Vistas de página en total

martes, 12 de marzo de 2024

La difícil tarea de Xi Jinping de encontrar su milagro

 

La difícil tarea de Xi Jinping de encontrar su milagro

El régimen de Beijing se fijó una meta del 5 por ciento de crecimiento económico para 2024, algo demasiado lejano de la realidad del país

Compartir

Escuchar

Xi Jinping enfrenta una delicada situación económica (Imagen Ilustrativa Infobae)
Xi Jinping enfrenta una delicada situación económica (Imagen Ilustrativa Infobae)

El premier Li Qiang se puso de pie y caminó hasta el atril que tenía preparado para pronunciar uno de los discursos más esperados de la 14 Asamblea Nacional Popular China. En su mensaje, el antiguo pope del Partido Comunista Chino (PCC) de Shangai sorprendió. Dijo que la economía del país crecerá un 5 por ciento en 2024, una cifra por demás optimista. Li es uno de los hombres de mayor confianza de Xi Jinping. Con malicia, algunos conocedores del hermético círculo de poder del régimen aclaran: es de confianza hasta tanto pueda cumplir sus promesas.

Para cumplir aquel ambicioso pronóstico deberá obrar un milagro. O falsear las estadísticas, una costumbre del PCC que se remonta a tiempos de Mao. Sin embargo, si aún las maniobras divinas o la desesperación burocrática no fueran suficientes, el destino de Li podría asemejarse al de otros “hombres de confianza” del jefe supremo y terminar, súbitamente, con un juicio por “corrupción”.

China atraviesa -desde antes incluso del cierre total de su economía por el Covid-19 en 2020- algo más que una turbulencia económica. Sólo en el primer mes del año, las empresas que operan en las bolsas chinas perdieron más de un billón de dólares de su valor de mercado. El 5 de febrero fue otro día negro lo que provocó la caída del regulador bursátil, Yi Huiman. En su lugar, el PCC designó a Wu Qing como nuevo presidente de la Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China (CSRC).

Una encuesta de Bloomberg a economistas creen que el PBI de China crecerá, a lo sumo, 4,6 por ciento este año. ¿Cómo hará Li Qiang para alcanzar su juramento? El escenario es sombrío. Citan, en especial, dos factores determinantes: el jaqueado sector inmobiliario y la preocupante deflación. A estos dos puntos, más la caída en las bolsas, el régimen debe enfrentar, además, una desconfianza global sobre si podrá o no salir de esta actual crisis económica y cómo lo hará.


La actividad manufacturera se contrajo por quinto mes consecutivo en febrero y las exportaciones cayeron el año pasado por primera vez desde 2016. Los estados y condados acumulan enormes deudas. Comenzaron a crecer de forma exorbitante a partir de la pandemia ante el parate productivo. Pero esos desembolsos para rescatar las cuentas locales continuaron una vez concluidas las cuarentenas: fueron la “solución” que encontraron los economistas de Beijing ante el estallido de un superinflado sector inmobiliario que dejó de comprar tierras con las que se cubrían las cuentas deficitarias de los estados.

No es la única rémora que provocó el big-bang de la construcción china. Millones de ciudadanos contrajeron cuantiosos créditos que continúan pagando pese a que el valor de la propiedad que les prometieron sigue bajando a niveles históricos. Si tienen suerte, podrán habitar la vivienda soñada. Pero millones no contarán con esa fortuna: las ciudadelas fantasmas brotan en cada rincón del país. Es el peor escenario: sin casa y con deuda. Muchos ya prefieren olvidar sus hipotecas y dejar de pagarlas.

A este escenario se le suma la falta de confianza del consumidor. Endeudado y con una casa que vale menos de lo prometido, el chino medio decidió cuidar sus ingresos antes que gastarlos. La incertidumbre es absoluta. Un círculo vicioso que el régimen no sabe cómo resolver. Eso generó que los precios continuaran depreciándose. Nadie consume.

Pero esos factores no son los únicos: el descenso en la población y del índice de natalidad encienden también las alarmas a futuro. ¿Cómo sostendrá Beijing en las décadas venideras la mano de obra? ¿Y la costosísima estructura militar? La inmigración, a diferencia de los Estados Unidos, no es una solución ni a corto ni a mediano plazo. Nadie busca radicarse en un país que no ofrece libertades mínimas ni un “sueño” por el cual luchar.

El parate compromete también los índices de desempleo. El poder central decidió el año pasado dejar de publicar los datos de desocupación juvenil. Casi el 25 por ciento de esa masa laboral no encuentra trabajo. Mejor ocultar esos números. O dibujarlos: si una persona trabaja una hora en la semana ya es considerada empleada. Cualquier artilugio es aceptable para que la población no reciba malas noticias. Incluso, muchos de los universitarios que estudiaron para conseguir un puesto bien gratificado, no hallan ofertas acordes a sus conocimientos y formación. Es probable que muchos de ellos emigren en los próximos años antes de enfrentar su frustración. A eso hay que sumarle el acoso de Beijing contra la libre empresa, sobre todo aquellas del sector digital, que han pausado su expansión.

Otro de los índices preocupantes es el llamado Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF). Se refiere a la adquisición de terrenos y máquinas o equipos destinados a la producción de bienes y servicios. Durante los años de Xi, ese índice se derrumbó. Un artículo de Foreign Policy, firmado por Amit Kumar, del think tank indio Takshashila Institution, fue contundente: “Durante décadas, China se apoyó en una elevada tasa de FBCF para impulsar su economía, pero ha experimentado un descenso sostenido bajo el liderazgo del Presidente Xi Jinping. Como referencia, la tasa de crecimiento de la FBCF en los últimos 9 años (2014-22) fue del 6,7% de media, frente al 13% de los 21 años anteriores (1994-2014)”.

Kumar atribuye este considerable bajón, otra vez, al sector de la construcción y la burbuja alimentada durante años por el régimen. “La mayor parte de esta inversión procedió del sector inmobiliario, que constituyó una cuarta parte de las inversiones totales de China en activos fijos. Entre 1994 y 2014, el sector registró una tasa de crecimiento interanual de alrededor del 30%. Pero en los últimos ocho años, el sector inmobiliario ha registrado un crecimiento medio de solo el 4,2%, y se ha contraído un 10% entre 2021 y 2022″, explicó el académico.

Pero no es el único error que cometió Xi en materia económica. Además de detener por completo la economía con su eterno Covid-Cero, en el Congreso del PCC de 2022 y en 2023, el jefe del régimen remarcó la necesidad de incrementar el desarrollo del país sin dejar de lado el factor de la “seguridad”. Esto provocó una avalancha de medidas contra empresas que generaron mayor desconfianza interna y externa. Luego llegó la redefinición de la Ley de Espionaje, lo que dio un poder abrumador a las autoridades para intervenir en corporaciones tanto nacionales como extranjeras. De esta forma, allanaron firmas y recolectaron estadísticas y datos de clientes. Los inversores se espantaron.

La conclusión de Kumar es clara: “China no recuperará las altas tasas de crecimiento de 1980-2010, sino que se estabilizará en torno al 4%. Esto probablemente hará descarrilar el plan chino de transición de un país de renta media a uno de renta alta y, sin duda, hará mella en el sueño de Xi de transformar China en un país socialista avanzado. El tan temido miedo a la ‘trampa de la renta media’ es real para China”.

Sin embargo, habrá que prestar atención a otros factores. China no dejará de intentar su expansión militar y de infraestructura sensible en todo el planeta. Sobre todo en países en desarrollo o necesitados de recursos frescos. O corruptos. Tampoco habría que descuidar el Mar Meridional: un ataque a Filipinas Taiwán para distraer el descontento de la población por la magra economía podría estar en la cabeza iluminada del líder supremo. Es una herramienta común en dictadores acorralados. También podría significar su perdición. La historia está llena de ejemplos.

X: @Totipi

No hay comentarios:

Publicar un comentario