Guerra en Ucrania: malas noticias para el imperialismo occidental
Se cumplen casi doce meses de guerra en Ucrania. Un tiempo suficiente para entender las tendencias fundamentales de este conflicto interimperialista y sus vastas consecuencias para la lucha de clases, la economía y las relaciones internacionales. Estas son algunas de las conclusiones más importantes:
1.-El imperialismo occidental no ha logrado sus objetivos. La estrategia diseñada por el Departamento de Estado norteamericano ha hecho aguas: Rusia no está derrotada, ni aislada, ni las sanciones económicas han conseguido torcer el brazo del régimen de Putin. Mientras el PIB de Ucrania ha retrocedido en 2002 un 30,4%, la economía rusa se contrajo tan solo un 2,5%, muy lejos de la caída del 10% que los organismos occidentales pronosticaban en febrero de 2022. Incluso el FMI ha mejorado sus previsiones para Rusia, y espera que su PIB pueda crecer un 0,3% en 2023.
Los datos que van viendo la luz en los artículos periodísticos más serios son concluyentes: “Entre el 24 de febrero y el 15 de diciembre, la Unión Europea ha impuesto 10.300 sanciones a Rusia. Ya va por el décimo paquete de sanciones. Las sanciones debían servir para que Rusia perdiera la guerra o, por lo menos, la guerra energética. La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, dijo que su propósito era ‘arruinar’ a Rusia, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, dijo que el objetivo era ‘desmantelar, paso a paso, la capacidad industrial de Rusia’. Pero la economía rusa no se ha hundido. Sus ingresos por exportación de hidrocarburos han aumentado un 28% (…) La caja que sostiene la guerra de Moscú no se ha vaciado...”[1].
Otro artículo publicado el pasado 31 de enero en The New York Times insiste en estos puntos: “el comercio ruso parece haberse recuperado, en gran medida, al nivel anterior a la invasión de Ucrania en febrero pasado (…) En parte, eso podría deberse a que a muchas naciones les ha resultado difícil abandonar Rusia. Investigaciones recientes mostraron que menos del 9% de las empresas con sede en la Unión Europea y en el G-7 habrían vendido una de sus subsidiarias rusas. Y las firmas de transporte marítimo han visto un aumento en la actividad de las flotas que pueden estar ayudando a Rusia a exportar su energía, aparentemente eludiendo las restricciones occidentales sobre esas ventas (…) En general, las exportaciones chinas a Rusia alcanzaron un récord en diciembre, lo que ayudó a compensar una fuerte caída en el comercio con Europa. Los teléfonos Apple y Samsung también parecen comenzar a encontrar su camino de regreso a Rusia, desviados a través de países vecinos amigos (…) Y China ha aumentado las exportaciones de semiconductores a Rusia, aunque las importaciones totales de chips de Rusia se mantienen por debajo de los niveles anteriores a la guerra”[2].
2.-Tampoco el bloque de los aliados occidentales es hoy más sólido que hace un año. Algunos de los socios preferentes de EEUU, como Turquía, India y Arabia Saudí, han oscilado de manera evidente hacia el adversario. Las relaciones comerciales de estos países con China y Rusia se han disparado exponencialmente. Rusia ha seguido siendo el principal proveedor de petróleo de India en diciembre, con un volumen récord de 1,25 millones de barriles diarios (bpd). Por primera vez ha superado a los vendedores tradicionales de crudo a India, que eran Iraq y Arabia Saudí, copando el 25% de todo el importado por la India, el tercer país consumidor e importador de crudo del mundo[3].
Las compras chinas de petróleo ruso alcanzaron un promedio de 1,72 millones de bpd en 2022, un 8% más que en 2021, superando a Arabia Saudí. Y este último país exporta el 25% de su petróleo a China, una cifra que va a seguir creciendo. El otrora aliado de EEUU no solo ha rechazado las exigencias de Biden para que la OPEP incremente el precio del petróleo, sino que el pasado mes de diciembre, durante la visita a Riad del presidente chino Xi Jinping, Arabia Saudí y China acordaron elevar sus relaciones a la categoría de asociación estratégica. Y lo más importante, una parte sustancial del intercambio se realizará utilizando el yuan, lo que representa un paso más en la lucha contra el dólar, hasta ahora la divisa hegemónica en el comercio internacional.
3.-La burguesía occidental, tanto de EEUU como de la Unión Europea, ha sido incapaz de generar una movilización de masas a favor de su agenda imperialista en Ucrania, mientras que las que han reclamado el fin de las sanciones a Rusia han ganado un espacio muy fuerte en Chequia, Alemania o Hungría. La mayoría de la opinión pública en Europa no respalda la escalada para enviar más material bélico al régimen de Zelenski.
4.-La falta de credibilidad del Gobierno ucraniano, a pesar de la propaganda de guerra con que los medios de comunicación occidentales insisten cotidianamente, es un grave problema para EEUU y sus aliados. La idea de que el Ejecutivo de Zelenski lucha a favor de la democracia y la liberación nacional de Ucrania está cuestionada: sus vínculos con organizaciones fascistas y su celebración del nacionalismo supremacista ucraniano es tan evidente, que los esfuerzos por blanquear su imagen siguen sin calar en la dimensión necesaria.
5.-Las conquistas territoriales en Ucrania por parte del Ejército ruso se están consolidando. Si se lee atentamente los informes y reflexiones de los especialistas militares más serios del bando occidental, se revela lo que está pasando. Según el Jefe del Estado Mayor estadounidense, el general Mark Milley, Ucrania ha conseguido lo que podía militarmente. Más no es posible.
6.-La lucha por la hegemonía en Europa y en el mundo es la piedra de toque de esta guerra. La decadencia del imperialismo norteamericano y los reveses económicos y militares que ha cosechado en la última década —que se escenificaron con la retirada de los marines de Kabul— lanzaron a Washington a una batalla encarnizada contra China. Pero hasta ahora sus esfuerzos tampoco han servido de mucho. El capitalismo de Estado chino ha manifestado una gran fuerza.
7.-Durante el estallido de la pandemia con su política de covid cero y en la economía global, la resistencia de China a los embates de sus competidores está fuera de duda. En 2022 su superávit comercial con el mundo registró un nuevo récord: 877.600 millones de dólares, un 29,7% más que en 2021, y respecto a los EEUU alcanzó 404.100 millones de dólares, un 1,8% que en el año anterior[4]. Los avances en inteligencia artificial, en la producción, procesamiento y comercialización de materias primas esenciales, en el dominio de numerosas cadenas de suministros, en nuevas ramas productivas como el coche eléctrico —China controla el 77% de la producción mundial de baterías y es el mayor mercado de vehículos eléctricos, con un 52% de las ventas mundiales en 2021—, en la carrera espacial y en su maquinaria militar… representan un golpe devastador para EEUU. El imperialismo chino no ha necesitado, por el momento, enviar tropas fuera de sus fronteras para desafiar al coloso estadounidense y desplazar su liderazgo en numerosos mercados nacionales y continentales.
8.-Washington es el foco que genera la mayor inestabilidad económica, política y militar en el mundo. El Gobierno Biden, celebrado por la izquierda reformista como un adalid de progresismo y democracia, ha puesto en marcha una agresiva agenda proteccionista, militarista y nacionalista. De hecho, ha profundizado todas las tendencias previas del trumpismo a un nivel mucho más agudo.
9.-Imponiendo un rearme general a todos los países de la OTAN, empezando por Alemania, sus planes han ido muy lejos. Recientemente Japón sellaba sendos pactos con Estados Unidos y el Reino Unido de asistencia mutua militar en cualquier escenario, y procedía a aprobar un paquete de rearme que doblará sus gastos en defensa en los próximos cinco años, hasta los 314.000 millones de dólares, el 2% del PIB. Japón se convertirá en el tercer país que más gasta en armas, detrás de Estados Unidos y China. Y el argumento que el Gobierno nipón ha esgrimido para justificar este movimiento histórico es claro: la amenaza que supone China en el Pacífico.
10.-Si Asia es un escenario fundamental de esta batalla por la supremacía, no lo es menos el viejo continente. La intención de Washington de disciplinar a Europa, y especialmente a Alemania, está propiciando una hecatombe económica. La industria alemana se encuentra en una fase recesiva, sufriendo elevados costes de producción por pagar el crudo y gas importados de EEUU y de otros mercados a cuatro veces el precio de la energía rusa. La factura energética germana ha crecido en 2022 en 124.000 millones de euros, que es un 31% más que en 2021. El sector químico del país, el más expuesto a los crecientes costos de la energía, espera que la producción caiga un 8,5% en 2022, según la asociación industrial VCI, que advierte sobre “enormes cambios estructurales en el panorama industrial de Alemania”.
11.-Las divisiones en la clase dominante alemana son evidentes y se van a profundizar en los próximos meses. El gobierno encabezado por el SPD está corroído por contradicciones crecientes. Si sigue encarando el futuro inmediato con la sumisión manifestada hasta el momento, solo contribuirá a agudizar la crisis de su economía mientras EEUU se beneficia de la guerra comercial que ha lanzado sin ningún miramiento. Por eso no está descartado un giro brusco de la orientación alemana.
12.-La guerra imperialista es la expresión más acabada del callejón en que se encuentra el modo de producción capitalista. Los estudios sobre la desigualdad y la concentración de una riqueza obscena en manos de una minoría de oligarcas capitalistas proporcionan una radiografía bastante exacta del mundo. No lo decimos los marxistas revolucionarios, lo dicen los informes de los organismos del capital internacional.
David Malpass, presidente del Banco Mundial, al presentar el informe de perspectivas mundiales de esa institución señaló lo siguiente: “Los países emergentes y en desarrollo se enfrentan a un período de varios años de crecimiento lento impulsado por una pesada carga de la deuda y escasas inversiones; al mismo tiempo, el capital mundial es absorbido por las economías avanzadas que enfrentan niveles de deuda pública extremadamente altos y tasas de interés crecientes. El bajo nivel de crecimiento y de inversión empresarial agravará los retrocesos en materia de educación, salud, pobreza e infraestructura, que ya son devastadores, así como las crecientes demandas derivadas del cambio climático”[5].
13.-La guerra de Ucrania no es la causa de la crisis global del capitalismo, pero sí ha contribuido a hacerla más virulenta y extensa. La sacudida en la base material del sistema, la pérdida de su equilibrio interior, se está manifestando en la superestructura política con fenómenos cuyos precedentes nos remontan a los años treinta del siglo XX. Las divisiones generalizadas en la clase dominante reflejan el grado de polarización social y política que se ha alcanzado. Las tendencias hacia la extrema derecha, al bonapartismo y el totalitarismo son crecientes en segmentos de peso de la burguesía mundial. El trumpismo, el bolsonarismo no son accidentes, como tampoco lo son los giros, a derecha e izquierda, de amplios estratos de las clases medias, duramente golpeadas por la crisis. Las grietas del parlamentarismo burgués, de los partidos tradicionales de la derecha conservadora son parte del mismo fenómeno. Cerrar los ojos a acontecimientos que hunden sus raíces en la descomposición del sistema es un grave error, pero igual de erróneo es minimizar o despreciar la respuesta creciente de los trabajadores en todo el mundo y las perspectivas de una lucha de clases encarnizada que se va a instalar como un hecho dominante.
14.-La oleada huelguística en Gran Bretaña y en Francia muestra la fortaleza del movimiento obrero cuando se pone en marcha, su poder objetivo. La insurrección de las masas en Perú contra el golpe de Estado señala que las condiciones para la transformación socialista de la sociedad están maduras, pero estas encallan siempre en el mismo punto: la ausencia de una dirección revolucionaria a la altura de las necesidades históricas.
Qué podemos esperar en el escenario bélico a corto plazo
Sin duda, los cálculos iniciales de Putin y su Estado Mayor fueron equivocados. Pensar que barrerían rápidamente al Ejército ucraniano y que podrían forzar la liquidación del Gobierno Zelenski, promoviendo incluso un golpe militar, estaba fuera de lugar. Ellos mejor que nadie deberían haber concluido que EEUU no dejaría el terreno despejado para un resultado así.
Washington ha promovido esta guerra desde hace mucho tiempo. Su afán por cercar a Rusia con un bloque de países del antiguo Pacto de Varsovia asimilados a la OTAN, su insistencia en romper los acuerdos de Minsk II, su armamento y adiestramiento del Ejército ucraniano en las batallas que se desarrollan en el Donbás desde 2014 y su determinación para empantanar a Rusia, e indirectamente a China, en un conflicto interminable para asegurar su dominio en el continente europeo explican por qué se ha llegado al punto actual.
También es necesario insistir en que las tropas rusas, incluyendo a los mercenarios de Wagner, no están luchando por la democracia popular ni por el comunismo, tampoco combatiendo al nazismo. Esto último no es más que un señuelo del régimen para mantener un apoyo social dentro de Rusia, conectando con la memoria histórica de la guerra contra la invasión nazi en 1941. Los intereses imperialistas de Putin y de la oligarquía capitalista rusa son evidentes —el Donbás es una zona clave en reservas minerales, titanio, circonio, estroncio, litio, uranio, petróleo…— y los envuelven con argumentos defensivos y nacionalistas. Como consumado anticomunista y representante del chovinismo gran ruso, Putin dejó claro que se negaba a considerar a Ucrania como una nación con derecho a la independencia. Para este nacionalista reaccionario el crimen que cometieron Lenin y los bolcheviques fue permitir que Ucrania ejerciera su derecho a la autodeterminación.
EEUU y los aliados occidentales han proporcionado a Ucrania una ayuda militar que puede superar los 200.000 millones de dólares en solo once meses. No tiene precedentes algo así. Pensar, por tanto, que Zelenski está librando una guerra por la libertad nacional es completamente absurdo. A este pelele del imperialismo estadounidense, enriquecido igual que su camarilla con este maná, le importa un bledo el sufrimiento de su pueblo.
Pero todo este apoyo no ha permitido cambiar la correlación de fuerzas en lo esencial. En noviembre Rusia se retiró de la ciudad de Jersón para poder reordenar sus tropas. Y ha conseguido recuperar la iniciativa que había perdido. Ha fortificado sus posiciones y ha resguardado sus líneas de suministro de la famosa artillería de precisión ucraniana proporcionada por EEUU. En el Donbás está avanzando. La toma de Soledar y lo que está ocurriendo en Bajmut es un salto cualitativo.
Rusia ha conseguido que la batalla ahora se produzca en sus términos, obligando a Ucrania a destinar parte de sus mejores tropas y recursos en combates brutales en los que el Ejército ruso participa de forma secundaria: el peso lo llevan las fuerzas milicianas del Donbás y mercenarios de Wagner. La inteligencia alemana ha reconocido más de cien muertos al día solo en el área de Bajmut. A la vez, la campaña de bombardeos rusos a la infraestructura energética está complicando mucho la situación para Ucrania.
En las últimas semanas Washington y sus satélites (Gran Bretaña, Polonia, los bálticos, etc.) vienen proponiendo abiertamente una escalada militar. Plantean que es posible no solo derrotar a Rusia, sino hacerla retroceder de toda Ucrania e incluso expulsarla de Crimea. Para conseguirlo proponen el envío de armas más pesadas y ofensivas, poniendo el foco en los tanques Leopard alemanes y en los Abrams de EEUU. Todo esto con el coro belicista de la prensa burguesa y la burocracia de la UE desatado.
Pero hay que ser serios. La idea de derrotar con este material a Rusia probablemente no se la crea ningún general de la OTAN. Para empezar no se la cree el jefe del Estado Mayor norteamericano que, como hemos citado, ya planteó en noviembre que Ucrania no iba a poder avanzar mucho más después de la retirada de Jersón y habría que pensar en negociar.
En segundo lugar, Ucrania necesitaría mucho más que tanques no solo para expulsar a Rusia, sino simplemente para mantener las posiciones como hasta ahora. Necesita más tropas, por eso Zelenski ya está poniendo encima de la mesa un nuevo reclutamiento, y se ha visto obligado a endurecer las medidas para hacerlo posible (a punta de fusil en muchos casos), y para mantener la disciplina en el frente (incluyendo el aumento de penas de prisión para los soldados que desobedezcan órdenes). Pero no está claro de dónde va a sacar las decenas de miles de hombres necesarios para esta ofensiva
Necesita armas de todo tipo, pero no solo eso. Después de agotar los stock de origen soviético, está recibiendo vehículos, cañones y municiones de muchos tipos distintos. Eso es una pesadilla logística que, antes o después, mostrará sus límites. Tal como ha ocurrido en Bajmut, donde las retiradas ucranianas por falta de munición se han constatado, el problema puede replicarse.
Para una ofensiva del tipo de la que habla Washington no bastan los Leopard, hacen falta divisiones enteras de la OTAN. Y, para tener un sentido de la proporción y huir de la propaganda, hay que valorar la distancia real entre la agresividad de EEUU en todos los escenarios mundiales y su capacidad real para intervenir con tropas.
Detrás de esta actitud tan provocadora del imperialismo hay diferentes factores que se combinan. Por un lado, responder a los reveses en el campo de batalla y continuar la propaganda de guerra. Por otro, volver a poner el foco en Alemania. Pero Alemania es ya el segundo país en proporcionar ayuda militar a Ucrania tras EEUU. Para Washington está claro que no es suficiente. Berlín tiene que expiar las culpas de sus negocios con Rusia y China y demostrar que es un “chico de fiar” poniéndose en vanguardia de la guerra.
Esto es lo que ocurre en el escenario público, pero mientras Washington está en modo provocación total, el director de la CIA se reunía en secreto con Zelenski para dos cosas: trasladarle lo que saben de los planes rusos y, más importante aún, decirle que no saben cuánto tiempo más podrán mantener el nivel de ayuda actual. En parte lo achacó a la nueva mayoría republicana en el Congreso, con lo que podrían estar anticipándose a un posible bloqueo republicano de más fondos.
Es imposible separar las presiones sobre Alemania de los choques con EEUU por la guerra comercial declarada por Washington con sus políticas proteccionistas. Forma parte de las divisiones que atraviesan al imperialismo occidental en todas partes: dentro de EEUU, entre la UE y EEUU, dentro de la propia UE…
En estos meses Scholz ha estado culebreando, esquivando la cuestión. Pero el margen se acaba. Dentro de su Gobierno, Los Verdes se han convertido en la voz de Washington, como ya ocurrió en el pasado. La dimisión de la ministra de Defensa ha sido la imagen gráfica de esas fracturas. La elección de su sustituto, Boris Pistorius, un tipo del aparato del SPD elegido por Scholz para hacer frente a las renovadas presiones de Washington, no ha cambiado sustancialmente el escenario. Finalmente, Alemania ha dicho que enviará los Leopard, unos quince y para dentro de unos meses. También el Gobierno español ha manifestado su deseo de enviar… la chatarra que tienen arrumbada en la base de Zaragoza. ¿Es posible que con este material se dé un vuelco decisivo a la guerra y se pretenda arrancar a Rusia el control de los territorios que ya domina y fortifica?
El debate se ha extendido al envío de cazas de combate F-16 norteamericanos y a la presión sobre países latinoamericanos para que suministren parte de su viejo arsenal ruso a Ucrania. Pero estos proyectos se han estrellado contra un muro.
El Gobierno ucraniano se encuentra sometido a fuertes tensiones que están aflorando públicamente. Los continuos escándalos de corrupción que salpican al entorno de Zelenski son un síntoma de descomposición y de las divisiones internas que se están desarrollando vistas las enormes dificultades que presenta el campo de batalla. Es evidente que después de haber saboteado las negociaciones de Estambul, las condiciones para la paz son ahora mucho peores para Ucrania. El tiempo pasa, y pasa a favor de Rusia.
Los progresos del ejército ruso en el Donbás no significan obligatoriamente que la guerra vaya a acabar pronto. Los avances están siendo a costa de duros combates contra posiciones fortificadas por Ucrania a lo largo de ocho años, y cada localidad tomada abre la puerta a otra localidad fortificada.
Por su parte, Washington no puede permitirse perder y va a seguir sosteniendo como pueda al Ejército ucraniano. Es cierto que, por un lado, esta intervención es más “barata” que poner tus tropas sobre el terreno, pero a lo que se enfrenta la Casa Blanca es a seguir librando la guerra ucraniana a un coste económico y político muy fuerte, que puede acabar generando una ruptura en el bloque aliado.
Lo que en estos meses pudieron ser ventajas para el imperialismo occidental se desvanecen día a día. Cuando Putin afirmó a principios de enero que las cosas iban “positivamente” no parece que estuviera haciendo propaganda.
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