viernes, 18 de noviembre de 2016

El Sr Trump podría esparcir el pánico a gran escala si decide imponer altos aranceles a las importaciones a EEUU desde otros países; así compañías norteamericanas que fabrican productos en Asia por ejemplo tendrían que repatriar sus capitales que desde esos países pagan unos impuestos muy pequeñitos y le dicen el gobierno de EEUU ,” la diferencia , te la voy a pagar , pero te la debo, para cuando algún día regrese” supongamos que los impuestos en EEUU son 35 % y trabajan en Irlanda y pagan 10 %; la diferencia de 25 % deberían pagarle al fisco de EEUU, pero para cuando repatríen sus capitales; si el alto arancel encarece sus productos en EEUU , entonces no podría vender en EEUU sus productos como autos , electrónicos, debida a la competencia y tendría que regresar y si regresan, tendrían que pagar los impuestos que deben: Trasladar fabricas de miles de millones de dólares en corto tiempo ¿se podrá? deducido desde The Ecnomist

El Sr Trump  podría esparcir el pánico a gran escala si decide imponer  altos aranceles a las importaciones a EEUU desde otros países; así compañías norteamericanas que fabrican productos en Asia por ejemplo tendrían que repatriar sus capitales que desde esos países pagan unos impuestos muy pequeñitos y  le dicen el gobierno de EEUU ,” la diferencia  ,  te la voy a pagar , pero te la debo, para cuando algún día regrese” supongamos que los impuestos en EEUU son 35 % y trabajan en Irlanda y pagan 10 %;  la diferencia de 25 % deberían pagarle al fisco de EEUU, pero para cuando repatríen sus capitales; si el alto arancel encarece sus productos  en EEUU , entonces  no podría vender en EEUU sus productos como autos , electrónicos, debida a la  competencia y tendría que regresar y si regresan, tendrían que pagar los impuestos que deben:  Trasladar fabricas de miles de millones  de dólares en corto tiempo ¿se podrá?



The Economist: Problema de todos
http://gestion.pe/opinion/the-economist-problema-todos-2174990





Jueves, 17 de noviembre del 2016

OPINIÓN16:17
El Gobierno de Donald Trump no será positivo para la economía mundial.



Todavía no se sabe cómo será el Gobierno de Donald Trump, ni cuánto aplicará de todo lo que prometió en su campaña sobre comercio exterior e inmigración, ni quiénes integrarán su plana mayor en política económica —por ejemplo, en el Departamento del Tesoro—.

Pero se podría adivinar que, en términos agregados, el Gobierno de Trump no será positivo para la economía mundial, y que es probable que sus acciones hagan más daño a las economías fuera de Estados Unidos, al menos en el corto plazo.

Cuando Estados Unidos se ha alejado de su papel como centro del sistema económico global, el daño se ha expandido más allá de sus fronteras. En 1971, cuando Richard Nixon puso fin al sistema de tipos de cambio fijos vigente desde la posguerra, su secretario del Tesoro, John Connally, les dijo a los líderes europeos: “El dólar es nuestra moneda, pero es vuestro problema”.

Parafraseando a Connally, el resultado de las elecciones de la semana pasada pertenece a Estados Unidos, pero es potencialmente un problema más grave para todos los demás países.

Populismo económico
La escala y la naturaleza de ese problema dependen de la interacción que existirá entre los dos principales elementos del populismo económico de Trump.

El primero es la política que se aplicará para impulsar la demanda agregada. El presidente electo está a favor de recortar tasas de impuestos e incrementar el gasto público en infraestructura.

El segundo elemento es el proteccionismo comercial. Trump se ha comprometido a elevar los aranceles a las importaciones de productos chinos y renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que su país tiene con Canadá y México.

Si se inclina más por el primer elemento y menos por el segundo, el daño inmediato que causaría en la economía estadounidense será limitado, pero incluso en ese escenario, el efecto neto de una presidencia de Trump sobre las economías fuera de Estados Unidos continuará siendo muy perjudicial.

Para comprender por qué, regresemos al motivo del comentario burlón de Connally: el dólar. A medida que se hacía patente el triunfo del candidato republicano, el valor del billete verde cayó frente a las divisas de los países desarrollados, tales como el euro, el yen, el franco suizo y la libra esterlina, pues los inversionistas comenzaron a buscar dónde refugiarse de la incertidumbre.

Un índice de su valor frente a las principales divisas se redujo 2% al inicio de las negociaciones del 9 de noviembre. Horas más tarde, había recuperado casi todo lo que había perdido, debido a que los inversionistas entendieron que las perspectivas del dólar eran positivas, basados en las expectativas de un impulso de la demanda en la economía estadounidense y un influjo de capitales desde el exterior.

Regreso a casa
La lógica dice que un acuerdo entre Trump y el Congreso para reducir los impuestos corporativos haría que las compañías estadounidenses repatrien las ganancias que mantienen retenidas en el extranjero.

También les permitiría incrementar su gasto de capital en Estados Unidos, porque tendrían más efectivo disponible y sus ganancias futuras tendrían una carga tributaria más ligera.

Los mayores déficits presupuestarios que provocaría la reforma tributaria, junto con el aumento del gasto público en infraestructura, apuntalarían los rendimientos de los bonos de largo plazo del Tesoro. En efecto, tras reducirse luego de la victoria de Trump, los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 y 30 años están nuevamente en alza.

A esto debe añadirse el potencial de una mayor inflación, provocada por el estímulo fiscal y el probable uso de algunos aranceles proteccionistas, además de una Reserva Federal con un enfoque más restrictivo, pues la conformación de su comité que fija las tasas de interés se verá alterada con los miembros que designe Trump. Todo esto configura una renovada racha alcista del dólar.

Un estímulo fiscal acompañado de un despegue de las inversiones en la mayor economía del mundo también debería, ceteris paribus, ser positivo para la demanda agregada global. Y si este tipo de “populismo reactivador” mejora las perspectivas de corto plazo de la economía estadounidense, podría disuadir a Trump a aplicar medidas de “populismo anticomercial”.

Bueno, pero quién sabe. Teniendo en cuenta sus inclinaciones, es fácil imaginarlo recurriendo a un proteccionismo suave que haga que gran parte de la demanda adicional se mantenga dentro de las fronteras de Estados Unidos.

Por ejemplo, podría favorecer a las empresas que prefieren contratar proveedores domésticos o fijar condiciones de contenido local a los proyectos de infraestructura financiados con recursos públicos. Además, la repatriación de ganancias de las compañías estadounidenses reduciría los recursos disponibles de sus subsidiarias en el extranjero.

El dólar manda
En 1971, el mundo temía la debilitación del dólar. Estos días, su fortaleza tiende a tener un efecto contractivo sobre las condiciones financieras globales. Las alzas y bajas del dólar están fuertemente asociadas con las alzas y bajas del ciclo crediticio.

Cuando el dólar está débil y las tasas de interés estadounidenses están bajas, las compañías fuera del país se endeudan en esa moneda. A menudo, las grandes empresas con acceso a préstamos baratos provocan la disponibilidad de créditos en moneda local para las de menor tamaño.

Pero cuando el valor del dólar se eleva, el ciclo se revierte a medida que los deudores corporativos fuera de Estados Unidos afrontan problemas para pagar sus deudas en dicha moneda, lo cual causa una contracción generalizada del crédito.

Todos pierden
México es el país que tiene más que perder con una presidencia de Trump, si este cumple sus promesas de campaña. Por ello, el peso mexicano se desplomó tras conocerse los resultados de la votación.



Pero este país, junto con Chile, Turquía, Filipinas y Rusia, también mantiene una enorme carga de deudas en dólares, las cuales se están encareciendo en términos de sus monedas locales.

La inclinación proteccionista de Trump podría dificultar que los países emergentes mejoren sus perspectivas económicas a través del comercio exterior, así que cabría preguntarse qué pasará con China, la segunda mayor economía del mundo.

Este país explica aproximadamente la mitad del déficit comercial estadounidense, de modo que en las estimaciones de suma cero de Trump, tiene mucho que perder si Estados Unidos lanza una guerra comercial.

Pero la disrupción resultante en las cadenas globales de suministro afectaría enormemente a las empresas estadounidenses y los mayores precios de los productos importados apretarían a los consumidores estadounidenses, especialmente a las familias pobres, que proporcionalmente gastan más en esos bienes.

También hay riesgos para la economía china, incluso si el populismo de Trump solo se manifiesta levemente. La debilidad del dólar durante la primavera y el verano (boreales) contuvo la salida de capitales de China, que había amenazado con mandar al yuan a la deriva y desequilibrar los mercados financieros globales.

Así, una sostenida racha alcista del dólar se traducirá en un severo dolor de cabeza para los reguladores chinos, pues reviviría las presiones sobre su cuenta de capitales, de modo que tendrían que optar por una decisión desagradable: dejar que se hunda el valor del yuan frente al dólar o mantener una política monetaria contractiva para respaldarlo.

Europa vulnerable
China está a salvo del principal efecto indirecto del triunfo de Trump: el empuje que otorga a los políticos populistas. Pero Europa sí es vulnerable. El voto en Reino Unido en junio para salirse de la Unión Europea fue una temprana reflexión del sentimiento antisistema.

Desde entonces, los partidos políticos insurgentes de Francia, Alemania, Italia y otros países europeos han solicitado referendos para decidir su permanencia en el bloque. Típicamente, tales partidos están a favor de las barreras comerciales y las limitaciones a la inmigración, y están ganando respaldo popular.

La economía de la eurozona ha estado recuperándose, pero la moneda común continúa frágil. La clase de riesgo transfronterizo compartido que se necesita para que el euro adquiera una posición sólida está en contradicción con las crecientes corrientes nacionalistas y proteccionistas.

Un obstáculo inmediato es el referendo en Italia para aprobar una reforma constitucional, el 4 de diciembre. Una derrota debilitaría el Gobierno de Matteo Renzi, el primer ministro reformista, y envalentonaría al populista Movimiento 5 Estrellas, que está a favor de abandonar el euro.

Alrededor del 14% de las exportaciones de bienes de la eurozona se dirige a Estados Unidos, porcentaje menor al 18% de China. Pero Estados Unidos representa alrededor del 40% del crecimiento de las exportaciones de la eurozona, según cálculos del banco HSBC. En suma, el proteccionismo estadounidense es una amenaza mayor para Europa que para China.

Mucho que temer
El mundo entero tiene mucho que temer de las amenazas de Trump sobre desmantelar acuerdos comerciales e imponer aranceles punitivos. Pero incluso si se abstiene de iniciar una guerra comercial, el estilo lenguaraz y falto de seriedad que cultivó durante la campaña podría causar un daño severo cuando asuma la presidencia.

Es que ahora, sus amenazas hiperbólicas cargan el peso de la presidencia estadounidense. Su victoria fue suficiente para enfriar algunos mercados financieros, pero lo que podría hacer con ella podría esparcir el pánico a gran escala.

Pero incluso si no llega a tener consecuencias tan desastrosas, ya ha marcado un alarmante alejamiento del orden liberal y de apertura económica, y un acercamiento a un mayor aislacionismo y una menor prosperidad.


Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez

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