lunes, 17 de agosto de 2015

El conflicto interminable del sur de Tailandia (2 meses antes de la bomba en Bangkok) por JAVIER ESPINOSA del diario El Mundo

El conflicto interminable del sur de Tailandia (2 meses antes de la bomba en Bangkok)


http://www.elmundo.es/internacional/2015/06/04/55705bf8e2704e785b8b4577.html

La insurgencia musulmana intensifica sus acciones tras un año del golpe de Estado

Entre el 14 y el 16 de mayo la insurgencia local hizo estallar 30 artefactos, con 18 heridos

Las bombas pretendían ser un 'mensaje' a las fuerzas de seguridad

Soldados tailandeses inspeccionan el lugar en el que cuatro...




Soldados tailandeses inspeccionan el lugar en el que cuatro compañeros fueron asesinados en una emboscada. AFP
JAVIER ESPINOSA  Enviado especial Yala (Tailandia)

Actualizado:04/06/2015



El segundo comercio de Thanakorn Saekoh quedó reducido a madera chamuscada, aunque permanece erguido. Restos de muebles ennegrecidos, metales calcinados, platos y demás despojos abrasados por el fuego, restan apilados en una esquina de la calle. Saekoh señala hacia un solar adyacente. "Ahí estaba mi primer negocio", dice. La explosión del 4 de abril del 2014 arrasó el habitáculo, una de esas viejas construcciones de madera que todavía persisten en Yala. Saekoh mudó su establecimiento unos metros más allá.

El pasado día 14 otra bomba incendiaria estalló en la tienda. "Eran las 6:30. No querían matar, sólo mandar un mensaje. El fuego duró una hora y media", aclara el tailandés mientras intenta recuperar los enseres que se han salvado del incendio.

"Me gustaría que Yala volviera a ser la ciudad pacífica que conocí", añade el comerciante de 63 años, miembro de la comunidad de origen chino instalada desde hace siglos en el país.


El ataque contra el bazar de muebles de Saekoh -el segundo en poco más de un año- fue quizás el más espectacular de la decena de pequeños atentados que sacudieron esta urbe del sur de Tailandia durante tres días sucesivos. Entre el 14 y el 16 de mayo, la insurgencia local hizo estallar cerca de 30 artefactos en esta población en una serie de acciones que expertos como Don Pathan también creen que estaban más destinada a dejar constancia de sus capacidades que a generar daños físicos, aunque las explosiones causaron 18 heridos.

"Las bombas no contenían metralla. Eran un mensaje para las fuerzas de seguridad, como lo fue el coche bomba que estalló (en abril) en Koh Samui. Tampoco tenía metralla", opina Pathan, un conocido activista local y especialista en el movimiento armado que pelea en el sur de Tailandia desde hace décadas.

A un año del acceso del golpe militar que aupó al general Prayuth Chan-o-cha al poder en mayo del 2014, la interminable reyerta armada que enfrenta en las provincias sureñas del país al ejército y rebeldes de la comunidad musulmana de origen malayo parece encontrarse inmersa en una enésima escalada.


Un enfrentamiento centenario

Los estallidos de Yala o Koh Samui podrían ser guiños de los rebeldes -como dicen Saekoh y Pathan-, pero sus 'mensajes' están adquiriendo un tono cada vez más explícito. El miércoles los alzados mataron a cuatro soldados en una emboscada en la misma provincia y un día más tarde hirieron a ocho al hacer explotar un camión bomba al paso de un vehículo que transportaba a los uniformados.

Según Zachary Abuza, otro experto en la rebelión tailandesa, las acciones armadas de los insurrectos se han disparado desde el pasado mes de abril. Tan sólo en mayo hicieron estallar medio centenar de IEDs (artefectos explosivos improvisados). El especialista dice que desde que los militares tomaron el poder la refriega se ha cobrado la vida de 214 personas -sin contar a las cuatro últimas víctimas- y ha dejado 470 heridos.


La confrontación entre las fuerzas de Bangkok y los rebeldes sureños hunde sus raíces en una pugna centenaria que recupera nombres históricos como el sultanato musulmán de Patani y el reino budista de Siam. La inclusión definitiva del primer territorio en lo que después se convertiría en Tailandia en 1909, tras un pacto entre la monarquía siamesa e Inglaterra, no pudo evitar subsiguientes revueltas de la población musulmana de origen malayo de esas regiones sureñas, que son mayoría en las provincias de Patani, Yala, Narathiwat y parte de Songkhla.


La formación de grupos insurgentes como el Frente Revolucionario Nacional (BRN) en 1960 y de la Organización de Liberación Unida de Patani (Pulo) en 1968 propició un agravamiento de la lucha armada que no se atemperó hasta la década de los 80. Los herederos de aquella primera generación reactivaron la rebelión a partir del 2004, ahora divididos en una miríada de grupos escindidos del BRN y Pulo.

La última iniciativa de paz, iniciada por el gobierno de la depuesta primera ministra Yingluck Shinawatra en el 2013, no consiguió ningún resultado. Lo mismo que la reciente aparición de Mara Patani, un supuesto conglomerado de grupos armados dispuestos a dialogar con los golpistas.


"Mara Patani agrupa a seis facciones armadas pero no a los militantes del BRN que pelean sobre el terreno y que son los que tiene fuerza real. Estos últimos atentados pueden ser precisamente un gesto del BRN para explicar que esa alianza no tiene representatividad. El proceso de paz se ha estancado y los rebeldes quieren que se les escuche", apunta Don Pathan.


Atentados, ejecuciones y tiroteos, una constante


Las carreteras de Pattani, Yala o Narathiwat son una sucesión repetitiva de controles militares. Los accesos a ciudades como Pattani o Yala están dominados por imponentes barricadas y torretas del ejército, una imagen totalmente ajena a la escenografía paradisiaca que podría apreciarse en otras regiones sureñas del país como Pukhet.

Aquí los atentados, las ejecuciones sumarias y los tiroteos son una constante.

La pugna contabiliza más de 6.200 muertos en estos últimos 11 años, aunque se mantiene ajena al interés mediático internacional.

Tras la última oleada de acciones armadas, patrullas del ejército recorren las calles de Yala. Los barrios habitados por la comunidad budista -religión mayoritaria en Tailandia, pero que es minoría en esta zona- están acotados por barreras que se clausuran al caer la noche. Algunos de estos suburbios se encuentran protegidos por tanquetas militares. Un escenario que recuerda a aquellas fotografías que generaba el conflicto del Ulster.

'Patani es mi derecho', se lee en una pintada separatista garabateada sobre un cartel de la carretera. 'Engaño, fraude, mentiras, utilizáis a las personas como herramientas. Así son los profesionales de la colonización siamesa (Siam es el antiguo nombre de Tailandia). ¡Quien quite esta pancarta, morirá!', rezaba otro cartel que colgaron los independentistas en Yala.

Para Don Pathan, pese a la filiación religiosa de los alzados, "éste es enfrentamiento basado más en el nacionalismo que en la religión. Esta insurgencia no tiene nada que ver con Al Qaeda o el Estado Islámico (IS). Son chavales que creen en la protección del agua bendita, de los conjuros.. prácticas que no tienen cabida en el IS. Sigue siendo una lucha entre el estado central, Bangkok, y las aspiraciones de la minoría malaya".


Una hipótesis que comparte Asmadee Bueheng, vicepresidente de la Federación de Estudiantes y Jóvenes del Sur (Permas), la agrupación que Pathan identifica como "el brazo político 'de facto'" de los alzados. Según él, la rebelión continúa "porque el pueblo del sur no tiene justicia".



"Llevamos 11 años bajo la ley marcial. Sólo en la ciudad de Pattani hay 30 controles militares. El ejército puede actuar con total impunidad. Puede matar a decenas como hizo en Krue Se o Tak Bai y no pasa nada. Permas, por ejemplo, se creó después de que un soldado violase a una chica y no le pasara nada. Nosotros no apoyamos la violencia, pero si creemos en el derecho a la autodeterminación", añade en una cafetería de Patani.



Asmadee, que sólo tiene 23 años, se refiere a los dos principales sucesos que galvanizaron la insurrección en el 2004. El viejo edificio de la mezquita de Krue Se continúa erguido en las inmediaciones de la ciudad de Patani. No sólo es el recinto religioso musulmán mas sagrado de la región sino un nombre que evoca la sorprendente insurrección del 28 de abril del 2004.

Ese día, decenas de jóvenes armados sólo con machetes y palos se lanzaron contra cuarteles y comisarías, y fueron abatidos en masa por los uniformados.
  Nota del autor del blog: el torpe merece morir son como guerrilleros románticos o buenos .

Un grupo de insurrectos se atrincheró en el templo, muriendo todos en el subsiguiente asalto, donde testigos y ONG acusaron al ejército de ejecutar de forma sumaria a varias decenas de combatientes después de capturarlos. Meses más tarde, en octubre, otros 78 simpatizantes de los grupos separatistas fallecieron asfixiados tras ser detenidos en Tak Bai por los soldado y apilados en un camión como si fueran ganado.

'Queremos justicia, no que pidan perdón'

Los separatistas que se aferran al recuerdo del sultanato de Patani también atesoran un largo rosario de excesos, donde caben desde las decapitaciones al asesinato de casi 200 profesores, a los que acusan de participar en un programa de "asimilación" de la población musulmana.

Pero la diferencia, según la organización Human Right Watch, es que hasta ahora "ni un solo miembro de las fuerzas de seguridad tailandesas ha sido perseguido criminalmente por los serios abusos, torturas, desapariciones forzosas y asesinatos extrajudiciales" que ha documentado ésta y otras muchas agrupaciones en la región sureña.

En Ban To Chud, un pequeño villorrio escondido entre palmeras en la provincia de Patani, los padres de los cuatro jóvenes que fallecieron ametrallados por los soldados el 25 de marzo lo único que consiguieron es que los oficiales reconocieron que había sido una "equivocación", les pidieran "perdón" y les dieran 50.000 bath (1.300 euros) de "indemnización".

Wali Wanuh -cuyo hijo Saddam, de 24 años, se cuenta entre las víctimas- fue testigo de lo acaecido. Lo mismo que Asang Kacheng o Mad Useng Cheawae. Recuerdan que todos estaban reunidos en una vivienda en construcción cuando llegaron los soldados. "Rodearon el lugar y sin decir nada comenzaron a disparar al aire. Allí habían 22 chavales que estaban ayudando a construir la casa. Cuatro salieron corriendo hacia la jungla. Escuchamos varias ráfagas. Eso pasó a las cinco de la tarde. A mi hijo me lo devolvieron a media noche. Tenía tres disparos", asevera Wali Wanuh.

Su narración concuerda con la de Asang y Mad Useng. "Escuchamos los disparos y los gritos de uno de los chavales que pedía ayuda. El único que tenía un arma, una pistola, era precisamente un funcionario del gobierno. Todos ellos me estaban ayudando a colocar unos maderos en la casa", dice Asang, propietario de la vivienda que todavía siguen edificando.


Tras el suceso, los militares adujeron que se trataba de una operación para desmantelar un comando de la guerrilla separatista, hicieron fotos a los cadáveres junto a los supuestos fusiles que portaban y dijeron que los jóvenes habían fallecido en una refriega armada. Una investigación ulterior confirmó que esa versión era una pura patraña. El teniente general Prakarn Chollayuth, jefe militar de Patani, admitió los resultados de la indagatoria y se excusó ante los familiares. "Queremos justicia, no que pidan perdón", concluye Wali Wanuh.

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