Desempaquetado: ¿Por qué Israel organiza silencio mediático sobre sus bajas militares?
Irán golpeó el 1 de octubre instalaciones militares en Israel con misiles balísticos de largo alcance, tras semanas de contención estratégica.
Por: Syed Zafar Mehdi
En una operación militar de represalia tras semanas de contención estratégica, Irán lanzó el 1 de octubre un bombardeo sinfónico de misiles balísticos de largo alcance contra instalaciones militares clave de Israel en y alrededor de Tel Aviv.
Cada misil, con una cabeza de guerra pesada, alcanzó su objetivo, atravesando múltiples capas de defensa aérea como si fueran nubes ligeramente incómodas, dejando a la tan publicitada infraestructura militar de Israel tambaleándose.
A medida que se asentaba el polvo y comenzaban a emerger verdades incómodas, el régimen israelí impuso rápidamente un apagón informativo, prohibiendo cualquier discusión sobre el número de bajas o la magnitud de los daños.
Después de todo, es más fácil proclamar la invencibilidad cuando nadie ve los vidrios rotos. El régimen se jacta de su invulnerabilidad militar y de sus sistemas de radar impenetrables. Los misiles iraníes los redujeron a escombros.
Entre los objetivos clave estaban la base aérea ‘Tel Nof’ cerca de Tel Aviv, la base aérea ‘Nevatim’ que alberga aviones F-35, la base aérea ‘Ramon’ y la base aérea ‘Hatzerim’, entre otras.
Para los pocos periodistas lo suficientemente audaces como para informar sobre la operación ‘Verdadera Promesa II’ y los daños causados, como Jeremy Loffredo del sitio Grayzone, atreverse conllevaba un precio: detenciones rápidas y cargos inventados, una “recompensa” moderna por buscar la verdad.
Sin embargo, la información tiene la costumbre de filtrarse, y así ocurrió: informes sobre los enormes daños infligidos por misiles iraníes como Qadr, Emad y el hipersónico Fattah-1, recordando que no todos los sistemas militares de alta tecnología pueden resistir el poder de los misiles iraníes.
No es por nada que Irán es hoy conocido como una potencia en misiles y drones en el mundo.
Los misiles no destruyeron solo la infraestructura militar. Decenas de soldados destacados en estas bases también desaparecieron en el aire, aunque la línea oficial de Israel se mantuvo notablemente silenciosa, prefiriendo minimizar en lugar de ser transparente, para evitar más vergüenza y humillación.
Un periodista que habló con testigos en el lugar me contó que en la base aérea Nevatim, que ha servido como punto de lanzamiento para mortales ofensivas aéreas contra Gaza y más recientemente Líbano y que está situada en el desierto del Néguev, dijo que docenas de misiles impactaron dentro de la base, causando daños significativos.
El ataque paralizó la base y resultó en numerosas bajas militares. Sin embargo, el régimen se negó a reconocerlo públicamente.
También se refirió a los misiles que impactaron en Tel Aviv, cerca de la sede del Mossad (servicio de espionaje del régimen sionista), que destruyeron gran parte de la manzana, resultando en pérdidas tanto humanas como colaterales. Nuevamente, no se hizo público.
“Los coches quedaron completamente destruidos, los escombros cubrieron todo en un radio de 200 pies y el cráter del misil —que tenía al menos 50 pies de ancho— fue rellenado y cubierto con tierra casi de inmediato por las autoridades israelíes, lo que subraya cuán embarazoso fue esto para Israel, que a menudo se jacta de la eficiencia de sus sistemas de defensa antimisiles de mil millones de dólares”, me contó el periodista.
Solo unas semanas después, el 18 de octubre, el Movimiento de Resistencia islámica de El Líbano (Hezbolá) envió un mensaje menos sutil pero contundente, esta vez con una entrega mediante drones en un comedor, directamente a la unidad de reconocimiento de la Brigada Golani en la ciudad ocupada de Haifa.
Los medios israelíes inicialmente dudaron, antes de confirmar a regañadientes la muerte de cinco soldados. Sin embargo, a medida que fuentes bajo el manto del anonimato revelaron más tarde, el número real era mucho mayor, enterrado bajo capas de secreto y silencio que han llegado a caracterizar el procedimiento estándar de las fuerzas armadas sionistas.
Las recientes batallas terrestres entre el ejército israelí y los combatientes de Resistencia de Hezbolá en el sur del Líbano han llevado evidentemente a las fuerzas israelíes al límite, con testimonios de testigos que sugieren que las bajas israelíes ascienden a cientos, así como la destrucción de tanques Merkava, buldóceres militares, vehículos blindados, transportes de tropas y drones Hermes 450.
Sin embargo, el régimen en Tel Aviv solo filtra una fracción de estos números sombríos, contabilizando a los soldados en “decenas” en lugar de cientos para suavizar el impacto en la moral de los colonos que continúan viviendo con miedo.
El domingo, un portavoz del ejército israelí anunció de mala gana la muerte de un oficial y tres soldados del Batallón 8207, Brigada Alon (228) durante las batallas terrestres en el sur del Líbano con Hezbolá bajo la cláusula de “permitido publicar”. Por lo tanto, la publicación de dicho contenido debe ajustarse a estas ambiciosas “cláusulas”.
En Gaza, el número de muertos entre los palestinos ha superado trágicamente las 43 000 personas, la mayoría mujeres y niños, tras un año de agresión genocida que comenzó el 7 de octubre de 2023. Sin embargo, la resiliencia y determinación de los combatientes de las Brigadas Al-Qassam (Rama militar del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina, HAMAS), las Brigadas Al-Quds (brazo armado del movimiento Yihad Islámica Palestina) y otros brilla intensamente.
Los boletines diarios de estos grupos pintan un cuadro de operaciones complejas que continúan infligiendo un costo a las fuerzas del régimen, empleando un repertorio que incluye rifles Qassam Ghoul, proyectiles Al-Yassin 105, dispositivos explosivos Shuath y bombas de barril Thaqib. Incluso los palos que el mártir Yahya Sinwar inmortalizó.
Sin embargo, apenas escuchamos algo del ejército israelí sobre el número de bajas en estas operaciones. Se mantienen en silencio sobre las pérdidas mientras se jactan de sus propios crímenes genocidas.
Irán reconoció abiertamente el martirio de cuatro soldados tras los ataques israelíes en sus ciudades el sábado. Ni Irán ni el Eje de Resistencia, que abarca Líbano, Palestina, Yemen e Irak, ocultan sus pérdidas. HAMAS y la Yihad Islámica en Gaza, Hezbolá en Líbano y Ansarolá en Yemen honran a aquellos que caen en la lucha contra el régimen israelí y sus patrones occidentales.
Estos combatientes mueren por una causa, una causa mayor que la ambición personal. Ya sea el líder de Hezbolá, Seyed Hasan Nasralá, el comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, Abás Nilforushan, o el líder de HAMAS, Yahya Sinwar, estos hombres lucharon en las primeras líneas y abrazaron el martirio. Lo anhelaban y estaban preparados para ello.
Como observó acertadamente el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, en sus declaraciones del domingo, los sionistas no conocen a Irán, a la juventud de Irán, a la nación iraní, y aún no han comprendido adecuadamente “el poder, la capacidad, el ingenio y la voluntad de la nación iraní”.
Estos asesinos de niños simplemente no pueden comprender el espíritu de Irán ni la voluntad de hierro de su pueblo, y mucho menos la resistencia de los palestinos, libaneses y yemeníes, que llevan el martirio como una insignia de honor.
Esta es precisamente la razón por la que enormes procesiones fúnebres llenan Teherán, Gaza, la Cisjordania ocupada, el sur del Líbano y Sana (capital de Yemen), ya que el sacrificio por una causa es un honor para ellos. En contraste, las fuerzas del régimen israelí y los colonos se encuentran atrapados en un dilema de no pertenecer a ningún lugar y morir sin una causa.
La entidad sionista es un conjunto de asentamientos ilegales ocupados por colonos sin un sentido de pertenencia. Mientras los sionistas defienden una agenda para sus propios intereses políticos, aquellos a quienes mandan luchan por encontrar convicción en una tierra que no pueden llamar hogar, una tierra robada a sus habitantes originales.
La mayoría de los colonos, como Benzion Mileikowsky (mejor conocido como Benjamín Netanyahu), de ascendencia polaca, portan pasaportes extranjeros como una red de seguridad. La retórica de una “tierra prometida” no logra inspirar el nacionalismo, ya que es difícil sentir orgullo por un territorio que ha sido tomado de forma forzada e ilegal a otros.
En marcado contraste con la convicción inquebrantable y la determinación de los combatientes de la Resistencia, los soldados israelíes parecen desconectados, luchando no por una causa, sino por agendas políticas, por el colonialismo asentado.
Un ejemplo importante de esta desechabilidad es la doctrina Aníbal, un sombrío recordatorio del 7 de octubre de 2023, cuando las fuerzas israelíes mataron a sus propios soldados para evitar su captura por los combatientes de HAMAS, dejando a muchos soldados del régimen y colonos olvidados, convertidos en frías y desechadas estadísticas.
En Irán, Palestina y Líbano, los mártires inspiran a generaciones a continuar su legado. La antorcha de Seyed Abás al-Musavi fue llevada adelante por Seyed Hasan Nasralá, y el legado del sheij Ahmed Yassin fue preservado por Ismail Haniya y Yahya Sinwar. El movimiento crece y la ideología se fortalece.
Por otro lado, los soldados o colonos israelíes caídos rara vez reciben tributos públicos. Son estadísticas en lugar de símbolos. Desde el 7 de octubre, un gran número de colonos ha huido de los territorios ocupados, mientras el régimen impone frenéticamente prohibiciones de viaje para frenar el éxodo.
La conscripción es impuesta a los colonos de manera involuntaria, con el trauma y la desesperación expandiéndose como una segunda ola. Si estos colonos o tropas mercenarias tuvieran la oportunidad, reservarían el próximo vuelo fuera de Tel Aviv. Saben que no pertenecen a la tierra ocupada. Hoy lo saben más que nunca.
Así, Netanyahu comprende que la divulgación de las bajas militares desmoralizaría aún más a una población de colonos ya asolada por el miedo y la ansiedad. La congelación de los informes de bajas es un movimiento calculado, una maniobra para evitar un despertar masivo ante los crecientes costos de la ocupación.
Muchos soldados y colonos israelíes perecieron el 7 de octubre a manos del ejército ocupante bajo la Directiva Aníbal. Hoy, nadie los conoce. Se han convertido en frías estadísticas, desperdiciados por una entidad ilegítima con una base inestable que cada vez más se enfrenta a su aniquilación.
Este es uno de los peligros de vivir en una tierra tomada por la fuerza. Un ocupante nunca puede pertenecer verdaderamente a la tierra ocupada, y una tierra ocupada nunca puede ser un hogar. Y un régimen construido sobre ilusiones y fuerza siempre se asentará sobre una base de arena, erosionada por cada acto de resistencia y cada nombre que intenta enterrar.
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