jueves, 28 de junio de 2018

Autor sostiene que Londres se aliará con el Yuan chino y tomará la revancha desde que el dólar desplazo a la libra esterlina durante la primera guerra mundial. Los bancos centrales no saben cómo retirar el dinero que crearon para aliviar los efectos del colapso. Y los síntomas ya preanuncian el colapso de la siguiente burbuja, de mayor magnitud esta vez. No podemos seguir así.

Autor sostiene que Londres se aliará con el Yuan chino y tomará la revancha desde que el dólar desplazo a la libra esterlina durante la primera guerra mundial. Los bancos centrales no saben cómo retirar el dinero que crearon para aliviar los efectos del colapso. Y los síntomas ya preanuncian el colapso de la siguiente burbuja, de mayor magnitud esta vez. No podemos seguir así.

El patrón yuan
https://www.expreso.com.pe/blogueros/jorge-morelli-blogueros/el-patron-yuan-2/

Fecha  miércoles 27 de junio del 2018Fecha  6:03 pmTag Jorge Morelli
La economía global parece oscilar pendularmente de vuelta hacia el patrón oro, luego de casi cincuenta años de flotación sucia del dólar y, con él, de todas las demás monedas.

Decir que el oro ha subido de precio cuatro veces en el mercado global en los últimos cincuenta años, es un error de perspectiva. Lo que ha ocurrido, en realidad, es que el dólar vale cuatro veces menos.

Pero durante estos cincuenta años, el oro ha seguido siendo el refugio de las golondrinas del capital cuando el riesgo escapa fuera de control. El oro es aún el referente último del valor. La diferencia con el mundo anterior es que lo es sin respaldo legal.

Por lo tanto, es el refugio último del valor solo para los que tienen la astucia y la posibilidad material de acumular reservas en oro físico.

Es lo que ha hecho China.

Desde que en 1971 Richard ixon rompió el vínculo legal del dólar al oro, vigente desde 1946 por los acuerdos de Bretton Woods, la relatividad del valor económico en el mercado global –expresada en el valor monetario- es la base material que ha hecho posibles, una tras otra, las burbujas globales que han colapsado luego con enorme costo para la economía global y la población de todo el planeta.

Del último colapso, hace ya diez años, la economía global no se ha recuperado. Los bancos centrales no saben cómo retirar el dinero que crearon para aliviar los efectos del colapso. Y los síntomas ya preanuncian el colapso de la siguiente burbuja, de mayor magnitud esta vez. No podemos seguir así.

El relativismo absoluto del valor ha convertido la economía global en una cancha inclinada. Y comienza a hacerse visible nuevamente la necesidad de un referente inmóvil, imparcial, una “medida de todas las cosas”, una estrella inmóvil en el firmamento para guiar las naves de la economía global. Es al mismo tiempo una reacción refleja que nunca nos dejará, y que se expresa en la nostalgia de los valores en general.

Cien años atrás el desplazamiento de la libra por el dólar luego de la Primera Guerra Mundial ocurrió gradualmente. No sucedió de un día para otro. Ambas monedas convivieron durante algún tiempo compitiendo entre sí, hasta que al cabo el dólar desplazó del todo a la libra inglesa. Ese fue el verdadero final del Imperio Británico, que duró un siglo desde exactamente cien años antes, en Waterloo.

Pero tal vez el oro vuelva mañana a ser esa estrella fija. Solo que esta vez no a través de la libra esterlina o el dólar, sino del yuan chino.

Londres parece haber comprendido esto con claridad y, en cierto modo, a través de convenios para el manejo en Occidente de los negocios en yuanes por medio de los bancos de la City prepara desde hace años su retorno a través del yuan a la escena global. Es, en cierto modo, una revancha contra el dólar que hace un siglo sacó a Londres de la escena.

Desde luego, nada de esto es evidente aún. La hegemonía del dólar se mantendrá mientras sea la moneda en que se expresan todos los precios internacionales que importan.

Pero esa es precisamente la batalla que veremos. China sabe esto perfectamente y mide sus pasos cuidadosamente. Ciertamente, China sirve con ello sus propios intereses, pero es algo legítimo si sirve también a la estabilidad de la economía global del siglo XXI.

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