miércoles, 27 de mayo de 2020

EEUU dicta a China las reglas del juego: Trump vuelve a meter sus narices en asuntos ajenos


OPINIÓN & ANÁLISIS
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Tras varios meses de tranquilidad en Hong Kong, las protestas contra el Gobierno chino en esta ciudad autónoma se reanudaron el pasado 24 de mayo. Las autoridades dispersaron a la multitud con gas lacrimógeno y cañones de agua. EEUU no tardó en reaccionar y prometió una respuesta dura. Pero, ¿qué tiene que ver Washington con esta situación?
La multitudinaria congregación no es ninguna novedad en Hong Kong: en los años anteriores la urbe ya vivió una serie de protestas masivas. Las manifestaciones actuales son de menor escala en comparación con lo que la ciudad vio en el verano de 2019. Entonces los participantes de las protestas incluso irrumpieron y tomaron el control del Consejo Legislativo autónomo.
Por ahora la situación no parece ser tan crítica: a raíz de las protestas del 24 de mayo los efectivos de las fuerzas de seguridad hongkonesas detuvieron a casi 200 personas. El catalizador de las protestas del verano pasado fue la política de Pekín encaminada a la mayor integración de Hong Kong en el sistema administrativo de la República Popular China, y en esta ocasión las causas, en esencia, no han cambiado mucho.
El verano pasado los manifestantes tomaron las calles de su ciudad para protestar contra un proyecto de ley sobre la extradición desde esta región a la China continental. Después de una oleada de manifestaciones violentas Pekín retiró el proyecto. Esta vez la multitud no estuvo contenta con los planes de las autoridades de aprobar una resolución sobre la seguridad nacional que en el futuro puede convertirse en una nueva ley.

Lucha contra el separatismo hongkonés

El nombre de la resolución propuesta es vago y a primera vista no queda claro qué implica para Pekín. De acuerdo con la sugerencia, si la resolución es aprobada, será posible aplicar la legislación de la República Popular China en cuanto a la lucha contra terrorismo, el extremismo y el separatismo en el territorio de Hong Kong. De esta manera Pekín creará filiales de sus servicios especiales en la ciudad autónoma. Por ahora en la urbe solo existe una filial del Ejército Popular de Liberación. 
Desde hace varios años Pekín sigue con sus intentos de impulsar la incorporación de la región en el seno de China. Hong Kong hasta 1997 perteneció al Reino Unido, y actualmente se encuentra en un período de transición que dura 50 años. A partir de 2047 Hong Kong se convertirá en una parte integral de la RPC. Pekín trata de armonizar el sistema político de la urbe con el suyo para aquella fecha. 
A las autoridades les gustaría que el día en que la ciudad pase a ser china llegase antes. Pero una parte de los habitantes de Hong Kong no está contenta con la política de Pekín. Ellos desde hace 23 años son ciudadanos de China, pero muchos no se consideran chinos porque tienen una identidad y una mentalidad diferentes. Entre ellos, incluso hay quienes optarían por la independencia de la ciudad autónoma. Pero otros tantos se oponen a la idea. 
Las autoridades urbanas —en gran medida leales a Pekín— aseveran que la resolución sobre la seguridad nacional es una iniciativa encaminada exclusivamente a luchar contra el terrorismo y el separatismo y que no afectará a la autonomía de Hong Kong. Sin duda, es verdad que la ciudad tiene un problema con el separatismo y la nueva ley se aplicará, entre otros, a algunos de los manifestantes que aboguen por la soberanía de la urbe. Eso es lo que temen y por eso protestan.
En el pasado, después de olas de protestas, las autoridades chinas retiraban sus iniciativas con respecto al aumento del control chino sobre la ciudad, y Hong Kong preservó la autonomía de su propio sistema político dentro del chino. 
Pero en esta situación cabe dudar que China se eche para atrás como lo hizo en ocasiones anteriores porque la actual parece mucho más complicada: no solo se enfrenta a la presión de los manifestantes, sino también a la omnipresente EEUU.

Trump irrumpe en el escenario político de Hong Kong

El líder estadounidense, como era de esperar, no tardó mucho en reaccionar a las protestas en un lugar tan lejano como Hong Kong. Al parecer siente que es su responsabilidad inmiscuirse en los asuntos de otros países. El dirigente norteamericano ya prometió medidas duras contra Pekín a causa de los acontecimientos en Hong Kong. Advirtió que realizará una declaración "muy fuerte" sobre China antes del fin de esta semana.
Hay informes sobre la posibilidad de que la Administración estadounidense introduzca sanciones contra funcionarios, empresas e instituciones financieras chinas. En concreto, podría congelar sus activos. De esta manera Trump penalizaría a las autoridades del país asiático. Sin embargo, la decisión final todavía no se ha tomado.
Las amenazas por parte del presidente norteamericano son obvias y vienen en el contexto de la confrontación geopolítica y económica entre EEUU y China. Por lo tanto, las acciones de Trump son evidentes y predecibles, declaró en un comentario a Sputnik el experto ruso y catedrático de la Universidad Estatal de San Petersburgo Vladímir Kolotov.
"No se trata de los intentos de organizar una nueva revolución de color porque evidentemente [EEUU] carece de recursos para hacerlo, sino de apoyar las actividades de los protestantes [en Hong Kong] para mostrar en los medios las imágenes de China sofocando la libertad de expresión y la democracia y justificar de esta manera la introducción de sanciones. Se trata de una táctica estadounidense bien conocida", comentó el especialista.
El entrevistado subrayó que la nueva ley sobre las medidas de seguridad en Hong Kong va a funcionar solo en caso de que las autoridades chinas logren decapitar a las fuerzas opositoras. Según Kolotov, los hilos de los títeres que organizan las manifestaciones se encuentran en las manos de Estados Unidos, y este último los manipula a sabiendas de lo que está haciendo.

La meta, guardar las apariencias

El tema de las posibles sanciones sigue en el aire ya desde hace mucho tiempo. La parte estadounidense empezó a considerar la posibilidad de adoptar medidas económicas contra China ya durante las anteriores olas de manifestaciones en Hong Kong. El objetivo era evidente: evitar que esta ciudad autónoma dependiese más de China porque Washington teme que sus intereses económicos queden dañados por el cambio en el rumbo político del territorio autónomo hongkonés.
De acuerdo con la ley vigente desde 1992, Estados Unidos mantiene con Hong Kong un régimen de comercio más favorable e independiente de China, pero solo en caso de que este territorio administrativo mantenga un alto nivel de autonomía. De este modo, Washington cree que, si sus relaciones económicas con Hong Kong están en peligro, él tiene el derecho de dictar las reglas del juego a Pekín.
Estados Unidos ya tacha la resolución sobre la lucha contra el terrorismo y el separatismo de una tentativa contra la autonomía de la ciudad. 
En estas condiciones para Pekín es importante guardar las apariencias, igual que para EEUU. Que las autoridades chinas volviesen a retirar el proyecto de ley sería una decisión mala para su reputación porque significaría que han aceptado las reglas impuestas por Washington. Entretanto, si EEUU promete introducir medidas económicas, tendrá que hacerlo para no dañar la reputación de la Administración Trump, que presume de su determinación en la escena global. 
Ahora que las partes están decididas a hacer cualquier cosa para alcanzar sus propias metas, el desenlace de la situación actual es impredecible. Pero una cosa queda clarísima: Pekín tiene una razón sólida para hacer lo que hace porque corre cierto peligro de perder Hong Kong, y la nueva resolución busca proteger la integridad territorial de la República Popular China. Mientras tanto, EEUU no busca otra cosa que socavarla.

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