Fed decidió reducir su balance tras comprar deuda por valor de más de 3 billones de dólares, desde entonces las reservas de los bancos en la Fed han comenzado a caer de forma paulatina.
La realidad es que en la medida que la Fed se retiró del mercado como comprador de deuda pública, los bancos entraron al mercado a partir de junio de 2017. Pero la rebaja fiscal de Trump de diciembre de 2017 supuso el retorno a Estados Unidos de 700.000 millones de dólares que las multinacionales tenían invertidos en deuda pública estadounidense en el exterior. Esto creó más oferta de deuda en el mercado. Los bancos dedicaron parte de sus reservas a comprar bonos del Tesoro tras la salida de la Fed del mercado interbancario en este contexto, reduciendo el dinero disponible para los préstamos entre entidades. La tensión de liquidez apareció por primera vez tras estos hechos en junio de 2018 en el mercado de fondos federales, cuyo tipo es una referencia para la política monetaria de la Fed, y el banco de bancos recortó tipos para aliviar las tensiones, pensando que si bajaba la remuneración de los fondos excedentes los bancos se prestarían dinero entre ellos.
Pero en diciembre la subida de tipos de interés en otros plazos por la Fed provocó una nueva retracción en la compra de bonos del Tesoro por parte de los inversores extranjeros, y los bancos debieron entrar al mercado, detrayendo más dinero que de otra forma podría haber ido al mercado de repos. En marzo de 2019 los inversores redujeron su compra de bonos del Tesoro a 10 años, provocando una inversión en la curva de rentabilidad, con una caída en el largo plazo quedando por debajo del corto plazo, una señal que los inversores tomaron como una advertencia de que había recesión en puerta. De momento no ha sido así, pero en julio de este año el Congreso estadounidense levantó el techo para la emisión de deuda pública del Tesoro por dos años, a la vista de que el déficit se muestra imparable y que la Casa Blanca no va cejar en el gasto so pena de deteriorar más su prestigio.
Desde julio el Tesoro se ha dedicado a colocar deuda fresca entre los inversores lo cual ha drenado aún más dinero del mercado de repos. Para mayor complejidad de la situación China ya no dispone de los excedentes que exportaba y que invertía de forma significativa en deuda del Tesoro de Estados Unidos, sino que por el contrario necesita de sus propios excedentes para financiar su déficit público. Las cifras del déficit bajo la Administración Trump se han disparado, alcanzando para este año el billón de dólares, superando el 4% del producto interior bruto que se alcanzó el año pasado con un déficit de 779.000 millones de dólares. Los analistas esperan que ese déficit se mantenga por encima del billón en el 2020 y 2021. Financiar ese festival no resultará sencillo.
Esta es una clara indicación de que es el inmenso endeudamiento del estado el que está secando la liquidez en la banca, en la medida que la existencia de un mercado rentable para la liquidez bancaria es harto dudosa. En estas condiciones la liquidez no va a ir a parar al circuito interbancario, sino a la financiación del déficit público, en la medida que las autoridades bancarias consideran que la deuda pública supone riesgo cero, mientras que el crédito está penalizado por los coeficientes en proporción a su riesgo.
El sistema bancario estadounidense está cargado hasta los topes de deuda subprime de todos los tipos y colores, desde la adquisición de automóviles hasta los créditos a estudiantes, el crédito revolving a las familias de bajos ingresos que jamás se amortiza, y sectores como el petrolero donde lo mejor que se puede esperar es una cadena de quiebras. A Trump, como a Bolsonaro, las cuentas se le pueden chafar de forma inesperada. Y a los bancos ni que decir. El festín maniaco de la deuda está en marcha. El comensal chino está ausente en la mesa. Los bancos se lo comen todo, de momento. Pero el crédito interbancario se muestra reticente. Cualquier analista serio diría que algo está por pasar en algún lugar en esta cadena. Lo que no se sabe es cuando.
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