¿Pueden las máquinas sustituir a médicos, bomberos o sacerdotes?
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El riesgo de automatización o transformación existe para prácticamente cualquier profesión, incluso para algunas que requieren cercanía y empatía humana
El maestro Xianfan junto a su alter ego robótico, Xian'er, en el templo budista de Longquan. CORDON REUTERS
SILVIA LEAL
17 MAY 2017 - 07:15 CEST
Los investigadores de la Universidad de Oxford lo han dejado muy claro en su informe The Future of Employment: médicos, bomberos y sacerdotes están a salvo de los robots, y pueden descansar tranquilos. El riesgo de ser sustituidos por ellos se encuentra por debajo del 20% en la clásificación del estudio, mientras que profesiones como la de árbitro, o vendedor telefónico, alcanzan el 90%. Son trabajos que necesitan mucha intuición, empatía y trato social, lo que hace muy difícil que, al menos en el corto plazo, sea posible un reemplazo.
No obstante, esto no implica que el riesgo sea inexistente para ellos ni que todos los amenazados vayan a desaparecer. La naturaleza de este proceso es mucho más sencilla. Por todo ello, dedicaré las próximas líneas a analizar el impacto de la nueva era de la robótica sobre seis profesiones que a todos nosotros nos resultan muy cercanas y que lo ilustran con gran claridad: profesionales de la hostelería, policías y carceleros, los servicios asistenciales, el cuerpo de bomberos, los sacerdotes y los profesionales de la medicina.
Profesionales de la hostelería:
El primero en contratar robots-camareros en China fue el Dalu Robot, un establecimiento de la ciudad de Jinan especializado en el Hot Pot (caldero mongol). Lo hizo en 2010, abarcando las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo. Los robots, que no servían la comida sino que se limitaban a acercarla a la mesa, habían sido desarrollados por la empresa Shandong Dalu Science and Technology y tenían un precio de venta unitario de unos 5.500 euros.
En 2013, la ciudad china de Harbin también abrió un establecimiento con un equipo de robots: el Haohai Robot Restaurant. Esta vez, a diferencia del anterior, trabajaban además en la cocina. Eran un total de veinte autómatas (con aspecto de androide) que se encargaban de casi todo, desde la reserva de la mesa hasta de servir las bandejas. Tan solo necesitaban algo de ayuda para cortar la carne y la verdura.
En el hotel japonés Henn-na, lo que se traduciría como "Hotel extraño" u "Hotel extravagante", solo se utilizan robots para la atención de los clientes. Su propietario, Hideo Sawada, tomó la decisión para "crear el establecimiento más eficiente y productivo del mundo". De esta forma, el precio por habitación está entre los 50 y los 140 euros, muy por debajo las tarifas propias del país.
El establecimiento, que, por cierto, está ubicado en el parque de atracciones de la ciudad de Sasebo, ofrece una experiencia inolvidable. Con todo, algunas de las personas que han pasado por allí recomiendan tomar nota sobre dos posibles mejoras: la rapidez en las gestiones y la calidez en la atención.
Policías y carceleros:
AnBot es un robot-policía (1,50 m y 78 kg) diseñado por la Universidad de Defensa Nacional para patrullar las calles de China. Por su aspecto, ha sido descrito como una mezcla entre el R2-D2 de Star Wars y los daleks de la serie del Doctor Who. A mí me parece que podría confundirse, más bien, con un contenedor o, incluso, con un enorme buzón de correos.
AnBot posee una sofisticada tecnología de reconocimiento facial y múltiples sensores que le permiten detectar focos de problemas: armas, explosivos, estupefacientes, incendios… Asimismo, está programado para acudir a socorrer a la población (alcanza los 18 km/h) y puede actuar directamente, y bajo su propio criterio, contra sospechosos y delincuentes, dado que tiene una enorme garra metálica (que los puede sujetar) y despide una corriente eléctrica que sirve para inmovilizarlos. Sus creadores han anunciado que pronto saldrá a la venta por un precio en torno a 12.000 euros.
El 'robocop' de Dubái.
Los que sí tienen fecha de estreno son los robots policía de la ciudad de Dubái: empezarán a patrullar este mismo año. Al principio se encargarán de recorrer zonas poco conflictivas (como parques públicos o centros comerciales), por lo que no irán armados. Su función será ayudar a los turistas que necesiten información sobre la ciudad, por lo que se espera que hablen seis idiomas y que sepan bromear.
Para finalizar, dedicaré unas líneas a la prisión de Pohang, ubicada en Corea del Sur. Allí, la vigilancia de los presos está a cargo de robots supervisados por guardianes de carne y hueso. Tienen una altura de 1,5 metros y un aspecto sorprendentemente infantil.
Gracias a su inteligencia artificial son capaces de detectar patrones de conducta como, por ejemplo, intentos de suicidio, peleas o un posible motín. Su compañía es especialmente útil en caso de conflicto, dado que permiten establecer la comunicación con los presos sin poner en peligro la vida de un guardia.
Cuidador de niños y ancianos:
PARO (2,5 kg), rebautizado en España como Nuka por motivos obvios, es un adorable robot interactivo con aspecto de bebé foca. Desarrollado por el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada de Japón (AIST), toma su nombre del acrónimo de Personal Assistant Robot (robot asistente personal).
Aunque el primer prototipo fue diseñado en 1993, su comercialización no empezó hasta una década después, en concreto en el año 2004. Desde entonces, hace compañía a miles de ancianos que residen en países como Japón, donde el rápido envejecimiento de la población ha pasado a convertirse en un reto muy complicado de gestionar.
PARO está programado para "educar" emocionalmente a su dueño. De esta forma, tiene incorporados múltiples microchips y cinco tipos de sensores (luz, temperatura, tacto, audio y posición) que le permiten percibir su comportamiento y, cuanto más se le acaricia, más cariñoso se vuelve y viceversa. En particular, ha demostrado ser una herramienta de gran efectividad frente a problemas como la ansiedad, la tristeza o la demencia.
El robot PARO en una residencia de ancianos china.ampliar foto
El robot PARO en una residencia de ancianos china. CORDON REUTERS
Este robot posee además un sistema de inteligencia artificial que le permite aprender. Si recibe un golpe tras hacer algo que no le gusta a su dueño, no lo volverá a hacer y si, por el contrario, recibe una caricia, siempre que pueda volverá a repetir esa conducta. Para conseguirlo, su creador, el experto en robótica Takanori Shibata, ha contado con el apoyo de reconocidos colegas de profesión, pero también de un importante equipo de psicólogos, terapeutas y médicos.
Con un precio en torno a los 6.000 euros, ha logrado un éxito rotundo en países como Dinamarca, donde el 80% de los municipios se han hecho con un ejemplar para sus centros asistenciales. Esto ha supuesto unas ventas de más de 4.000 unidades en el mundo, cifra que sus dueños esperan multiplicar en breve, dado que pronto recibirá la certificación como dispositivo médico por parte de las autoridades europeas.
Aquellos que quieran conocerlo mejor, lo tienen muy fácil. PARO protagonizó el episodio Old People de la serie de Netflix Master of None. Igualmente, actuó en el episodio Replaceable You ("Reemplazable tú"), número 490 de Los Simpson.
Este tipo de autómatas tienen además que ser divertidos. Meebo es un curioso robot de la compañía japonesa UniFa, diseñado para la observación (y vigilancia) parental de los niños durante las horas de guardería. Tras su lanzamiento en 2015, quedó posicionado como una alternativa frente a las cámaras de grabación tradicionales. Sin embargo, Meebo es también un objeto de entretenimiento, dado que, durante la monitorización, bailan con los pequeños e incluso les hacen preguntas. Se espera que pronto sea capaz de medir la fiebre de los niños sin tener que tocarlos.
El cuerpo de bomberos:
El bombero es un profesional muy valorado porque cada día se juega la vida por nosotros en el servicio de extinción de incendios y el salvamento de aquellos en situación de riesgo. En la Universidad de Berkeley (California) han desarrollado un robot que les puede apoyar en esas tareas, de momento sin aspiraciones de sustituir a los humanos.
El robot, bautizado como CRAM, tiene el aspecto de una cucaracha y el tamaño de la palma de una mano. Al igual que su fuente de inspiración, es capaz de moverse en un estado de aplastamiento que reduce su tamaño a la mitad sin reducir su velocidad, por lo que está siendo desarrollado para la localización de supervivientes tras catástrofes naturales o atentados terroristas. Ya han mostrado interés, entre otros, el Centro de Búsqueda y Rescate Asistido por Robots y la Agencia Federal de Emergencias de Estados Unidos.
Las abejas robóticas de Harvard.
En Harvard un equipo de expertos ha fabricado un robot con el aspecto, el peso y el tamaño de una abeja real. Bautizadas como RoboBees, servirán para ayudar en tareas de rescate, así como para detectar compuestos químicos nocivos.
A diferencia de los drones tradicionales, pueden apoyarse en superficies tan delicadas como la hoja de un árbol o el cristal, lo que extiende el tiempo de vuelo de estos aparatos. Esto ha sido posible gracias a un sistema de espuma que amortigua los impactos y que evita que reboten. Las RoboBees llevan, además, un sistema de cámaras y pronto tendrán su propio "cerebro", con el que podrán encargarse, por sí solas, de misiones de alto riesgo y complejidad.
Sacerdotes:
En el viejo templo de Longquan, en Pekín, disfrutan de la compañía de Xian’er (60 centímetros), un monje robot que, desde hace casi un año, atrae a muchos visitantes. Aunque parece recién salido de una película infantil, Xian’er canta mantras budistas y mantiene conversaciones básicas sobre la religión y la vida en el templo.
Para sorpresa de todos, ha resultado ser un vehículo perfecto para dar a conocer su doctrina filosófica y los dogmas de fe. En palabras de su creador, el maestro Xianfan, es una demostración más de que "la ciencia y el budismo no se contradicen, se pueden combinar y son compatibles entre sí".
El robot-monje en el templo budista de Longquan.ampliar foto
El robot-monje en el templo budista de Longquan. CORDON REUTERS
Su eficacia ha sido tal que el presidente de la asociación budista del país, el maestro Xuecheng, ha declarado en la televisión CCTV que: "Los budistas no solo deberían aspirar a la iluminación a través del aprendizaje, la meditación y la cultivación del día a día para obtener energía positiva de la doctrina budista. También tendrían que aportar más a la sociedad, transformar sus propios beneficios, bondad, compasión y sabiduría para los demás a través de Internet y los nuevos medios".
Xian’er puede presumir de ser el monje mecánico más mediático del momento, pero no de haber sido el primero en servicio, ni tampoco será el último. Desde 1999 también hay un robot monje en el antiguo templo budista de Hotoku-ji en Kakogawa, Japón. Fabricado con piezas recicladas de bicicletas, radiocasetes y lavadoras por un técnico de ferrocarriles de 65 años, Yoshihiro Motooka, hoy es el encargado de dar la bienvenida a los nuevos fieles.
En este caso, el robot tiene la cabeza rasurada, orejas prominentes y un aspecto que recuerda al de sus compañeros de carne y hueso quienes, al igual que él, permanecen arrodillados mientras sostienen en su mano izquierda la cuerda de un juzu (rosario con cuentas). De esta forma, permanece quieto la mayor parte del tiempo, en posición de meditación. Tan solo despierta cuando alguno de sus sensores detecta la llegada de un devoto, lo que hace que se lance a recitar sutras budistas, al tiempo que con su mano derecha toca un mokugyo (instrumento de percusión también conocido como pez de madera).
Servicios médicos:
Hospitales de todo el mundo cuentan, en la actualidad, con un cirujano robótico en los quirófanos: el sistema quirúrgico Da Vinci de la empresa estadounidensa Intuitive Surgical. Su aspecto no es el de un médico humanoide, sino que parece, más bien, un montacargas con brazos robóticos. Sin embargo, puede presumir de realizar más de 500 000 operaciones al año.
La historia comenzó, en los años 80. El Pentágono y la NASA compartían un sueño: una tecnología que permitiera operar a distancia a soldados y astronautas y, por ello, acordaron unir su equipo científico y la financiación para hacerlo realidad.
A mediados de los 90 llegaron los primeros prototipos, en el año 2000 la licencia de las autoridades sanitarias de Estados Unidos para operar a seres humanos, y en 2001 tuvo lugar la primera intervención transoceánica. Un equipo médico que estaba en Nueva York extirpó la vesícula de un paciente que se encontraba en Estrasburgo (Francia).
Cinco robots cirujanos en acción.
Gracias a una consola, el médico mueve los brazos del robot como si fueran los suyos propios. Estos tienen en los extremos las herramientas necesarias para operar (tijeras, bisturí…) y varias cámaras que permiten al cirujano ver el interior de cada paciente en tiempo real. Son imágenes tridimensionales y ampliadas, lo que hace que durante la intervención tenga la sensación de haberse metido dentro del cuerpo del paciente.
En otras palabras, esta tecnología incrementa la visibilidad y la precisión, lo que reduce el tiempo de operación hasta un 50% y mejora las habilidades del profesional médico. Consigue operaciones mínimamente invasivas y más exactas, lo que acelera enormemente el tiempo de recuperación. También elimina el riesgo de un posible temblor, pudiendo acabar por completo con los errores humanos.
El precio es la otra cara de la moneda. Hacerse con uno de estos equipos cuesta en torno a 2 millones de euros, lo que explica que su presencia en Europa sea mucho más reducida, en torno a una cuarta parte, y que, en el caso de España, la cifra no llegue ni al 20 % de penetración.
El sistema quirúrgico Da Vinci no es una amenaza para el futuro laboral de los cirujanos, dado que son ellos quienes toman las decisiones y manipulan el movimiento de la máquina. Se trata, por el contrario, de un instrumento quirúrgico más que, sin embargo, sí repercute directamente sobre la forma en la que estos llevan a cabo su trabajo y, por supuesto, sobre el perfil de quienes colaboran en sus intervenciones.
Con la llegada de los nanorrobots, sucede algo semejante. Su origen se remonta a 1959, año en el que, por primera vez, se menciona el término "nanotecnología". Lo hizo el físico teórico Richard Feynman en un discurso que bautizó como Hay mucho espacio ahí abajo.
La Universidad de Montreal ya ha logrado curar con nanorrobots el cáncer de colon en ratones
La nanotecnología puede definirse como la manipulación de la materia a escala nanométrica (unidad de longitud equivalente a una mil millonésima parte de un metro). La aplicación de la nanotecnología a la práctica médica recibe el nombre de "nanomedicina", disciplina que está experimentando, entre otros, sobre el uso de nanorrobots para el transporte de fármacos dentro del cuerpo.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Montreal (Canadá) ya ha logrado curar con nanorrobots el cáncer de colon en ratones. Esto podría marcar un antes y un después en la lucha contra la enfermedad, paliando los terribles efectos secundarios que tratamientos como la quimioterapia tienen actualmente sobre los cuerpos enfermos. Podremos tardar más o menos en ver este nuevo tipo de tratamiento en nuestros hospitales, pero no tengo ninguna duda de que llegarán.
Si médicos y enfermeras pasan de aplicar tratamientos de quimioterapia y radioterapia a inyectar ejércitos de nanorrobots, es más que evidente que su perfil profesional cambiará pero seguirán siendo necesarios. Es imprescindible prepararse para aprovechar las oportunidades que traen los nuevos tiempos.
Para terminar me gustaría volver al principio, al caso de los robots camareros de China, desde donde nos llega una historia francamente inspiradora. Guangzhou (o Cantón) es una de las ciudades más ricas de China, y todo un referente en productividad, gracias a la velocidad a la que se está robotizando su tejido industrial. Hace tan solo unos meses, los medios de comunicación internacionales se hicieron eco de una sorprendente noticia protagonizada por sus restaurantes locales: dado su bajo rendimiento, habían decidido despedir a los camareros-robot.
Sus camareros mecánicos, que no pedían aumentos de sueldo ni hacían huelga, tenían serios problemas para servir sopa sin salpicar, chocaban continuamente unos contra otros y se averiaban muchísimo. Constituyen una buena referencia para entender los peligros y los retos a los que se enfrentan tanto los profesionales como las empresas tras la llegada de la revolución digital. En contra de lo que muchos puedan pensar, no todo vale.
Silvia Leal es consejera y experta en inno-liderazgo y transformación digital. Doctora en Sociología y asesora de la Comisión Europea en competencias digitales, liderazgo y emprendimiento y directora del Programa en Dirección TIC & Innovación Digital de IE Business School. Es autora de los libros e-Renovarse o morir, Ingenio y Pasión e Ingenio, Sexo y Pasión (LID Editorial).
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