martes, 7 de marzo de 2017

Con mis votantes, no te metas (analizan que si se crea un partido evangélico en Perú así como se ha hecho en Centro América, el fujimorismo perdería votantes , por el momento son aliados ) escrito por Nelson Manrique encontrado en el diario La república

Con mis votantes, no te metas   (analizan que si se crea un partido evangélico en Perú así como se ha hecho en Centro América, el fujimorismo perdería votantes , por el momento son aliados )

http://larepublica.pe/impresa/opinion/854249-con-mis-votantes-no-te-metas

7 de Marzo del 2017




Nelson Manrique

La marcha del 4 de marzo, convocada bajo el lema de ‘Con mis hijos no te metas’ ha empujado a una intensa polarización y ha sacado a la luz intereses que especulan con la emergencia de liderazgos conservadores con arraigo popular. No faltan quienes ven al homofóbico Philips Butters como un posible candidato presidencial.

En la misma línea, algunos analistas, como Juan de la Puente, sugieren que estamos asistiendo al nacimiento de un gran partido popular de derecha de base religiosa evangélica, capaz de aglutinar a los sectores sociales más deprimidos y con menor nivel de formación, como ha sucedido en Centroamérica. Son escenarios posibles, que es importante analizar.

La conversión de personajes mediáticos en dirigentes políticos tuvo su momento estelar en el Perú con el locutor Ricardo Belmont, que a fines de los 80 ganó las elecciones para la alcaldía de Lima. El Movimiento Obras que él fundó ganó alrededor de 20 alcaldías metropolitanas, lo cual lo convertía en un prometedor prospecto político con proyección nacional. Pero, así como aparecieron, Belmont y Obras se desvanecieron rápidamente. Su movimiento, inventado para las elecciones reclutando apresuradamente contribuyentes para postular a las alcaldías distritales, desapareció rápidamente, y terminó con una buena cantidad de alcaldes municipales en prisión por desfalco de los fondos municipales.

¿Cómo explicar el carácter efímero de este movimiento?
 El análisis más profundo me parece el del padre Gustavo Gutiérrez, que reflexionaba sobre la visión vulgar a partir de la cual se calificaba a un popular locutor de “un gran comunicador”. “Para ser un comunicador, señalaba Gutiérrez (estoy citando de memoria), hay que tener algo qué comunicar”. En otras palabras, no hay comunicación ahí donde no hay un mensaje. Por eso, un movimiento político vacío de ideas y propuestas, que a lo más ofrecía “pastillas para el ánimo” a sus oyentes, tenía que esfumarse al contacto con la cruel realidad.

Los grandes movimientos no aparecen en el vacío sino tienen que insertarse en el escenario político preexistente. ¿Existe un espacio vacío en el escenario político y social de hoy donde podría crecer un proyecto político evangélico fundamentalista? No es así. Ese espacio tiene un titular firmemente instalado que es el fujimorismo, que por supuesto comparte con los fundamentalistas la simpatía con el discurso político y discriminador.

El crecimiento de un proyecto evangélico fundamentalista tendría que hacerse a costa del fujimorismo, enfrentándolo y disputándole las bases. No es esa la situación hoy existente.
La marcha del 4 de marzo fue apoyada por el fujimorismo y varios de sus líderes desfilaron entusiastamente junto con los evangélicos.

El corazoncito de los líderes conservadores de la iglesia católica, como Juan Luis Cipriani y el arzobispo de Arequipa, laten al unísono con las banderas homofóbicas y discriminadoras que estos enarbolan. En el escenario actual los evangélicos de ultraderecha y los fujimoristas son aliados. En las recientes elecciones Keiko Fujimori abandonó el discurso de apertura y tolerancia que vendió en la Universidad de Harvard y firmó públicamente compromisos con el ala dura evangélica para respaldar las propuestas homofóbicas y discriminadoras.

Los evangélicos, por otra parte, podrían calificarse como trotskistas de la fe, por su entusiasmo para dividirse. Con más de un centenar de cultos y miles de sectas es difícil imaginarlos actuando juntos en un partido.

Hoy por hoy, no parece un buen negocio para el radicalismo evangelista romper con el fujimorismo. Lo más probable es que negocien una cuota mayor de representantes bajo sus banderas, para seguir haciendo avanzar su causa. La marcha del 4 de marzo, siendo grande, no ha convocado una cantidad de gente equiparable a las que movilizaron las consignas “Ni una menos” y “No a Keiko”; ahí están los testimonios gráficos para comprobarlo.

A pesar de que en esta ocasión la Iglesia Católica terminó de furgón de cola de los evangélicos va a tener que movilizarse para no perder presencia entre los creyentes. La coincidencia coyuntural en las banderas conservadoras en contra de la población LGTBQ no está por encima de la disputa estratégica iniciada hace medio milenio, por las almas de los creyentes.


Actúa a su favor que la cultura popular peruana está firmemente entretejida con el catolicismo desde los nombres de los pueblos, consagrados a sus santos patrones, que les proveen de identidad, tradiciones, ritos, festividades; algo que por lo general los evangélicos no entienden y que ha constituido una valla para su desarrollo por más de un siglo. Hay pues bastante que añadir al análisis.

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