Los grandes conflictos en el mundo actual giran en torno a la lucha por la superioridad tecnológica. La guerra comercial entre China y Estados Unidos la ganará quien consiga el liderazgo en inteligencia artificial, definida por algunos analistas como "la electricidad del siglo XXI".
Sin embargo, los países de América Latina profundizan su tradicional rezago en investigación y desarrollo (I+D). Si esta tendencia se mantiene, y todo induce a pensar que no habrá cambios, los países de la región serán el patio trasero de la superpotencia de turno, ahora de EEUU y mañana tal vez de China.
Los datos de los últimos años avalan esta apreciación.
Brasil, México y Argentina, los tres países que concentran casi el 90% de la investigación latinoamericana, muestran caídas significativas en su inversión, luego de una década de crecimiento entre 2007 y 2016: Brasil del 2%, México del 3% y Argentina del 10%, según el informe El estado de la ciencia publicado por la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología.
La inversión promedio de la región en I+D en 2016 fue del 0,67% del PIB, que equivale apenas al 3,1% del total planetario. "La inversión en América latina cayó por segundo año consecutivo, lo que constituye un cambio de la tendencia que había arrancado en el año 2000", dijo Rodolfo Barrere, uno de los coordinadores del estudio.
En el mismo lapso, Asia pasó del 50% de las solicitudes de patentes en el mundo, al 67%, lo que muestra la pujanza del continente, el único que mantiene un crecimiento constante. La inversión en I+D entre los países desarrollados (OCDE), gira en torno al 2,5% del PIB; en Asia-Pacífico es el 2,4% y en América Latina apenas el 0,7%, según datos del Banco Mundial.
En 2019 la inversión en I+D cayó de forma estrepitosa en Brasil, el único que superaba el 1% de inversión en el sector. Mientras el presupuesto militar de Brasil creció un 22% respecto al año anterior, el gasto en ciencia y tecnología se despeñó un 12% y el de educación un 16%.
China encabeza la lista con 228 superordenadores, duplicando la cantidad de EEUU (con 117) y a enorme distancia de Japón (con 29). Pero diez años atrás, China ocupaba un modesto quinto puesto (con 21 superordenadores), mientras EEUU ostentaba la supremacía absoluta con 277. América Latina, por el contrario, quedó estancada.
El economista brasileño Marco Antonio Martins sostiene que su país está muy lejos de incorporarse a la Cuarta Revolución Industrial, ya que no tiene la menor capacidad para desarrollar la manufactura 4.0. Para la región es un desastre, ya que Brasil es el único que tiene capacidad de desarrollar tecnologías propias y de arrastrar a sus vecinos.
Martins divide los países en tres categorías, respecto a I+D: aquellos que disputan la vanguardia tecnológica, como Alemania, EEUU y China; los que intentan encontrar un espacio para cambiar el paradigma tecnológico, como India, y aquellos como Brasil que "están simplemente ignorando la cuestión". Considera que Brasil tendrá más dificultades con las tecnologías digitales que las que tuvo en la era fordista de la producción en cadena.
© AFP 2019 / EVARISTO SA
El segundo problema es que Brasil aún no consiguió "internalizar el paradigma tecnológico de la microelectrónica", ya que no tiene grandes empresas nacionales con dominio de esas tecnologías clave en lo que fue la Tercera Revolución Industrial. Peor aún, porque el país perdió la empresa mejor capacitada para operar en esa área: la aeronáutica Embraer, entregada a Boeing.
En estas condiciones, Brasil se limitará a ser mero usuario de las nuevas tecnologías, sin la capacidad de crearlas o desarrollarlas de forma independiente. Por eso el economista sostiene que su país "va a sobrevivir eliminando puestos de trabajo" y se limitará a "importar cada vez más equipamientos, insumos y bienes acabados".
Desde hace casi un siglo, "la economía nacional no se encontraba en una situación tan colonial", concluye Martins. La participación de la industria en la generación de riqueza es similar a la de 1940, antes del proceso de industrialización generado bajo la segunda presidencia de Getulio Vargas (1951-1954) y la de Juscelino Kutbitsheck (1956-1961).
Si la anterior es la situación de Brasil, la única potencia regional con posibilidades de salir del subdesarrollo, puede imaginarse el futuro del resto de la región, tironeada entre la subordinación a EEUU y la alianza con China: en ambos casos, destinada a ser mera exportadora de materias primas.
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