Chicago, una semana con 40 grados de diferencia entre la mínima y la máxima
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El vórtice polar se aleja de Estados Unidos después de haber roto o empatado más de 680 registros de temperatura
Chicago
De repente, un sonido desconocido para los habitantes de Chicago se oye en la ciudad. Es fuerte y profundo. Asusta. Los expertos lo llaman el “terremoto de escarchas”. Es un fenómeno extraño que sucede cuando el agua subterránea se congela y se expande velozmente convertida en hielo. Esta nueva masa helada empuja a las rocas, que se resquebrajan y crujen tan fuerte que llega a retumbar en el pecho. El grito de las piedras es una de las secuelas de la masa de aire ártico, conocida como vórtice polar, que ha azotado esta semana al Medio Oeste y Noreste de Estados Unidos y que ha causado al menos 21 muertos. A nivel histórico, se rompieron o empataron más de 680 registros de temperatura, según el Centro Climático Regional del Medio Oeste. Al término de esta semana, la temperatura en Chicago va a haber oscilado 40 grados en cinco días: desde una mínima de -29 grados Celsius a una máxima de 9 grados prevista para el domingo.
Gustavo Méndez, de 26 años, sabe lo que implica el congelamiento de las entrañas de la tierra. El empleado de la compañía de gas de Chicago trabajó durante las noches más frías de las que ha sido testigo la ciudad en las dos últimas décadas. Vestido con dos camisetas, dos jerséis, una chaqueta y un pasamontañas, estuvo toda la mañana desperfectos del subsuelo. “En algunas ocasiones, cuando la tierra se mueve rompe las tuberías. Nosotros teníamos que detener esas filtraciones”, comentaba este viernes. Con una sensación térmica de -45º, cerca de un centenar de sus compañeros se excusaron para no ir a trabajar. Méndez, motivado por la paga extra de la nocturnidad, no fue uno de ellos. Cada media hora abandonaba las carreteras en obras para ir al camión a coger algo de calor. Una de las llamadas que recibió era de Rogers Park —un barrio que bordea el lago Michigan, que desde hace días está cubierto de una capa de hielo— para alertar de que dos calles estaban sin gas, la semana que se rompió el récord de consumo.
Para quienes no tenían cómo calentarse, como los vagabundos, las ciudades montaron refugios de emergencia. En la ciudad de los vientos, donde hay más de 16.000 personas viviendo en la calle, se establecieron 270 refugios en edificios federales, centros sociales, bibliotecas e incluso estaciones de policía. Cristina Villarreal, del Departamento de Familia y Servicios de Apoyo, comentaba este viernes que a las 3.060 camas que tenían a disposición en sus refugios, tuvieron que agregar otras 500 por la alta demanda. “También hay muchos vagabundos que no quieren dejar sus pertenencias en la calle o que no confían en el Gobierno, así que fuimos a donde estaban con autobuses con calefacción. Dentro, había una trabajadora social, una doctora y una enfermera para atenderlos”, explica orgullosa del trabajo colaborativo que vio en la comunidad.
Al inicio de la semana, cuando anunciaron la llegada de una explosión de aire ártico, el presidente Donald Trump aprovechó la ocasión para ironizar nuevamente sobre el calentamiento global: "En el hermoso Medio Oeste, la sensación térmica está alcanzando los -51 grados, el mayor frío registrado. En los próximos días, se espera que se enfríe aún más. La gente no puede estar en la calle, ni siquiera unos minutos. ¿Qué diablos está pasando con el calentamiento global? ¡Por favor, vuelve rápido, te necesitamos!". Ben Deubelbeiss, meteorólogo el Servicio Meteorológico Nacional (NWS, por sus siglas en inglés) ha aclarado que el vórtice polar no tiene relación con el calentamiento global y que está asociado a olas de frío extremo, como las que hubo en enero de 2014, 1989 y 1985. “Lo que aún se está investigando es si el cambio climático influye o no en estos fenómenos”, agrega.
La ola de frío extremo dejará algunas imágenes en la memoria colectiva, como el “desafío” viral de arrojar agua hirviendo al aire libre y comprobar que se congelaba antes de llegar al suelo. O la imagen área donde solo se veía las puntas de algunos de los edificios más altos de EE UU y todo el resto de la ciudad cubierto de una espesa neblina, tan blanca como la nieve que escondía los ríos y lagos. Rozando la barrera del menos cero, pero aún sin poder atravesarla, la ciudad ha vuelto a despertar. En la calle se vuelven a ver los rostros de los transeúntes, han aparecido los niños, y los turistas, como no, ya se atreven a desnudar su mano para hacerse un selfie en la emblemática escultura de acero Cloud Goat.
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