lunes, 18 de junio de 2018

La muerte misteriosa de los grandes baobabs africanos

La muerte misteriosa de los grandes baobabs africanos

Un equipo internacional de investigadores alerta del colapso de la gran mayoría de los ejemplares más antiguos e imponentes de este árbol centenario en poco más de una década

El Platland, milenario baobab de Sudáfrica, tras colapsar a finales de 2017.
El Platland, milenario baobab de Sudáfrica, tras colapsar a finales de 2017. STEPHANE WOODBORNE
En Australia, Arabia, India y muchas zonas de África crece el baobab, un árbol que puede vivir cientos de años y alcanzar alturas y circunferencias de hasta más de 30 metros. En el continente africano se le conoce como el árbol de la vida, porque frutos, tronco y cortezas se prestan a múltiples usos. En Occidente, a muchos les sonará por ser citado en el clásico literario El Principito. Una noticia alarmante sobre estas singulares plantas ha despertado la preocupación de los expertos. Muchos de los baobabs más legendarios del sur de África están muriendo y no está del todo claro el porqué, según un estudio publicado recientemente en la revista Nature Plants. Aunque en el artículo se apunta al aumento de las temperaturas y a la sequía de esa área del planeta provocadas por el cambio climático como las causas más probables.
En 2005, un equipo internacional de investigadores empezó un estudio para conseguir calcular de forma exacta la edad de estos árboles, cuyo tronco carece de los anillos utilizados normalmente en muchas especies de plantas para este fin. Durante la fase de trabajo de campo, el grupo de científicos constató que antes de 2018 murieron total o parcialmente nueve de los 13 baobabs por ellos considerados como los más antiguos de África y cinco de los seis más grandes. Entre los árboles extinguidos, está también el Panke, un baobab ubicado en Zimbabue cuya edad estimada era de más de 2.500 años, colapsado completamente entre 2010 y 2011. Según los autores del estudio, este era el más antiguo del continente.
“Estamos hablando de la muerte de grandes baobabs en todo el sur de África, en un periodo de tiempo muy corto”, argumenta a EL PAÍS el líder de la investigación Adrian Patrut, de la Universidad Babes-Bolyai de Cluj (Rumanía). Los árboles encontrados secos estaban distribuidos entre Namibia, Sudáfrica, Zimbabue, Mozambique, Zambia y Botsuana. En el artículo están incorporadas unas imágenes del Chapman, baobab de Botsuana con una edad estimada de 1.400 años, tomadas en junio de 2015, cuando estaba totalmente vivo, y en enero de 2016, justo después de su inesperado colapso completo. También se muestran fotos del Platland, árbol milenario ubicado en Sudáfrica, casi totalmente colapsado entre mayo de 2016 y noviembre del año pasado.
Patrut excluye la posibilidad de que los baobabs hayan muerto por una epidemia y asegura que estos árboles pueden vivir aislados. "Los baobabs crecen en formas y tamaños diferentes en todo el sur de África, en distintos hábitats, pero la estructura es la misma. Muchos de los que murieron recientemente sobrevivieron durante siglos sin tener a otro baobab en sus proximidades". En su opinión, el responsable más probable de estas muertes es el cambio climático. "Las regiones donde se registró la mortalidad de los baobabs milenarios están entre las de África que más rápidamente han vivido un aumento de las temperaturas. Los datos sugieren que los árboles estuvieron afectados por cambios significativos de las condiciones climáticas", afirma Patrut. 
El investigador asegura que cuanto más grandes son los baobabs, más agua necesitan, y que los más antiguos ya están debilitados por la edad. "Es muy probable que una combinación de un aumento histórico de las temperaturas y una fuerte sequía fueron cruciales para provocar el colapso de los baobabs más antiguos y de los más grandes", mantiene. En algunos casos, como el del baobab Chapman, también podrían haber influido fenómenos extremos asociados con el cambio climático, según asegura Patrut. Por otro lado, en su artículo se afirma que hacen falta más investigaciones para determinar con seguridad qué ha provocado las muertes.

El debate sobre la estructura y la edad de los baobabs

Los autores del estudio publicado en Nature Plants aseguran haber descubierto y descrito por primera vez la verdadera "arquitectura" de los baobabs. Estos árboles se desarrollarían a partir de un único tronco, al que se sumarían otros más pequeños a lo largo de los años, según su teoría. En el tiempo, las bases de los troncos llegarían progresivamente a fundirse, creando una única estructura circular o elíptica, en la mayoría de los casos con una parte hueca en el medio, definida por Patrut y su equipo como una "falsa cavidad". Sería propiamente esta arquitectura, según ellos "compacta y con una alta simetría", la que permitiría a un baobab resistir a distintos factores externos y alcanzar edades muy elevadas.
Un baobab en Keer-Keer (Sudáfrica).
Un baobab en Keer-Keer (Sudáfrica).  GETTY IMAGES
A partir de esta teoría, los investigadores han considerado que la edad de los distintos baobabs estudiados, calculada con la técnica del carbono 14, corresponde a la del tronco más antiguo entre los que componen cada árbol. Según sus estimaciones, el baobab más antiguo actualmente en vida es el Humani Bedford, que se encuentra en Zimbabue y tendría 1.800 años de edad. Pero otros expertos ponen en discusión estos convencimientos. David Baum, de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), cree que esa interpretación "no es correcta" y no permite calcular la edad de forma exacta.
Este biólogo y botánico afirma que la teoría de Patrut no considera que los baobabs pueden regenerar con facilidad partes de la corteza dañadas por elefantes u otros factores. Baum explica que la corteza puede recrecer incluso en las partes huecas que, según Patrut, son el fruto de la fusión de distintos troncos y constituyen los puntos de los que se extraen las muestras representativas del núcleo más antiguo del árbol.
Baum no duda de que los investigadores liderados por el científico rumano sean expertos de técnicas de cálculo de la edad de los árboles y cree que los baobabs incluidos en el estudio son los más grandes y "probablemente, aunque no con toda seguridad", los más antiguos de África. En su opinión, la interpretación de la estructura de los baobabs que dan estos científicos solo puede ser "una primera aproximación razonable" de cómo calcular la antigüedad, pero no se podrá saber si es un método preciso "hasta que alguien obtenga la edad del núcleo de un único árbol grande".

Algunas claves para resolver el misterio de las muertes

Baum no está sorprendido de que los baobabs estén muriendo, porque cree que los humanos están alterando muchos ecosistemas, provocando así el declive de distintas especies. El biólogo y botánico asegura que tiene la misma impresión que Patrut y su equipo acerca del aumento de la mortalidad de los baobabs en las últimas décadas, aunque no está seguro de que sea un fenómeno "específico de los grandes árboles o algo más general". Baum considera que Patrut tendría que aportar datos más actualizados sobre la tasa de mortalidad de los baobabs. En opinión del científico estadounidense, el cambio climático podría ser uno de los factores que han provocado estas muertes, pero también podrían influir otras acciones humanas como la desforestación y el regadío.
Por su parte, Emilia Gutiérrez de la Universidad de Barcelona se declara más convencida de que la causa principal del colapso de los baobabs sea el cambio climático. "El agua que [los baobabs] almacenan en el tronco les confiere la estabilidad mecánica necesaria para mantenerse derechos", argumenta la científica. "La pérdida de agua puede causar una disminución de rigidez, resistencia y estabilidad mecánica. Y esa perdida puede deberse a que están en una zona del planeta muy seca, donde la temperatura ha subido muchísimo", agrega.
Por otro lado, Gutiérrez cree que la arquitectura de los baobabs descrita en el estudio de Patrut puede ser objeto de debate, aunque recuerda que el artículo "ha sido publicado en una revista muy buena y ha pasado por los filtros de al menos dos revisores". Por esta razón, "hay que asumir que está bien planteado", según considera la investigadora.

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