jueves, 1 de diciembre de 2016

Presidente electo Trump rompe con el pasado de libre mercado. La fuerte intervención estatal en la dirección económica de un país se llama corporativismo y la emplearon países fascistas como La Italia de Mussolini, Alemania de Hitler y la burguesía aislada de Japón. "Las compañías no volverán a marcharse de Estados Unidos sin consecuencias", dijo . //deducido de la Wikipedia y de un artículo de MARC BASSETS encontrado en el diario el País.


Presidente electo Trump rompe con el pasado de libre mercado. La fuerte intervención estatal en la dirección económica de un país se llama corporativismo y la emplearon países fascistas como  La Italia de Mussolini, Alemania de  Hitler y la burguesía aislada de Japón. "Las compañías no volverán a marcharse de Estados Unidos sin consecuencias", dijo .


El anuncio rompe con la doctrina tradicional que en las últimas décadas abanderó el Partido Republicano de Trump. Esta doctrina dictaba que los poderes públicos no debían inmiscuirse en el funcionamiento de la economía capitalista.

Corporativismo

https://es.wikipedia.org/wiki/Corporativismo

Los modelos corporativistas formales se basan en el contrato de grupos corporativos, tales como afiliación agrícolas, de negocios, étnicas, laborales, militares, científicas o religiosas, en un cuerpo colectivo.9 Los países que mantienen sistemas corporativistas típicamente utilizan una fuerte intervención estatal para dirigir políticas corporativistas. El corporativismo ha sido utilizado por muchas ideologías del espectro político, incluyendo el absolutismo, colectivismo, conservadurismo, nacionalismo, fascismo, progresismo, reaccionismo, socialdemocracia, socialismo y sindicalismo.10

Corporativismo en la economía[editar]
El corporativismo en su forma contemporánea se caracteriza por la rígida intervención del Estado conformado por los representantes de los gremios en las relaciones productivas. Los representantes de los gremios, son quienes asumen la actividad política en la sociedad y dictan las leyes específicas que atañen a cada sector.

Para la participación a todos los niveles económicos, se plantea la creación de sindicatos verticales que permitan el control. Es central también en ella la búsqueda del Bien Común y del interés nacional, poniendo bajo el control del Estado las regulaciones de las relaciones laborales.

Defensa del corporativismo como sistema económico[editar]
El corporativismo fue propuesto por primera vez en la encíclica Rerum Novarum por el papa León XIII (1891) como respuesta ideológica a los sindicatos socialdemócratas y se hizo popular durante el gobierno de Getúlio Vargas en Brasil, en los años 1920 y 1930, cuando asuntos de bienestar social se hicieron importantes.

En Portugal la Constitución de 1933 -escrita durante la dictadura de Salazar- resulta ser la primera constitución corporativista en el mundo.

El fascismo ofreció una nueva base ideológica, distinta a la tradicional, para el sistema corporativista. Mussolini provenía de la órbita socialista italiana y gran parte de los principios del fascismo en el campo de la economía eran adaptaciones a su ideología nacionalista. El apoyo del empresariado al fascismo italiano fue en parte debido al miedo que tenían a la revolución socialista. Por eso Mussolini no pudo nacionalizar la totalidad de la economía, para no perder apoyos en su principal fuente de ingresos, pero sí que introdujo en la economía de la Italia fascista multitud de elementos de intervención que sentaron las bases del corporativismo.

Hitler también se vio atraído por las ideas de Mussolini, y no tardó en mandar a sus hombres que adaptaran las ideas económicas del fascismo a la situación del III Reich.
La base económica del nacionalsocialismo era corporativista en el mismo sentido que el fascismo italiano.
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Trump regresa al Medio Oeste con ayudas pero sin soluciones al declive

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/01/estados_unidos/1480606860_031527.html


El presidente-electo señala a México por las deslocalizaciones industriales en un viaje a una región clave en su victoria

MARC BASSETS

Washington 2 DIC 2016 - 03:51   CET




Trump y Pence visitan la fábrica de Carrier en Indiana. AP / EPV

El republicano Donald Trump, adicto a los baños de masas, salió este jueves de su encierro dorado en Torre Trump de Manhattan para volver el Medio Oeste, donde en la campaña electoral encontró una base de votantes —la clase trabajadora blanca— que le ayudó a derrotar a la demócrata Hillary Clinton.
Por la noche participó en un mitin en Cincinatti (Ohio).
Antes visitó Indianapolis (Indiana) para anunciar, en un discurso en el que de nuevo señaló a México, el rescate de mil empleos de una fábrica de aparatos de aire acondicionado. El plan, que incluye rebajas fiscales de siete millones de dólares en diez años, deja sin resolver los problemas de fondo de esta región industrial golpeada por la robotización y la globalización.


Era una mezcla de gira nostálgica y triunfal. El mitin de Ohio fue el primero desde que terminó una campaña electoral en la que usó estos foros como una de sus armas más efectivas.


Trump dedicó buena parte del discurso a atacar a la prensa por su cobertura de la campaña electoral y a reclamar, erróneamente, que él ganó de forma arrolladora (en realidad Clinton le sacó más de 2,5 millones de votos: Trump ganó gracias al sistema de votos ponderados del llamado colegio electoral). También retomó el tono más nacionalista de la campaña. "El globalismo es maravilloso, pero ahora queremos centrarnos en la comunidad nacional", dijo.


La visita a la planta de Carrier, en Indianapolis, tenía mayor calado. Se trataba de un gesto que le permite proyectar la imagen de presidente que cumple sus promesas. Carrier se convirtió durante la campaña en un símbolo. Había anunciado el traslado de 2.300 empleos a México y Trump lo aprovechó como ejemplo de los males de los tratados de libre comercio. Una de sus promesas era que, si ganaba las elecciones, forzaría a United Technologies, empresa matriz de Carrier, a mantener los empleos en Indianapolis.

"Las compañías no volverán a marcharse de Estados Unidos sin consecuencias", dijo Trump en un discurso en el que retomó la retórica populista de la campaña. Reiteró que construirá el muro en la frontera con México, una promesa que ha dejado en un limbo de inconcreción desde que ganó las elecciones.

Y cargó de nuevo contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, en sus iniciales inglesas), que une a México, Canadá y EE UU. "Tenemos NAFTA, que es un desastre total y completo", dijo.

El acuerdo entre Trump y los jefes de Carrier es un golpe político y un beneficio obvio para las mil personas que seguirán trabajando en la fábrica. Pero la letra pequeña esconde una victoria a medias y suscita dudas sobre la estrategia del presidente-electo para combatir la desindustrialización.

Se salvarán mil empleos, pero 1.300 más —600 de Carrier y 400 de otra planta de United Technologies en Huntington (Indiana)— se irán igualmente a México, según la revista Fortune.

No se han difundido las condiciones del acuerdo entre el presidente-electo y United Technologies, pero de varias declaraciones y filtraciones a los medios de comunicación se deduce que consisten en tres partes, según la publicación qz.com.
Primero, rebajas fiscales de hasta 700.000 dólares anuales del Estado de Indiana, cuyo gobernador es todavía el vicepresidente-electo, Mike Pence.
Segundo, la promesa de rebajar impuestos federales a las grandes corporaciones, promesa que requerirá del apoyo del Congreso para cumplirse.

Y tercero, la velada amenaza de Trump con dejar de comprar a United Technologies, fabricante de motores de aviones de guerra y otro material militar, y proveedor del Gobierno federal.


E l anuncio rompe con la doctrina tradicional que en las últimas décadas abanderó el Partido Republicano de Trump. Esta doctrina dictaba que los poderes públicos no debían inmiscuirse en el funcionamiento de la economía capitalista. Además de distorsionar el mercado, las prácticas clientelares con dinero del contribuyente rompían la imagen de EE UU como paraíso del libre mercado.

El declive de los empleos industriales en EE UU no se detendrá con la operación de Carrier. Los mil puestos salvados representan el 0,2% de empleos en el sector manufacturero de Indiana, según The New York Times, que añade que en este Estado los empleos en el sector han caído en un 20% desde el año 2000.

Trump ganó las elecciones con un mensaje que apelaba a los trabajadores del antiguo pulmón industrial de EE UU, el llamado rust belt o cinturón del óxido. Conectó con una clase trabajadora blanca que se sentía abandonada por su partido tradicional, el demócrata. La paradoja es que fue un presidente demócrata, Barack Obama, quien rescató General Motors en 2009, y el más de un millón de empleos que dependían de este y otros fabricantes de automóviles. Y fue la demócrata Clinton la que presentó el programa más detallado con ayudas a estos votantes. Por ejemplo, en forma un aumento del salario mínimo.

Trump, que jurará el cargo el 20 enero, ha combinado una retórica populista con decisiones que contrarrestan este mensaje, como el nombramiento en su gabinete de millonarios y banqueros de Wall Street.

CRÍTICAS A DERECHA E IZQUIERDA
"Es terrible para la vitalidad económica de la nación si las empresas toman decisiones para complacer a los políticos en vez de a los clientes y a los accionistas", escribe el economista conservador James Pethokoukis, del laboratorio de ideas American Enterprise Institute, en la publicación The Week. "Imaginen empresa tras empresa, año tras año, tomando decisiones basadas parcialmente en complacer a la Casa Blanca de Trump. Además, el hostigamiento de Trump contra el comercio y la deslocalización distrae de la realidad de que la automatización plantea un desafío clave a la fuerza de trabajo americana en el futuro".

Desde la otra orilla ideológica, senador socialista Bernie Sanders, que en su campaña contra Clinton en las primarias demócratas criticó los tratados de libre comercio y prometió actuar contra las deslocalizaciones industriales, desaprueba el gesto de Trump con Carrier. Sanders sostiene que, al rebajar impuestos a una empresa que amenaza con llevar los puestos de trabajo al extranjero, Trump pone en peligro otros empleos que hasta ahora eran seguros.


“Ha señalado a todas las corporaciones de América que pueden amenazar con externalizar empleos al extranjero a cambio de beneficios fiscales e incentivos favorables a las empresas”; escribe Sanders en The Washington Post. “Incluso corporaciones que no estaban pensando en externalizar empleos probablemente revalúen su posición esta mañana”.

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