Por
qué las mentes más brillantes necesitan soledad. La soledad resulta básica para
la creatividad, la innovación y el buen liderazgo
Por
qué las mentes más brillantes necesitan soledad
http://elpais.com/elpais/2015/01/29/buenavida/1422546931_773159.html
Conectar con
uno mismo es fuente de beneficios. Darwin rechazaba todas las invitaciones a
fiestas. Y del aislamiento nació el primer ordenador Apple
SILVIA
DÍEZ
8
FEB 2015 - 10:52 CET
Por qué las
mentes más brillantes necesitan soledad
Según el
profesor Robert Lang de la Universidad de Nevada (Las Vegas), experto en
dinámicas sociales, muchos de nosotros acabaremos viviendo solos en algún
momento de nuestra vida, ya que cada día nos casamos más tarde, las tasas de
divorcio aumentan y las personas viven más. La prosperidad también fomenta este
estilo de vida, elegido en la mayoría de los casos voluntariamente por el lujo
que representa. La periodista Maruja Torres en su autobiografía Mujer en guerra
(editada por Planeta) ya se vanagloriaba del placer que le producía meterse en
la cama y dormir sola, con las extremidades extendidas en forma de aspa. A esto
se le añade la comodidad de disponer del sofá, poder cambiar de canal sin tener
que negociar, improvisar planes sin avisar ni dar explicaciones, pasearse por
la casa de cualquier guisa, comer a cualquier hora…
Por si fuera
poco, el sociólogo Eric Klinenberg, de la Universidad de Nueva York, autor del
estudio GOING SOLO: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living
Alone, está convencido de que vivir solo significa, además, disfrutar de
relaciones de más calidad, ya que la mayoría de singles tiene claro que la
soledad es mucho mejor que el hecho de sentirse mal acompañado. Incluso hay
estudios que aseguran que la soledad facilita el desarrollo de la empatía. Otra
socióloga, Erin Cornwell, de la Universidad Cornell en Ithaca (Nueva York), ha
determinado tras distintos análisis que es más probable que la gente mayor de
35 años que vive sola pase una velada entre amigos que no aquellos que viven en
pareja. Esto también ocurre con las personas mayores que, aun viviendo solas,
poseen una red social de amistades tan amplia o más que las personas de su
misma edad que viven acompañadas. Es la conclusión a la que llegó el estudio
llevado a cabo por el sociólogo Benjamin Cornwell y que publicó en American
Sociological Review.
La
base de la creatividad y de la innovación
Las personas
somos seres sociales, pero tras pasarnos el día rodeados de gente, de reunión
en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos e
hiperconectados, la soledad ofrece un espacio de reposo sanador. Una de las
conclusiones más sorprendentes es que la soledad
resulta básica para la creatividad, la innovación y el buen liderazgo.
Un estudio realizado en 1994 por Mihaly Csikszentmihalyi (el gran psicólogo de
la felicidad) comprobó que los adolescentes que no soportan la soledad son
incapaces de desarrollar el talento creativo.
Susan Cain,
autora del libro Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop
Talking, cuya conferencia en Ted Talks es una de las favoritas de Bill Gates,
defiende a ultranza la riqueza creativa que surge de la soledad y reivindica,
por el bien de todos, la práctica de la introversión. “Siempre me habían dicho
que debía mostrarme más abierta, aunque yo sentía que ser introvertida no era
algo malo. Así que durante años fui a bares abarrotados, muchos introvertidos
lo hacen, lo que representa una pérdida de creatividad y de liderazgo que
nuestra sociedad no se puede permitir. Tenemos la creencia de que toda
creatividad y productividad proviene de un lugar extrañamente sociable. Sin
embargo, la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad. Darwin daba
largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a
fiestas. Steve Wozniak inventó la primera computadora Apple encerrado en su
cubículo de Hewlett Packard, donde trabajaba entonces. La soledad importa. Para
algunas personas, incluso, es el aire que respiran”.
Cain
recuerda que cuando estamos rodeados de gente nos limitamos a seguir las
creencias de los demás para no romper con la dinámica de grupo. La soledad, en
cambio, significa abrirse al pensamiento propio y original. Denuncia que las
sociedades occidentales han privilegiado más a la persona activa que a la
contemplativa. Y nos ruega: “Detengan la locura del trabajo constante en
equipo. Vayan al desierto para tener sus propias revelaciones”.
La conquista
de la libertad
“Solo cuando
estoy sola me siento completamente libre. Me reencuentro conmigo misma y eso me
resulta agradable y reparador. Es cierto que, por inercia, cuanto menos solo
estás, más te cuesta estarlo. No obstante, en una sociedad que te obliga a
estar enormemente pendiente del afuera, los espacios de soledad representan la
única posibilidad de contactar otra vez con uno mismo. Es un movimiento de
contracción necesario para recuperar el equilibrio”, asegura la psicóloga
Mireia Darder, autora del libro Nacidas para el placer (Ed. Rigden).
También el
gran filósofo del momento, Byung-Chul Han, autor de La sociedad del cansancio
(Ed. Herder), abandera la necesidad de recuperar nuestra capacidad
contemplativa para compensar nuestra hiperactividad destructora. Según este
autor, solo tolerando el aburrimiento y el vacío seremos capaces de desarrollar
algo nuevo y de desintoxicarnos de un mundo lleno de estímulos y de sobrecarga
informativa. Byung-Chul Han tiene muy presente las palabras de Catón: “Nos
olvidamos de que nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca está
menos solo que cuando está consigo mismo”.
Conciencia
de sí y auditoría interior
“Para mí la
soledad representa la ocasión de revisar nuestra gestión, de proyectar el
futuro y evaluar la calidad de los vínculos que hemos construido. Es un espacio
para llevar a cabo una auditoría existencial e indagar qué es esencial para
nosotros más allá de las exigencias del entorno social”, asegura el filósofo
Francesc Torralba, autor de El arte de estar solo (Ed. Milenio) y director de
la cátedra Ethos de la Universidad Ramon Llull. En soledad dejamos ese espacio
en blanco para escuchar sin interferencias lo que sentimos y necesitamos. “La
soledad nos da miedo porque con ella caen todas las máscaras. Estamos viviendo
siempre de cara a la galería en busca de reconocimiento, pero raramente nos
tomamos tiempo para mirar hacia dentro”, dice Torralba.
LAS 5 CLAVES
PARA DISFRUTAR DE LA SOLEDAD
1. Usted es
su mejor compañía. La premisa básica es cambiar la creencia de que uno,
acompañado, está mejor.
2. Una
oportunidad para conocerse mejor y descubrir nuestro rico mundo interior.
3. En lugar
de torturarse, hay que aprovechar la soledad para leer, pintar o hacer deporte.
4. Escribir
un diario. Ayudará a expresar sentimientos y a contemplarse uno mismo con más
conocimiento y cariño.
5. Como
indica el psicólogo Javier Urra, con la soledad recuperamos “el gusto por el
silencio y por el dominio del tiempo”.
Efectivamente,
la soledad despierta temor porque suele asociarse al vacío y la tristeza, sobre
todo cuando ha sido postergada largo tiempo por una actividad frenética y
anestesiante. Para Mireia Darder conviene enfrentarse a ese momento teniendo en
cuenta que la tristeza es resultado simplemente del hecho de aflojarse después
de tanta tensión y de haber hecho un enorme esfuerzo por aparentar fortaleza y
aguantar la presión ante los que nos rodean. “No se puede olvidar que para ser
realmente autónomo has de aprender a transitar la soledad. El amor no es lo
contrario de la soledad sino la soledad compartida”, señala Darder.
En nuestra
sociedad, la inactividad —que surge a menudo de la soledad— se teme y despierta
la culpa. Nos han preparado para la acción y para realizar muchas cosas al
mismo tiempo, pero es cuando estamos solos cuando podemos reflexionar sobre lo
que hacemos y cómo lo hacemos. El escritor Irvin Yalom, catedrático de
Psiquiatría en la Universidad de Stanford, confesaba que desde que tenía
conciencia se había sentido “asustado por los espacios vacíos” de su yo
interior. “Y mi soledad no tiene nada que ver con la presencia o ausencia de
otras personas. De hecho detesto a los que me privan de la soledad y, además,
no me hacen compañía”. Algo que, según Francesc Torralba, es muy frecuente:
“Aunque estemos rodeados de gente y de formas de comunicación existe un alto
grado de aislamiento. No hay peor sensación de soledad que aquella que se
experimenta al estar en pareja o con gente”.
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