El
rey saudí destituye al ministro de Petróleo tras 20 años en el cargo
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La decisión
llega una semana después de que Riad anunciase la puesta en marcha de reformas
para reducir su dependencia petrolera por el desplome del crudo
REUTERS
EL PAÍS
Riad
/ Madrid 7 MAY 2016 -
19:44 CEST
Jalid
al-Falih, nuevo ministro de Petróleo saudí. F. NURELDINE AFP
El
rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, ha sustituido este sábado al veterano ministro de Petróleo
y al gobernador del banco central en una reorganización que afecta a varios
altos cargos de la Administración del país del Golfo Pérsico.
La decisión
llega solo una semana después de que el Gobierno del país árabe anunciase la
puesta en marcha de un drástico programa de reformas
económicas que pretende reducir su dependencia del sector petrolero tras
el desplome del precio del crudo en los dos últimos años.
El baile de
altos cargos también afecta a las carteras que controlan los asuntos relacionados con la gestión del agua, el transporte,
el comercio y la sanidad, entre otras.
Bin
Abdulaziz también ha reestructurado los ministerios
económicos para asegurarse de que el paquete de reformas anunciado entre
en vigor lo antes posible.
El cambio
que más ha llamado la atención a los analistas que siguen las vicisitudes políticas y económicas del país árabe
es la creación de una gran cartera que se
ocupará de todo lo relacionado con la energía, la
industria y los recursos naturales.
Al frente de
este departamento, el rey saudí ha situado al hasta hace un año presidente de
la petrolera estatal Saudi Aramco —la mayor empresa del mundo por facturación y
que el Ejecutivo quiere privatizar parcialmente— y
ministro de Sanidad, Jalid al-Falih, que sustituye en el cargo a Ali al-Naimi. El ya exministro llevaba más de 20 años
ocupando este puesto clave en la organización política de Riad, cargo al que
también accedió desde la presidencia de Aramco.
Las
especulaciones en torno a la figura de Al-Naimi se habían disparado en las
últimas semanas. A su avanzada edad (cumplió 80 años en
agosto), hay que sumar la reciente
desautorización del príncipe heredero y de facto máximo responsable
económico saudí, quien justo antes de la última cumbre de los principales
productores de crudo del mundo —sin tener en cuenta a Estados Unidas— ató de pies y manos al equipo negociador
liderado por Al-Naimi al anunciar que su
país no congelaría la producción a menos que Irán aceptase hacer lo propio.
El joven e influyente hijo del rey fue incluso más allá al sugerir que podría aumentar la extracción en un millón de barriles
diarios de forma inmediata.
En 2014,
Arabia Saudí introdujo una nueva estrategia petrolera que se basaba en una
defensa a ultranza de su cuota de mercado frente a irrupción de una nueva
fuente de competencia: el petróleo fracking procedente de EE UU, hoy el mayor
productor mundial de crudo por delante del país árabe. Para ello, Riad no ha dudado en abrir más el grifo de los bombeos en un
momento de fuerte incremento de la oferta global. Esta abundancia de
petróleo, junto con la debilidad de la demanda —que se recupera a un ritmo
mucho más lento que en anteriores recuperaciones económicas—, ha provocado un
fuerte descenso en el precio del barril de Brent, la referencia petrolera en
Europa, que ha pasado de 115 a 45 dólares en menos de dos años.
La elección de Al-Falih es interpretada como un paso más
en esta estrategia a seguir, más que como una revisión de la política petrolera
saudí. "Su nombramiento se esperaba desde hace tiempo", apunta el
consultor saudí Saddad al-Hosseini, especialista en asuntos de petróleo.
"Tiene experiencia, tanto industrial y ejecutiva, para liderar la
reorganización de los sectores energéticos".
Consejero
real
Tras
graduarse en 1982 en Ingeniería Mecánica en la
Universidad A&M de Texas (EE UU), Falih trabajó durante tres décadas
en Saudi Aramco. En 2009 asumió las riendas de la compañía al ser nombrado
consejero delegado y en 2014 dio un salto más al convertirse en presidente del
enorme consorcio público, puesto que dejó después de que el rey saudí colocase
en su lugar a su hijo Mohamed Bin Salmán, quien
está pilotando toda la estrategia de cambio económico en el país del Golfo. Por
su parte, Naimi —el hombre más poderoso del mundo en asuntos petroleros—
abandona la cartera de Petróleo y se convierte en consejero real.
En el resto
de carteras económicas también se han producido cambios de envergadura. Al
mando de Comercio e Inversiones, una cartera que brilla con luz propias tras el
paquete de reformas anunciado la semana pasada, estará Majed
al-Qasbi, mientras que el banco central pasará a ser responsabilidad de Ahmed al-Kholifey. El hasta ahora ministro de
Comercio, Tawfiq al-Rabeeah, asumirá las funciones de Al-Falih en Sanidad.
Por otro
lado, el máximo responsable saudí ha anunciado que el Ministerio
de Agua y Electricidad se partirá en dos: los asuntos hídricos pasarán a
depender directamente del nuevo Ministerio de Medio
Ambiente, Agua y Agricultura y todo lo relacionado con el sector
eléctrico pasará a estar bajo la responsabilidad de la nueva cartera de
Energía.
Arabia
Saudí, como el resto de países del golfo cuyas economías dependen del petróleo,
se han visto afectadas por la caída del petróleo, que les ha obligado a
suprimir subsidios y a replantearse su sistema productivo e impositivo. En la actualidad, el 73% de los ingresos de las arcas públicas saudíes dependen
directamente del sector petrolero. El año pasado, el drástico descenso en
el precio del crudo llevó el déficit a niveles récord.
En abril, la
rivalidad entre Arabia Saudí e Irán y la escasa voluntad de Riad de renunciar a
parte de su producción anual impidió en abril que varios países productores de
petróleo reunidos en Doha lograran un acuerdo para congelar la extracción. La
cita buscaba mantener los niveles del pasado enero hasta octubre para animar
los precios. Sin embargo, la exigencia saudí de que
Teherán se uniera al plan evitó que prosperara, ya que los iraníes,
recién reincorporados al mercado tras una década de sanciones, quieren
recuperar su cuota de mercado histórica.
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