Trump elige el caos
Los aranceles a China y la llegada de Bolton encienden todas las alarmas
Hasta ahora, Trump había producido mucha más retórica que decisiones concretas. Pero con su decisión de imponer aranceles a las importaciones desde China materializa una de las amenazas más graves para la estabilidad internacional. El proteccionismo no solo daña al comercio internacional y a la economía mundial, sino que socava el principio del multilateralismo, que garantiza que las diferencias comerciales entre Estados se zanjen en mesas de negociación con los arbitrajes, reglas, garantías y mediaciones adecuadas. En cuanto se conoció la decisión del presidente, las Bolsas cayeron con estrépito (Wall Street el 2,8%), atemorizadas por la esperada reacción de Pekín a unos aranceles cuyo impacto se estima entre 50.000 y 60.000 millones de dólares (China probablemente racionará las importaciones de sorgo, soja y porcino, una de las fuentes de ingresos de la agricultura estadounidense).
Washington inicia así una fase económica de incertidumbre crispada, que solo puede resolverse con la vuelta de la Administración estadounidense al orden multilateral. Este es el evento inesperado o cisne negro que podría frenar el crecimiento mundial este año. Era de temer y ya está aquí. La imposición de aranceles es un ejercicio de paranoia y un ejemplo de ignorancia de principios económicos elementales. Los efectos son conocidos por todos: menos crecimiento para el país que los aplica, más inflación a medio plazo y pérdida de empleos; todo ello sin contar los daños que causarán las medidas de retorsión. Pero el daño principal que causa el despropósito trumpiano es el caos y la incertidumbre que introduce en el comercio mundial. Altera el tablero geopolítico antagonizando a China de forma gratuita y confirma la idea desoladora de que la política económica estadounidense ha quedado en manos de los elementos más radicalmente proteccionistas y más contrarios al mantenimiento del orden multilateral abierto en el que se ha basado la paz, la estabilidad y el crecimiento económico desde, al menos, el fin de la Segunda Guerra Mundial.
EDITORIALES ANTERIORES
La captura de la política exterior de Estados Unidos por el sector más derechista, ideologizado, militarista y nacionalista de la Administración Trump se ha confirmado con el nombramiento para el puesto de consejero de Seguridad Nacional de John Bolton, uno de los halcones de la guerra de Irak, hoy partidario de romper el acuerdo nuclear con Irán y del enfrentamiento militar con Corea del Norte. La salida del Gobierno en tan poco espacio de tiempo de su antecesor, el general McMaster, de Rex Tillerson, el secretario de Estado, y de Gary Cohn, el principal consejero económico de Trump y opuesto a la guerra comercial, apuntan hacia un profundo giro a la derecha y el nacionalismo agresivo por parte de Trump.
Europa ha respirado aliviada por haberse librado —temporalmente y sin saber muy bien qué le espera a la vuelta del camino— de los disparatados aranceles al acero y al aluminio. Pero no cabe duda de que va a sufrir las consecuencias del desorden introducido por Trump y que debe empezar ya a trabajar para lograr que su Administración deje de socavar el orden internacional y la prosperidad de todos.
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