jueves, 9 de febrero de 2017

Los cubanos denuncian que los medios de comunicación occidentales hacen creer a la opinión pública mundial que la guerra en Yemen es una guerra religiosa; cuando es una guerra de las potencias imperialistas por el control del petróleo y de los oleoductos.

Los cubanos denuncian que los medios de comunicación occidentales hacen creer a la opinión pública mundial que la guerra en Yemen es una guerra religiosa; cuando es una guerra de las potencias imperialistas por el control del petróleo y de los oleoductos.




Yemen, la Arabia infeliz

http://www.trabajadores.cu/20170208/yemen-la-arabia-infeliz/

Publicado el 8 febrero, 2017 • 19:04

 por Juan Dufflar Amel



Foto: Hispan TV
La injustificada guerra desatada contra la República de Yemen por la coalición militar de varios países encabezados por Arabia Saudita, ha sido considerada por sus analistas como la más insensata del mundo. En ella se evidencia la pasividad de gran parte de la comunidad internacional y la nulidad  del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para ponerle fin.

Uno de los principales obstáculos para lograrlo ha sido el derecho de veto ejercido por Estados Unidos a su libre albedrío, y la participación de su fuerza aérea en el devastador conflicto, con el pretexto de combatir a los grupos terroristas de Al Qaeda y del Estado Islámico.


Desde marzo del 2015, Yemen, la nación más empobrecida del planeta, se hunde en un abismo de fuego, terrorismo, extrema violencia, desolación, injerencismo extranjero, inestabilidad política, e ingobernabilidad, que la han  convertido en un estado fallido.

Veintiséis años después de la unificación  del Norte y el Sur, la infortunada nación se ve nuevamente amenazada de ser fragmentada por los intereses de las potencias imperialistas y de algunos de los Estados árabes de la región.

Todas ellas buscan petróleo, gas, hegemonía foránea y mayores zonas de influencia política en la península arábiga y en el Oriente Medio.


Entre los objetivos de los agresores prevalece el de la construcción, control y administración de un gran oleoducto en territorio de Yemen, por su estratégica situación geográfica en la denominada ruta del oro negro, por la que transita el 40 % del petróleo que consume el mundo europeo.
La prensa occidental desempeña un nefasto papel al presentar el cruento conflicto como una cuestión interna de carácter religioso, debido a las rivalidades y luchas por el poder entre los sectores de confesión sunita y de huthies, musulmanes chiítas. Mientras tanto, soslaya la intervención militar foránea.

La campaña mediática diversionista obvia además mencionar la realidad de sus orígenes. En el año 2011, inspirado por las protestas que convulsionaban a diversas naciones árabes reclamando libertades democráticas y mejores niveles de vida, el pueblo yemenita se rebeló contra el régimen del presidente Ali Abdullah Salleh.


Las manifestaciones fueron reprimidas violentamente, pero condujeron a la dimisión del mandatario y a la llegada al poder de Abd Rabbo Mansur Hadi.

El conflicto, agravado en el año 2014 con el alzamiento en armas de las milicias de la etnia huthi de confesión chiíta zaidi (leales a Salleh)  para derrocar el Gobierno de Hadi, lo obligaron, en enero del 2015, a abandonar el cargo y refugiarse en Arabia Saudita.


Esta circunstancia fue  aprovechada por
Estados Unidos,
Francia,
 Reino Unido,
Turquía y
varios Estados árabes para bajo la denominada Operación Tormenta Decisiva, para iniciar intensos ataques, bombardeos y la penetración de fuerzas terrestres con el objetivo de aniquilar al Movimiento Popular Ansarolá y a los rebeldes huthies, que supuestamente eran apoyados por la República Islámica de Irán.


Hasta el presente, el saldo de los intensos combates propagados del norte al sur del país, y los bombardeos de la aviación y la artillería de la coalición,  ha sido estimado por Naciones Unidas en 10 mil muertos, en 3 mil  heridos y en 3 millones 200 mil desplazados.

Según el reporte de ONU, a ese desolador panorama se unen 14 millones de yemenitas, que padecen inseguridad alimentaria, 3 millones 300 mil (incluidos cerca de 500 mil niños) sufren desnutrición, mientras otros 14 millones 400 mil no tienen acceso al agua potable. Igual número carece de atención médica.
La guerra ha destruido la infraestructura económica básica yemenita, cientos de escuelas, hospitales, otras instalaciones de salud, mercados, carreteras, lo cual que genera graves carencias y una extrema pobreza. Actualmente hay  6 millones 500 mil desocupados y son cotidianas las flagrantes violaciones de los derechos humanos.

Sumido en este doloroso y desolador panorama, con muy pocas esperanzas de cambio inmediato, Yemen ha dejado de ser el mítico país que él en la antigüedad llamaban la Arabia Feliz.

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