Alemania teme que el gasoducto Nord Stream haya quedado inutilizado para siempre tras el sabotaje
Las fugas de gas natural detectadas en aguas territoriales suecas y danesas todavía no han podido evaluarse. Una eventual reparación de los conductos sería muy costosa
Mientras el gas natural sigue saliendo a la superficie del mar Báltico a borbotones desde las fugas de los dos gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2, empiezan a surgir las preguntas sobre el futuro de esta infraestructura. ¿Podrán volver a transportar gas algún día las canalizaciones después de lo que la Unión Europea y los gobiernos alemán, sueco, danés consideran un “sabotaje”? No está claro que pueda repararse y, si se pudiera, sería enormemente costoso. Según el diario Tagesspiegel, las autoridades alemanas creen que el gasoducto probablemente ha quedado inutilizado para siempre.
Si los conductos no se arreglan con rapidez, entrarán grandes cantidades de agua salada que corroerán las tuberías, asegura el diario berlinés de fuentes gubernamentales. Una reparación ágil, sin embargo, se antoja complicada. En primer lugar, porque no está claro quién debería acometerla, ya que la infraestructura es privada. Además, según ha explicado este miércoles el Gobierno danés, no será posible inspeccionar las fugas hasta dentro de una o dos semanas. La presión actual en las tuberías sigue siendo muy elevada y todavía se escapa mucho gas, lo que dificulta la inspección. El ejército alemán ha enviado buques a la zona para ayudar a la Marina danesa y sueca. Todavía no se han podido tomar imágenes de lo que sucede bajo el agua.
Los dos gasoductos permanecían cerrados, sin bombear combustible, pero estaban llenos de gas. El lunes por la tarde se detectó una extraña caída de presión en el Nord Stream 2, el conducto más nuevo, y horas después se comprobó que había una fuga localizada al sureste de la isla danesa de Bornholm. Ya el martes, las autoridades suecas descubrieron otras dos fugas, esta vez en el Nord Stream 1, más al norte, en aguas territoriales suecas. Antes de que empezara a salir el gas, los sismógrafos de la zona registraron dos explosiones.
Desde entonces está prohibida la navegación a menos de cinco millas náuticas de ambas zonas, y buques militares de varios países patrullan la zona. El vertido es visible en la superficie del mar; dibuja un círculo burbujeante de unos 900 metros de diámetro. El gas sigue saliendo. “La situación no ha cambiado respecto a ayer [por el martes]”, aseguró a EL PAÍS un portavoz de la guardia costera sueca.
Según cálculos de Der Spiegel, en las canalizaciones había alrededor de 500 millones de metros cúbicos de gas, lo que Alemania consume de media en dos días. A los precios actuales en Europa, esa cantidad tendría un valor de mercado de más de 800 millones de euros. ¿Y de quién es ese gas? El periódico sostiene que en el caso de Nord Stream 1 su propietario es el monopolio estatal ruso Gazprom; en el de Nord Stream 2, una infraestructura que fomentaron los gobiernos ruso y alemán y que nunca ha llegado a utilizarse, también, aunque de forma indirecta. El gestor del gasoducto es Nord Stream AG, una compañía con sede en Suiza, pero que pertenece a Gazprom.
Un portavoz del operador señaló este miércoles que no descarta reparar las tuberías. Sin embargo, añadió a la Agencia de Prensa Alemana, antes de decidir qué hacer hay que evaluar los daños. Y eso todavía no es posible, entre otras cosas porque las autoridades de los dos países afectados no permiten acercarse a la zona. “Actualmente, nadie puede saber cómo están las cosas ahí abajo”, aseguró el portavoz, Ulrich Lissek. El alcance de los daños solo puede ser estimado en función de lo que se ve saliendo a la superficie. “Es probable que la integridad estructural del gasoducto esté dañada masivamente”, aseguró, y mencionó una posible “fisura gigante”. Ya el martes la compañía había calificado los daños, ocurridos casi simultáneamente en varios puntos, como “sin precedentes”.
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SOBRE LA FIRMA
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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