El fujimorismo afronta desbandada de su capital político en Perú.
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Hoy queda un bloque en aparente proceso de disolución, cuestionado por sus miembros y gestionado por un Comité de Emergencia.
El último mes ha sido el más negro para el partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori.
El partido fujimorista Fuerza Popular derrochó en apenas dos años el capital político que atesoraba y ahora afronta, acosado por la corrupción, los errores políticos y la situación legal de su líder Keiko Fujimori el riesgo de una desbandada de sus representantes y dirigentes.
Del partido que en abril del 2016 se convirtió en la fuerza hegemónica de la política peruana tras arrasar en las elecciones generales - 73 diputados sobre 130 -, hoy queda un bloque en aparente proceso de disolución, cuestionado por sus miembros y gestionado por un Comité de Emergencia que tiene la tarea de salvar lo posible ante un naufragio que parece inminente.
El último mes ha sido el más negro para el partido, que no pudo reaccionar coordinadamente ante los embates políticos y judiciales, sino que terminó enredándose y complicándose aún más con cada paso que daba para afrontar la crisis.
Pase lo que pase con el futuro de Keiko Fujimori, quien desde el domingo afronta una audiencia judicial que puede determinar su ingreso en prisión acusada de lavado de activos, a día de hoy parece muy complicado que su partido vuelva a recobrar, al menos en el corto y medio plazo, la ascendencia sobre toda la vida política peruana de la que hizo gala hasta hace apenas semanas.
La caída, según denuncian cada vez mayor número de críticos, está estrechamente vinculada a los problemas legales de Fujimori, considerada culpable por casi el 80% de los peruanos, según las encuestas.
La verticalidad y el autoritarismo en la gestión del grupo, el revanchismo ante los que percibe como enemigos políticos y el haber privilegiado intereses particulares a los generales del Estado, son otras de las críticas que se le hacen a Fuerza Popular, particularmente por aquellos diputados que han ido abandonando la agrupación con el paso del tiempo.
El derribo del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, quien en el 2016 derrotó a Fujimori en una agónica segunda vuelta electoral, pero que dimitió en marzo de este año acosado por la corrupción de Odebrecht y azuzado por los fujimoristas, parece ser muestra de ello.
En ese complejo proceso, Keiko y su núcleo duro se llevó por delante incluso a Kenji Fujimori, hermano de la líder, opuesto a sus designios y cabeza visible de un grupo de diputados fujimoristas críticos.
Así lo vieron analistas y rivales políticos, pero también la ciudadanía, que a principios de este mes, ya en plena crisis, lo hizo desaparecer en la práctica en las elecciones municipales y regionales.
"El fujimorismo ha sido una fuerza política malencarada, tumultuosa y vociferante. Revanchista hasta la insolencia y sobre todo carente de proyecto. Como era previsible, la ciudadanía se fue cansando de tanta mediocridad", analizó el miércoles en el New York Times el politólogo peruano Alberto Vergara.
La estructura del partido comenzó realmente a desmoronarse a partir de la detención de Fujimori y varios de sus colaboradores más estrechos el pasado día 10 de octubre.
A partir de ahí, una serie de filtraciones y sospechas internas hicieron evidente que miembros del círculo interno de Fujimori, como al final se comprobó, habían colaborado con la fiscalía en sus investigaciones.
El golpe más duro para la imagen y la estabilidad interna parece haber provenido de la difusión del contenido de un chat del núcleo duro del fujimorismo.
Allí se revela el dominio absoluto de Fujimori sobre la bancada, quien ordenaba incluso si los diputados debía o no aplaudir discursos y dictaba qué consignas se debían corear y cuáles no.
Esos mensajes evidenciaron también el apoyo que el partido hizo a personajes como el Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, sobre el que pesan severas sospechas de connivencia con el fugado juez supremo César Hinostroza, así como el desprecio del grupo hacia el presidente Martín Vizcarra.
Desde entonces hasta la fecha, dejaron el partido dos diputados, entre ellos Daniel Salaverry, presidente del Congreso, dimitió el secretario general del mismo, José Chlimper y se aceptó la renuncia de sus tres portavoces parlamentarias.
En el ínterin, hasta 30 diputados habrían exigido cambios en la gestión y políticas del partido y cinco de ellos se reunieron con el presidente Vizcarra para analizar la "gobernabilidad" de Perú, sin avisar al liderazgo de Fuerza Popular.
La factura amenaza aún con ampliarse según se van conociendo más detalles del rígido y poco amable comportamiento interno del fujimorismo y en función de las evoluciones de las audiencias contra su líder.
Si finalmente la líder entra en prisión, como muchos dan por hecho en el país, la desbandada será con toda seguridad insostenible.
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