Jovenel Moïse, un presidente rodeado de demasiados enemigos
El mandatario de Haití, asesinado este miércoles en su casa de Puerto Príncipe, estaba enfrentado a senadores, grandes empresarios y, en el exterior, a Venezuela
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Si Haití fuera una película y el policía preguntara a los testigos quién tenía motivos para matar al presidente, el agente se iría con una libreta llena de nombres. El asesinato de Jovenel Moïse, de 53 años, revela la descomposición social y política en la que lleva estancado el país caribeño desde mucho antes de que el terremoto de 2010 redujera el territorio a escombros. El magnicidio acelera el caos y el vacío de poder a menos de tres meses de unas elecciones que marcaban la hoja de ruta para su salida natural del cargo.
Altamente impopular y tildado de autoritario, Jovenel Moïse se sostenía con alfileres. El presidente estadounidense, Joe Biden, veía con buenos ojos la opción de celebrar comicios en septiembre y evitar una crisis que desestabilizara el país (y eventualmente pudiera elevar la migración hacia EE UU).
Moïse era odiado por un grupo de familias entre las que estaban los Vorve, dueños de la electricidad del país, pero a quienes apartó del jugoso negocio en la electrificación, uno de los principales logros de su gestión. A ellos y a otras de las poderosas familias que controlan la economía, Moïse atribuía los intentos por dar un golpe de Estado y estar detrás de otros intentos de magnicidio.
Otros de sus enemigos son las decenas de senadores —y todos los negocios que controlan en paralelo— que se irían al desempleo de salir adelante la reforma constitucional que se iba a votar en septiembre y que pretendía terminar con un modelo de Asamblea y Senado para convertir el Parlamento en unicameral. También dentro de su partido, el PHTK, el nombramiento de un primer ministro cercano a él había creado malestar y enemigos en la cúpula al verse alejados del poder.
El presidente de Haití tenía otro enemigo exterior: Venezuela. Si algo tienen claro los presidentes de Haití es que su mandato dura lo que tarda Estados Unidos en bajar el pulgar. Durante los últimos cuatro años, Jovenel Moïse había vivido un idilio con Donald Trump debido, entre otras cosas, a su activismo contra Venezuela y su decisión de cortar lazos comerciales con el mundo bolivariano. La maquinaria chavista respondió filtrando documentos sobre una supuesta corrupción de Moïse vinculada a PetroCaribe que dio comienzo a la inestabilidad en la que ha estado envuelto el país en los últimos años. No por casualidad las autoridades haitianas filtraron en el comunicado que anunciaba la muerte del mandatario que los asesinos hablaban español.
Paralelamente, Jimmy Barbecue Cherizier, un expolicía que lidera una de las bandas violentas más poderosas de Puerto Príncipe, empoderada ante el auge de la industria de los secuestros y el tráfico de armas y droga, apareció recientemente en redes sociales llamando a tomar el poder y comenzar una “insurrección de los pobres”.
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