domingo, 3 de julio de 2022

REINO UNIDO La City barrunta nubarrones la tormenta perfecta para Reino Unido con recesión e inflación del 11% y una situación fiscal como la de vejezuela un poquito antes de la Hiper inflación. .

 Colas en Londres en la última huelga de transportes.

Colas en Londres en la última huelga de transportes.

CHRIS J. RATCLIFFE (BLOOMBERG)

REINO UNIDO

La City barrunta nubarrones

RAFA DE MIGUEL

Boris Johnson siempre se ha manejado bien en la defensa de un solo objetivo. El Brexit fue su momento culminante. El problema llega cuando debe atender diversos frentes, y las respuestas son a la fuerza contradictorias. Después de la advertencia del Banco de Inglaterra (BdI) del pasado mayo de que la economía del Reino Unido entrará en una ligera recesión a finales de 2022, el ala dura del Partido Conservador ha pedido al primer ministro que baje ya los impuestos; los trabajadores del sector público han convocado huelgas durante todo el verano para reclamar una subida salarial compatible con la inflación galopante (9,1% en junio, casi un 11% a finales de año, según el BdI); y tanto Johnson como su ministro de Economía, Rishi Sunak, intentan contener las presiones electoralistas de su partido, para evitar agravar aún más la inflación con bajada de impuestos o subidas desorbitadas de salarios.


“Lo más preocupante consiste en que esta inflación se ha concentrado en lo que podrían llamarse bienes básicos”, ha señalado Andrew Bailey, el gobernador del BdI. “Básicamente, energía y alimentos. Y cuando uno observa la distribución de la población en base a sus ingresos, y el consumo de los hogares en base a la distribución de esos niveles de ingresos, descubre que los hogares con rentas más bajas tienen el mayor consumo de esos bienes “, añadía.


Es decir, un modo técnicamente confuso de indicar que la crisis afecta sobre todo a los más pobres. Por eso lo que tiene entre manos el primer ministro británico es un polvorín. Aunque las previsiones de la autoridad monetaria británica sugieren que podría haber una recuperación modesta a principios de 2023, y se evitará por tanto que haya dos trimestres consecutivos de descenso del PIB (la definición técnica de recesión), el BdI anticipa que el Reino Unido verá reducido su crecimiento el próximo año un 0,25%. Básicamente, será una recesión a fuego lento.


Los precios medios por hogar del gas y de la electricidad, que desde la decisión de la ex primera ministra Theresa May en 2019 tienen un tope anual fijado dos veces al año por la autoridad reguladora (Ofgem), se dispararon en abril casi 800 euros, y llegarán este octubre a más 3.000 euros. ooooohhhh!!El Gobierno decidió ceder a las presiones en mayo y aprobó un impuesto extraordinario sobre los “beneficios caídos del cielo” (windfall tax) de las empresas petroleras y gasísticas. Gran parte de ese gravamen tenía como destino financiar las subvenciones de pago único a millones de hogares, de entre 400 y 1.000 euros, para hacer frente al desorbitado coste de la vida.


El BdI, como otros bancos centrales, ha reaccionado tarde, pero con ímpetu. En lo que va de año ha subido ya hasta el 1% los tipos de interés. Concentrado en combatir la inflación, las tormentas económicas que se avecinan no han sido razón suficiente para que la autoridad monetaria relajara su drástica decisión. “Soy consciente de las duras consecuencias que tendrá esto para mucha gente, particularmente aquellos con rentas más bajas y con pocos ahorros”, admitía Bailey tras anunciar la decisión.


Johnson, que ganó en 2019 con la promesa de culminar la tarea del Brexit, pero también con la de redistribuir la riqueza en el país, y nivelar el norte empobrecido y el sur acaudalado, se enfrenta ahora a un problema con cuatro frentes: unos votantes muy irritados con los escándalos de su Gobierno y la subida galopante de los precios; unos diputados desesperados por mantener sus escaños que le reclaman bajadas de impuestos; una inflación de dimensiones inesperadas y unas cuentas públicas exhaustas después de gastar como si no hubiera un mañana durante dos años de pandemia.


“Vamos a recortar los costes del Gobierno, vamos a recortar los costes de las empresas, y los de todas las familias”, prometía Johnson con tono desesperado a los diputados que iban a votar esa misma noche, a principios de junio, una moción de censura interna para decidir el futuro del primer ministro. “Y, sobre todo, dedicaremos todas nuestras energías a reducir el coste mayor para todos los hogares: los impuestos. Deben bajar, y bajarán, porque es el único modo de que la economía vuelva a crecer”, aseguraba Johnson.


“Hay una cadena de acontecimientos muy simple”, explicaba recientemente Tony Danker, el director general de CBI, la principal patronal del Reino Unido. “Cuando la confianza de las empresas es alta, invierten y crecen, y se evita la recesión. Todo lo que pueda hacer este Gobierno para incrementar esa confianza, para demostrar que se toma las cosas en serio, servirá para algo. Pero si vamos a tener un verano de refriega política como el que vimos la semana pasada, la confianza se verá socavada”, advertía Danker. Se refería a la huelga de empleados de ferrocarriles que había paralizado parte del país. El Gobierno tuvo la tentación de exacerbar la rivalidad con los sindicatos, confiando en ganarse a los votantes conservadores. Empresarios, economistas y la oposición laborista dejaron claro a Johnson que el mejor remedio para evitar un mayor declive pasaba porque el Gobierno se arremangara y participara de las negociaciones con los sindicatos, para evitar el “verano del descontento” que muchos han anticipado, y que podría ser el preludio del otoño-invierno de la recesión.

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