viernes, 19 de mayo de 2017

Estados Unidos opta por una “campaña de aniquilación” contra el ISIS

Estados Unidos opta por una “campaña de aniquilación” contra el ISIS

El Pentágono revela una estrategia más agresiva contra el grupo yihadista pero también más arriesgada


JOAN FAUS


Washington 20 MAY 2017 - 02:23 CEST



Estado Islámico
El secretario de Defensa Jim Mattis este viernes SAUL LOEB AFP



Tras semanas de silencio, el Pentágono reveló este viernes su nueva estrategia contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas inglesas) que se vertebra en un enfoque militar más agresivo. El objetivo del presidente Donald Trump es acelerar la derrota del grupo yihadista, tras casi tres años de campaña militar en Irak y Siria, pero también acentúa los riesgos de pérdidas humanas de Estados Unidos y de quedarse atrapado en conflictos enquistados.



“Llevamos a cabo una campaña de aniquilación”, dijo el secretario de Defensa, Jim Mattis, en una rueda de prensa en el Pentágono. El general retirado explicó que, tras aprobarlo Trump, se están rodeando los feudos del ISIS, por ejemplo Raqa en Siria y Mosul en Irak. El objetivo es evitar que el “problema” se traslade de una ciudad a otra, es decir, que no logren huir combatientes extranjeros que puedan viajar fuera del país a cometer atentados.

Mattis subrayó que, pese a sus pérdidas territoriales, el ISIS sigue siendo “peligroso”, que la guerra “no finalizará pronto” y que es una “amenaza a largo plazo”. Pero su lenguaje, con términos como aniquilación, simbolizó el fin de la enorme cautela que impregnó la campaña contra el ISIS del gobierno de Barack Obama.

La irrupción de los extremistas suníes forzó en agosto de 2014 al expresidente demócrata a volver a mandar a soldados estadounidenses a Irak tres años después del fin de la intervención iniciada en 2003 y que él prometió terminar. En septiembre de ese año, tras degollar el ISIS a varios rehenes occidentales, la campaña se extendió a Siria, donde EE UU actúa sin el permiso del régimen de Bachar el Asad, pero con el que comparte un enemigo en común en los yihadistas.

Obama se obsesionó en diferenciar ese enfoque —un despliegue limitado de asesores militares y una coalición internacional que ataca desde el aire— del despliegue masivo de tropas de combate en Irak y Afganistán impulsado por su predecesor, George W. Bush, y que no logró estabilizar ambos países.

El republicano Trump, que durante la campaña electoral prometió bombardear sin piedad al ISIS, ha quitado ataduras al Pentágono. Las barreras ahora se difuminan, aunque no se vislumbra ningún viraje drástico, como un gran envío de tropas.

Al margen de rodear los feudos yihadistas, el segundo cambio en la estrategia de Washington es que la Casa Blanca ha delegado al Departamento de Defensa la toma de decisiones para atacar “más agresivamente” a los extremistas. Los militares se quejaban en los últimos años de que el equipo de Obama tenía que aprobar cada medida y que eso frenaba las operaciones.

El jefe del Estado Mayor, Joe Dunford, dio dos ejemplos de la nueva estrategia: la entrega de armas a milicias kurdas en Siria, lo que ha enfurecido a Turquía; y la autorización de que los asesores militares estadounidenses puedan estar más cerca de la primera línea de fuego en Irak.

Mattis insistió en que no ha habido ningún cambio en el reglamento de los uniformados ni se han relajado las directrices para evitar muertes de civiles. La mayor libertad de actuación ha acelerado la posibilidad de derrota del ISIS, pero también los riesgos y reveses. Aquellos que Obama quería evitar.

En los primeros cuatro meses de presidencia de Trump, EE UU ha sufrido bajas de militares en operaciones en Yemen y Somalia; ha matado a decenas de civiles en bombardeos en Irak, ha atacado por primera vez al Ejército sirio y ha lanzado su mayor bomba no nuclear sobre posiciones del ISIS en Afganistán.

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