Cuando Donald Trump propuso a Jay Powell como presidente de la Reserva Federal, sus críticos dijeron que, pese a la solidez del candidato, se trataba de la personalidad más débil ante las presiones políticas de todos los que podrían acceder al cargo.
Ahora, Powell tiene la ocasión de mostrar que esa actitud era errónea. Porque Donald Trump ha roto con cuatro décadas de independencia del banco central de Estados Unidos al declarar que "no estoy contento" con las subidas de tipos de interés del banco central. "No me emociona", dijo el presidente a la cadena de televisión financiera CNBC, alegando que "cada vez que la economía se refuerza, ellos [en referencia a la Reserva Federal] quieren subir tipos otra vez". Es una actitud que recuerda a la del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, que durante la eurocrisis llegó a acusar al Banco Central Europeo de ayudar a la ultraderecha con su política de relajación monetaria.
El argumento de Trump está vinculado a su guerra comercial con el resto del mundo. Según el presidente de EEUU, la eurozona "está imprimiendo dinero fácil, y su moneda está cayendo", mientras que el renminbi chino "está cayendo como una piedra". La teoría de Trump es que "eso nos pone en desventaja" a la hora de exportar a esos países. Con ese argumento, el presidente estadounidense desata el temor a una devaluación competitiva, que es, exactamente, lo que pasó en la Gran Depresión y que hundió el comercio mundial, ya que cada país trató de poner a su divisa más barata que las de sus socios.
En realidad, la teoría de Trump no tiene lógica. Cuando un país impone aranceles, como está haciendo EEUU ahora, su moneda tiende a apreciarse. Si alguien ha causado la subida del dólar es, precisamente, el presidente. Además, la afirmación de Trump es contradictoria. Hace exactamente dos años, cuando estaba en campaña, acusaba a la Reserva Federal de haber destruido el valor del dólar con su política monetaria expansiva con la que ese banco central, al igual que el BCE, el Banco de Inglaterra, y el Banco de Japón, evitó una depresión mundial tras 2008.
En el caso de EEUU, no se recuerda cuándo fue la última vez que un presidente criticó a la Reserva Federal. En el primer mandato de Ronald Reagan, que acabó en 1983, hubo altos cargos del Gobierno que criticaron la política de tipos de interés altos del presidente del instituto emisor, Paul Volcker, a pesar de que fue así como EEUU liquidó la hiperinflación de los shocks del petróleo. Cuando Reagan no renovó a Volcker tras su segundo mandato, el entonces secretario del Tesoro, James Baker, muy cercano a la familia Bush, dijo una frase para la Historia: "Por fin nos hemos librado de este hijo de puta". El equipo de Reagan también intentó, sin éxito, que Volcker recibiera al presidente en la sede de la Reserva Federal.
Pero nada es equiparable a las declaraciones de Trump, que parecen confirmar los peores temores sobre su intervencionismo en la independencia de una institución, el banco central, que en teoría debería estar 'bliondada' de presiones políticas. Los últimos presidentes que intervinieron activamente en la gestión de la política monetaria de EEUU fueron el demócrata Lyndon B. Johnson y el republicanoRichard Nixon. Ambos presionaron con éxito a la 'Fed' para que mantuviera bajo el precio del dinero y se mantuviera así la expansión económica de EEUU. La consecuencia de esas políticas fue, precisamente, la hiperinflación de los setenta que Volcker tuvo que liquidar pese a la oposición de Reagan.
Como siempre, Trump dio marcha atrás inmediatamente en sus comentarios, pero dejando una sombra de duda. "Voy a dejarles hacer lo que quieran", afirmó, aludiendo, presumiblemente, al Comité del Mercado Abierto, que es el organismo de la 'Fed' que determina la política monetaria.
EEUU lleva endureciendo el crédito de manera progresiva desde 2014. Empezó reduciendo la compra de activos y, desde 2015, lleva subiendo los tipos de interés de manera muy cauta. La economía estadounidense está en pleno empleo, el crecimiento está por encima de la tendencia y la inflación está empezando a dar señales de repunte. A eso se suma el hecho de que el Gobierno de Trump ha metido un formidable estímulo fiscal que ha disparado el déficit público, tanto por medio de una masiva bajada de impuestos como de un considerable aumento del gasto en defensa y partidas sociales. En esas circunstancias, el consenso de los expertos es unánime: más pronto o más tarde, EEUU tendrá que subir tipos si quiere evitar una explosión de la inflación.
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