El pánico por los precios de la gasolina solo sirve a Putin
La adaptabilidad debe ser la fuerza redescubierta de las economías de mercado de Occidente.
En realidad, el precio del petróleo de hoy no es tan alto. El pico reciente de $128, después de la inflación, sigue siendo $33 más bajo que el precio de abril de 2011. A pesar de todo lo que se habla de Ucrania, el 55% del aumento actual desde diciembre pasado ocurrió antes de la invasión rusa. Aún más importante señalar: el aumento de la gasolina al por menor ha sido desproporcionadamente grande en relación con el aumento subyacente del precio del petróleo. Si la gasolina hubiera subido tanto en abril de 2011, los consumidores habrían pagado el equivalente a $6.72 por galón (de hecho, pagaron alrededor de $5 en dólares de 2022).
Entonces, algo más está sucediendo y ese algo es un ajuste normal a un evento anormal: una pandemia mundial de dos años que golpeó la demanda de gasolina en un bucle. Hizo que docenas de refinerías quedaran inactivas, algunas de las cuales (especialmente en los EE. UU.) estaban tan chirriantes que no tenía sentido reiniciarlas . Luego, además de estos efectos de oferta y demanda, agregue una inflación acumulada del 13% desde principios de 2020.
Entonces, si sospecha que la gasolina a $ 5 se debe a que EE. UU. y el mundo mantienen la energía rusa fuera del mercado, piénselo de nuevo: EE. UU. y sus aliados han fracasado en gran medida en mantener el petróleo ruso fuera del mercado. Este ha sido el gran abandono de la alianza. Explica en gran medida la reciente y alegre confianza de Putin en que puede sobrevivir a su guerra fallida.
También significa que la invocación constante de Joe Biden del “aumento de los precios de Putin” es publicidad engañosa tres veces: en gran medida atribuye erróneamente la causa del aumento de los precios de la gasolina, exagera la influencia de Putin y exagera el coraje de la respuesta occidental.
Lamentablemente todo esto manifiesta un problema más profundo que no se debe al trumpismo, al bidenismo ni a ningún otro ismo. La naturaleza de la política occidental ha evolucionado en la era posterior a la Guerra Fría para socavar su mejor fortaleza, la capacidad de sus economías basadas en el mercado para adaptarse, innovar y aguantar golpes.
Habiendo abordado ampliamente, aunque de manera insatisfactoria, los problemas básicos (alimentación, vivienda, salud, seguridad de ingresos), es difícil ver que la política occidental en las décadas intermedias haya consistido en otra cosa que no sea permitir lo que los economistas llaman "búsqueda de rentas", o el despilfarro de dinamismo competitivo en payola por intereses organizados.
Nota del autor del blog : payola signfica Soborno que ofrece una empresa discográfica a una emisora de radio pau otro canal de comunicación para que determinadas canciones se emitan.
Esta es una columna, no un libro, así que basten tres ejemplos: los mandatos de etanol de EE. UU. (payola para los agricultores) que distorsionan la asignación de tierras de cultivo en un momento en que se necesitan granos alimenticios; las restricciones de la Ley Jones (para trabajadores organizados) que dificultan la capacidad de enviar productos derivados del petróleo entre puertos de EE. UU. para ayudar a reducir los precios; finalmente, en una clase por sí mismos son las intrincadas reglas de economía de combustible de Estados Unidos.
Aunque no lo leerá en ningún otro lado más que aquí, estas reglas de economía de combustible existen para generar rentas del gran mercado protegido de camionetas pickup de EE. UU. para financiar varias prioridades ecológicas. Como tales, son un modelo para una política de efecto invernadero que amenaza con ser terminal para la sociedad occidental, pero no en la forma en que piensan los defensores. El clima se convierte en la justificación filosófica para sistematizar la búsqueda de rentas en toda la economía.
Como ya podemos ver, estas acciones de efecto invernadero no tienen efecto sobre el clima, no representan ningún incentivo para que los consumidores usen menos energía fósil (como lo haría un impuesto al carbono). Sin embargo, han logrado reducir la industria de refinación de EE. UU. mientras fortalecen la de China, aunque Beijing hasta ahora ha restringido a sus exportadores de usar su capacidad ociosa del 30% para ayudar a los automovilistas estadounidenses.
Sin embargo, ni siquiera la invasión del Sr. Putin puede sacar a nuestros políticos de la mentalidad de que más redistribucionismo debe ser la respuesta a todos los problemas. La enojada demanda del Sr. Biden, en una carta, de que las refinerías renuncien a sus ganancias actuales solo desalentaría las inversiones para aumentar la producción. No tendría ningún efecto sobre los precios. Alguien más en la cadena de suministro (probables dueños de gasolineras) tendría que expandir sus propios márgenes para mantener los precios de las bombas a un nivel que equilibre la oferta y la demanda.
Lo mismo el Sr. Biden está jugando con los reembolsos financiados por los contribuyentes para los compradores de gasolina. Recapitularía el peor error de la década de 1970, cuando los controles de precios de la gasolina impulsaron a los estadounidenses a exigir más combustible del que la industria podía suministrar, lo que provocó líneas de servicio, peleas a puñetazos y estaciones de servicio sin gasolina.
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