Ambas
compañías hacen coincidir sus respectivas presentaciones, dirigidas al mismo
mercado. Microsoft arriesga, frente a los productos continuistas de la empresa
de la manzana
JOSÉ
MENDIOLA ZURIARRAIN
31
OCT 2016 - 12:26 CET
Los fans
prueban el nuevo Microsoft Surface Studio en su presentación. DON EMMERT AFP /
EL PAÍS
No puede
haber más paralelismos: Microsoft celebró su particular
keynote apenas un día antes de que Apple reuniera a sus correligionarios
y medios en la suya. No es únicamente la coincidencia en el tiempo, sino
también la sorprendente coincidencia en la presentación de sus productos y en
los mercados a los que se dirigen.
Apple se
mantuvo fiel a su guión y sin desbarrar en exceso; no fue pobre lo que
presentó, pero a la firma se le nota demasiado lo calculado y milimétrico de
sus movimientos.
Microsoft, por su parte, desplegó todo un
festival de luces de colores y se llevó el grueso de las alabanzas de los
críticos, aunque en esta partida y jugando contra Apple, nunca hay una mano
ganadora.
Antes era el
irreverente Steve Jobs quien se mofaba del inmovilismo y sobriedad de
Microsoft, pero ahora los segundos se han tomado su revancha
Antes era el
irreverente Steve Jobs quien se mofaba del inmovilismo y sobriedad de
Microsoft, pero ahora los segundos se han tomado su revancha y de qué manera.
El mercado al que ambos se dirigían en estas presentaciones miméticas era el
mismo: el segmento de los ordenadores "profesionales", pero
permítannos el entrecomillado puesto que, en realidad, ambas marcas están borrando las delgadas líneas que delimitan sus
productos.
En este
sentido, ambos sencillamente optan por arrastrar a los compradores de
portátiles dedicados al ocio hacia modelos más capaces, y por otro lado,
seducir al comprador de portátiles pro con prestaciones centradas en el
entretenimiento. Bien pensado, la gran mayoría de los usuarios emplean sus
ordenadores para ambos cometidos.
Microsoft,
a lo bestia
La firma
fundada por Bill Gates ha dejado atrás su formalismo para convertirse en el nuevo enfant terrible de la innovación.
Microsoft comenzó sorprendiendo a todos presentando el Surface Studio, un extraño híbrido entre sobremesa y tableta, que puede
ser gestionado desde el ratón y teclado
o bien directamente desde la pantalla con los dedos.
Studio ha supuesto un soplo de aire fresco
en un segmento, el de los ordenadores, que se había resignado a mirar de
soslayo cómo los dispositivos móviles le ganaban el terreno. Y para que quedara
claro que venían cargados de ideas, el gigante de
Redmond volvió a sorprender anunciando el Surface
Dial, un periférico para gestionar de una manera alternativa al Studio.
Studio ha
supuesto un soplo de aire fresco en un segmento, el de los ordenadores, que se
había resignado a mirar de soslayo cómo los dispositivos móviles le ganaban el
terreno
Mientras
Apple se aferra a los portátiles, Microsoft sigue avanzando por la senda de los
convertibles y el Surface Book i7 es una buena
prueba de ello: se trata de una evolución del modelo anterior que llega con un incremento del 30% en la duración de la batería (hasta 16
horas de uso) y el poderoso procesador Core i7
de Intel. Apple juega con la continuidad y Microsoft arriesga logrando
que algunos medios califiquen sus productos de sexys, frente a los más o menos
continuista de los de la manzana.
Apple
sigue ordeñando la vaca de los MacBook
Si Microsoft
lo dio todo innovando en formatos y accesorios sorprendentes, Apple jugó una
baza aparentemente más conservadora... pero no tanto. Su gran protagonista de
la jornada fue una pequeña barra situada en la parte superior del teclado y de
la que, como es habitual, ya teníamos alguna noción gracias a filtraciones y
registros de patentes. La Touch Bar, como el
fabricante ha bautizado a esta nueva incorporación, es una franja multitáctil ubicada donde antes se encontraban las
teclas de función. Inocente, inofensiva y de apariencia infantil, a buen seguro
que esta incorporación va a dar mucho juego y posiblemente acabe arrastrando
también a Microsoft.
La
Touch Bar, como el
fabricante ha bautizado a esta nueva incorporación, es una franja multitáctil
ubicada donde antes se encontraban las teclas de función
¿Para qué sirve y por qué puede
revolucionar el segmento la Touch Bar?
La idea
principal consiste en considerar la primera línea del teclado como una
extensión de la pantalla: Apple sigue considerando los MacBook como portátiles
puros y duros y considera que quien quiera gestionar el equipo tocando la
pantalla puede comprar un iPad Pro. Sin embargo,
los de la manzana han querido incorporar parte de las ventajas del iPad a la
gama alta de sus portátiles y dejar que sean los desarrolladores quienes
exploten esta nueva herramienta. Así, si estamos escuchando Spotify la barra mostraría los controles del
reproductor, o si estamos dibujando, la barra servirá como control extra para
las diferentes herramientas que se empleen.
¿Quién
ganará esta guerra? Ni Apple ni Microsoft: el cliente. En muy contadas
ocasiones hemos vivido una guerra tan reñida en materia de innovación y con dos
contrincantes que, además, parecen necesitarse el uno al otro. Posiblemente
Microsoft robe parte de los compradores de productos Apple tentados por lo
innovador de sus productos, pero los de Cupertino siguen con argumentos de peso
para retener a sus fieles.
MogIA
predijo las últimas tres
elecciones presidenciales de EE.UU. También predijo las elecciones primarias de
este año
Las
encuestas actuales ubican a Trump por debajo de Clinton. (Foto: AFP)
MogIA, un sistema de inteligencia
artificial, predijo con éxito los resultados de las tres últimas elecciones
presidenciales de EE.UU. Y para la que se llevará a cabo el próximo 8 de noviembre, la máquina
le da el triunfo al republicano Donald Trump.
Este sistema
ha sido desarrollado por Sanjiv Rai, fundador de
la empresa
Genic.ai.
Hace sus
predicciones a través del análisis de millones de datos provenientes de
distintas plataformas de la web, como Google, YouTube,
Twitter y Facebook.
Fue creada
en el 2004, y con el pasar del tiempo ha adquirido más conocimientos. Cabe
resaltar que predijo las elecciones primeras demócratas y republicanas de este
año.
Según Rai, el que Trumppierda
significaría ir en contra de la tendencia de los datos por primera vez en 12
años. Sin embargo, admite que su sistema de inteligencia artificial tiene
sus limitaciones, ya que la carga
emocional que se presenta en las redes sociales es difícil de analizar.
Además, ahora hay más gente en el Internet; es decir, una mayor cantidad de datos por estudiar.
Hasta la
fecha, las encuestas ponen a Hillary
Clinton, candidata demócrata, por encima de Trump. Para Rai, esto no debe
hacer sentir que Clinton ya tiene estas elecciones en el bolsillo.
Desde que Macri asumió la presidencia de Argentina elevo la deuda
externa en otros US$ 40,000,000,000 ahora debe US$ 200,000,000,000 ¿adivinen quien la pagara ? y no se esta gastando en inversión productiva
.
Cuánto
aumentó la deuda de Argentina desde que Mauricio Macri asumió la presidencia y
por qué puede convertirse en su talón de Aquiles
Macri puede
ser víctima de su propio éxito a haber vuelto Argentina a los mercados
internacionales.
Algo –o
alguien– tenía que aguar la fiesta.
En
Argentina, un grupo cada vez más grande y diverso de economistas y políticos
muestran preocupación por los niveles inéditos de endeudamiento a los que ha
llegado el gobierno de Mauricio Macri, a un mes de cumplir un año en el poder.
Este
nerviosismo contrasta con el entusiasmo que se siente en algunos círculos y
medios de comunicación, que celebran con frases como "no terminamos como
Venezuela" el viraje de las políticas "populistas" del gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner.
Con el
cambio de forma y algunas medidas concretas –como ajustar tarifas de servicios
públicos, negociar con la oposición y buscar más transparencia en las cifras–
Macri logró generar la suficiente confianza interna y externa para pagar una
deuda de US$9.300 millones con tenedores de bonos.
3 cifras que
mejoraron y 3 que empeoraron en Argentina desde que Mauricio Macri llegó al
poder
Con eso
Argentina volvió a los mercados internacionales después de 15 años. Y sí que lo
ha aprovechado.
En estos 11 meses, gobierno,
provincias y bancos argentinos han recibido US$40.000 millones en préstamos,
con lo que la deuda pública queda en cerca de
US$200.000, que representan casi el 30% del Producto Interno Bruto (PIB).
Los números
son alarmantes para algunos economistas; no por lo que revelen en sí, porque a
niveles latinoamericanos Argentina sigue siendo uno de los países menos
endeudados.
Lo que
temen, más bien, es que la llamada "lluvia de
dólares" pueda echar para atrás todo lo "bueno" que
consideran se ha hecho para bajar la inflación, reducir el déficit y recuperar
el crecimiento.
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caption
El mayor
reto de Macri es lograr un ajuste profundo de las políticas públicas que
permita equilibrar las cuentas sin que esto le torne el país en un mar de
protestas.
Los
traumas del pasado
El temor
tiene el trasfondo en experiencias anteriores, cuando un alto déficit fiscal se financió con emisión de deuda
sin la resolución profunda de la manera como Argentina paga sus cuentas.
Pasó,
guardadas las proporciones, en 2001, cuando el esquema de financiamiento
internacional se cerró de repente en medio de una profunda crisis política y
económica que terminó en el famoso "corralito"
(la restricción de los depósitos bancarios) y en una explosión social
que dejó 39 muertos.
Pasó,
también, en 1989, cuando varios planes gubernamentales para contener la
inflación usando préstamos para financiar el déficit no funcionaron y se creó
un ambiente de incertidumbre que disparó la fuga de capitales y generó
hiperinflación, lo que aceleró la salida del poder del entonces presidente Raúl
Alfonsín.
Y pasó
durante el régimen militar en 1979, cuando el gobierno de facto hizo varias
minidevaluaciones sin reducir el gasto y no pudo contener la pérdida de reservas,
lo que obligó a hacer una devaluación traumática y llegar, una vez más, a rozar
la hiperinflación.
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caption
Argentina,
en su nueva etapa, ha recibido apoyo de varios frentes, entre ellos de Estados
Unidos: Barack Obama y el Secretario del Tesoro, Jude Jack Lew (foto),
estuvieron en Argentina, en un gesto de aprobación.
Los
argentinos saben del riesgo que implica emitir deuda, un mecanismo de
financiación que en teoría es necesario y todos los gobiernos del mundo utilizan.
No en vano
la deuda es uno de los aspectos que más utiliza la expresidenta Fernández, que
representa a una facción importante de la oposición, para criticar a Macri.
"¿Adivinen quien lo va
a pagar?", se
preguntó en una reciente intervención difundida en las redes sociales redes.
"No va
a ser la banca extranjera, no va a ser el gobierno; van
a ser los millones de argentinos y argentinas".
Por
qué puede ser un problema
Por mucho
que sean críticos de Fernández, algunos analistas que cuestionan el endeudamiento
del gobierno Macri comparten la preocupación de a exmandataria.
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Aunque los
analistas dicen que el ajuste no se ha hecho, el
aumento de las tarifas de servicios públicos fue traumática para muchos
argentinos, que viven con una inflación del 40% anual.
Y, en
términos generales, lo explican así: los préstamos que el gobierno está
recibiendo no se están gastando en planes a largo plazo
que puedan generar el dinero para pagar esa deuda, sino en pagos de caja menor,
reducción del déficit fiscal y aumento de las reservas internacionales.
La pregunta
es qué va a pasar con la deuda y el gasto del gobierno el próximo año.
Los expertos
consultados por BBC Mundo explican que las inversiones mixtas y privadas de hasta US$50.000 millones que Macri dice haber
consolidado no son del todo directas y son consideradas "inversiones
golondrina".
En otras
palabras, son capitales que pueden volver a salir del país en cualquier momento
de incertidumbre o crisis internacional.
Macri ha
mantenido los altos niveles de gasto público del gobierno anterior, en parte
debido a la presión que ejercen sindicatos y gremios y en parte, aseguran
analistas, porque en 2017 habrá elecciones legislativas.
Argentina
tiene uno de los niveles más altos de gasto público de la región, que en un 80% se destina a servicios sociales (salud, educación o
vivienda) y económicos (infraestructura, fomento o transferencias).
Si el
gobierno sigue gastando más de lo que tiene, coinciden los especialistas, tarde
o temprano, de una u otra manera, se va a quedar sin dinero para pagar a los
emisores de deuda.
Y, con eso,
podría volverse a los escenarios del pasado.
BBC Mundo
habló con el Ministerio de Hacienda y Finanzas en busca de un comentario para
este artículo, pero no obtuvo respuesta concreta hasta el momento de
publicación.
"Por
ahora tenemos calma,al menos hasta septiembre-octubre del año próximo",
dice Hector J. Rubini, profesor e investigador de la Universidad del Salvador,
con sede en Buenos Aires.
Mauricio
MacriImage copyrightAFP/EITAN ABRAMOVICH
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caption
Macri
no ha reducido el gasto público y ha negociado con sindicatos y gremios. Muchos temen que eso no es
sostenible.
"La preocupación
es que se observa un fuerte crecimiento del déficit fiscal y de la deuda
pública, pero no de la inversión productiva; y eso, sumado al atraso del tipo
de cambio real, puede generar en el futuro serias dudas sobre la capacidad
efectiva del Estado de generar suficientes dólares y pesos para pagar los
compromisos con los acreedores", le asegura el economista a BBC Mundo.
Juan José
Cruces, director del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad
Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, añade: "Nuestra sociedad se cree mucho más
rica que lo que es y está demasiado lista a desacreditar a cualquier gobierno
que le pida un ajuste".
Y hace un
llamado: "Tomemos conciencia que el endeudamiento es una solución
transitoria a un problema fiscal".
"Yo
tengo la esperanza de que el gobierno lo haga luego de las elecciones de
2017", dice en referencia a un ajuste que implicaría reducir
significativamente el gasto público, que ha sido históricamente alto.
Y concluye:
"El riesgo es que nunca lo hagamos, ahí sí que estamos en problemas".
Un recorte,
sin embargo, podría tener efecto en los programas sociales que Macri prometió
mantener,algo quizá ás impopular que endeudarse.
Kindred fue fundada sobre el principio de
que la mejor manera de fabricar robots tan inteligentes como los humanos es
ponerlos en nuestros zapatos y enseñarles a hacer lo mismo que hacemos
nosotros.
(Bloomberg).- Uno encarga un robot en línea y lo
pone en marcha en casa. Al comienzo, la máquina no hace mucho; simplemente lo
sigue a uno y observa su rutina diaria: pasear el perro, hacer lasaña, lavar
los platos. Pero al poco tiempo el robot
ha aprendido a convertirse en su sustituto, haciéndose cargo de tareas
cotidianas como para que uno pueda concentrarse en otras más interesantes.
Esa es la
clase de mundo que imaginan Suzanne Gildert y Geordie
Rose.
Manejan
Kindred, una compañía muy sigilosa de inteligencia artificial con sede en Vancouver y en parte financiada por la rama de capital
riesgo de Google.
Gildert y
Rose fundaron Kindred sobre el principio de que la mejor manera de fabricar
robots tan inteligentes como los humanos es ponerlos en nuestros zapatos y
enseñarles a hacer lo mismo que hacemos nosotros. Con la ayuda de una junta
asesora de estelares expertos en inteligencia artificial, Kindred ya progresa
hacia esa meta audaz.
“Si los
humanos y la inteligencia artificial cooperan para controlar los robots,
siempre estarán mejor que solos”, dijo Rose en la oficina de Kindred, en un antiguo edificio de ladrillos frente a
la villa olímpica construida para los Juegos de Invierno de 2010.
Enseñarle a las computadoras a aprender por sí solas
es el objetivo esencial de la investigación de inteligencia artificial.
Las mayores
compañías tecnológicas, entre ellas Facebook, Google y
la china Baidu, están en la carrera por desarrollar las mejores
técnicas. Ha habido progreso en reconocimiento de habla e imagen, pero las máquinas aún tienen dificultad para
realizar tareas físicas básicas como tomar objetos. Mejorar la habilidad
física de los robots es el primer problema que Kindred procura resolver.
Gildert,
formado como físico,
tuvo la idea de usar control humano para los algoritmos
de capacitación de los robots mientras trabajaba en D-Wave, una compañía fundada por
Rose que se ha convertido en una potencia en
la computación cuántica, una tecnología esotérica que elude las leyes de la
física para procesar más rápidamente los datos que las máquinas tradicionales.
Gildert
trataba de imaginar la mejor manera de capacitar máquinas acerca de cómo
moverse como humanos pero, a diferencia de los algoritmos de reconocimiento de imagen -- que pueden recurrir a
pilas de fotos en la red -- no existía un marco obvio de datos para su
entrenamiento.
[Ingenieros
de Kindred trabajan en un robot. Foto: Chris Hardy/Kindred]
“Eso no
existe”, dijo Gildert. “El momento eureka fue, ‘bien, un humano podría suplir
esos datos de entrenamiento moviendo el robot y si uno quiere buenos datos de
entrenamiento necesita una situación de inmersión’”.
Gildert
y Rose dejaron D-Wave en el 2014 para fundar Kindred.
Desde
entonces, han construido unos 50 robots para fines de ensayo. En un experimento
típico, un operador humano usa un visor de realidad virtual para “ver” lo que
el robot está viendo y usa controladores manuables para ayudar a la máquina a
levantar un objeto. Cada vez que el humano ayuda al
robot, los algoritmos usan los datos para aprender e ir aumentando la
inteligencia de la máquina.
La técnica
permite que los robots hagan cosas que ahora no pueden hacer por sí mismos, a la vez que los torna más habilidosos,
dijo Rose. Al cabo, dice, las técnicas podrían aplicarse a tareas más
abstractas, como aprender la manera de
hacer reír a alguien o intuir cómo se siente. Rose califica la actual
tecnología de “proto inteligencias”, algo así
como los tatarabuelos de lo que algún día será una inteligencia artificial
verdadera y de nivel humano.
Rose armó su
equipo, que incluye 34 personas en oficinas en Vancouver,
Toronto y San Francisco, usando los contactos que hizo mientras vendía
las máquinas de D-Wave, valuadas en millones de
dólares, a Google, el gobierno de Estados Unidos y otras organizaciones.
La junta
asesora de Kindred incluye nombres importantes como Russ
Salakhutdinov, quien recientemente se convirtió en director de investigación de inteligencia artificial de Apple.
“Muy
rara vez se ve este grado de personas, entre las 50 más importantes de su
campo, en el espacio de aprendizaje profundo de una compañía”, dijo
Andy Wheeler, socio de Google Ventures que encabezó la inversión de la firma en
Kindred.
La empresa
ha atraído US$15 millones de inversionistas, como Google,
Eclipse, Data Collective, First Round Capital y Bloomberg Beta, el brazo
de capital riesgo de Bloomberg LP. Kindred se negó a hacer comentarios sobre su
valuación.
Kindred
ahora se concentra en colocar su trabajo en el mundo real a través de alianzas
con compañías robóticas existentes, dijo Rose, quien rehusó hablar de
conversaciones o acuerdos específicos.
Tómese por
ejemplo la tarea de ordenar cajas en un depósito de Amazon o Wal-Mart. Un
operador humano podría ser conectado a múltiples robots, interviniendo cuando
encuentran un problema, pero dejando que recojan y reordenen las cajas por su
cuenta. Cuanto más robots Kindred pueda conectar, mayores serán los datos que
tendrá para computar en sus algoritmos, creando un efecto de bola de nieve,
dijo Gildert.
Al cabo, la
tecnología de la compañía podría usarse para que los robots aprendan cualquier
tarea -- desde empacar comida hasta conducir una sinfonía o dar ánimos a
alguien que está triste -- simplemente observando cómo los humanos hacen estas
cosas.
“La oportunidad de
construir máquinas de utilidad general que tengan la plétora de aptitudes que los
humanos tienen es sin precedente”, dijo Rose.
Cuando se
menciona el término Inteligencia Artificial, lo primero que salta a la mente de
muchos es Terminator tomando control de los humanos o HAL 9000 apoderándose de
nuestros sistemas.
Si bien son
productos de la Inteligencia Artificial y de la ficción, tan solo representan
una fracción del potencial de esta tecnología.
Durante mi
reciente participación en el Global Summit de Singularity
University, tuve la oportunidad de escuchar nuevamente a Neil Jacobstein.
Neil fue mi
profesor y es el responsable de enseñar sobre Inteligencia Artificial y
Robótica en Singularity University.
En su
ponencia nos compartió los 7 factores que están
acelerando la industria de la Inteligencia Artificial. Después de
escuchar sus argumentos, me quedó claro que estamos ahora en uno de los mejores
momentos para iniciar una empresa en Inteligencia Artificial. Por ese motivo,
me animé a escribir este artículo donde describo sus 7 factores y agrego mis
observaciones.
Inteligencia
Artificial (IA)
Primero
debemos partir por definir Inteligencia Artificial como la inteligencia que
poseen las máquinas cuando son programadas para que realicen operaciones que se
consideran propias de la inteligencia humana, por ejemplo, el autoaprendizaje.
La
Inteligencia Artificial se encuentra actualmente en un crecimiento acelerado y
se está integrando cada vez a más industrias como la del
derecho, la medicina, las finanzas y la manufactura.
Una manera
de calcular este incremento es observando las fuertes inversiones de parte de
las grandes empresas de tecnología y de los sectores donde las startups han
empezado a experimentar. Podemos decir que se está iniciando una nueva fase de
la Inteligencia Artificial.
El primer
factor de la aceleración es el del Capital. Las
inversiones han aumentado drásticamente en este espacio.
Tan sólo en
el 2016 hubieron más de 200 startups en IA que,
en conjunto, levantaron $1,500 millones de dólares en capital de riesgo. De tener
buenos resultados, generará más interés en los siguientes años en continuar
invirtiendo.
El siguiente
factor que empuja esta revolución son los Algoritmos como Deep
Learning, que a su vez complementados con herramientas de softwares,
como RStudio y Sentient, permiten hoy a todo tamaño de empresas
competir en este campo por primera vez.
El tercer factores el
Hardware. Empresas como Qualcomm, Nvidia e IBM están
apostando con hardware especializado en este campo. Prometiendo un desarrollo
más rápido, eficiente y estable de la IA.
Los Datos son el cuarto factor de aceleración.
Así como el hardware es importante para la Inteligencia Artificial, los grandes
conjuntos de datos son en donde los algoritmos de machine learning realmente
aprenden al refinar sus hipótesis repetidamente.
Desde el
descubrimiento de información en tiempo real hasta la integración de algoritmos e información con TensorFlow, cada vez más
herramientas para trabajar con datos están permitiendo un análisis de un
creciente número de conjuntos de datos disponibles públicamente.
El quinto factor es el
Talento. Por toda la
atención en el software y hardware, la tesis de Niel es que los humanos son tan
importantes para la ecuación de la Inteligencia Artificial como lo son las
máquinas. Esto se valida con el gran número de adquisiciones de startups en IA (Turi, Nervana, DeepMind, por nombrar
unas cuantas) en los últimos años, en la cual el talento fue el principal
impulsor para su compra.
El penúltimo factor son las Aplicaciones.
Actualmente, experimentamos la Inteligencia Artificial a través de las aplicaciones
que usamos. Tal tecnología nos da valor al aumentar las habilidades humanas
y extender nuestras capacidades. Pero eso no es algo que sucede de un día para
otro. Cuando se estrenó Siri, la IA de Apple, tenía muchos problemas. Pero con
el paso del tiempo se ha vuelto mucho más útil y más empresas han creado
asistentes virtuales como
Cortana
de Microsoft,
Echo
de Amazon,
S
Voice de Samsung y
Google
Now de Google.
Finalmente,
un factor que no se puede descartar es la Responsabilidad. El mayor impulsor que recalcó Neil sobre la
adopción de la Inteligencia Artificial fue la responsabilidad, sobre todo
teniendo en cuenta que la Inteligencia Artificial viene con algunos sacrificios
que se tienen que hacer en lo que respecta a la confianza. Si bien él agradece los esfuerzos como OpenAIpor democratizar el acceso a la inteligencia
artificial, él enfatizó la necesidad de que la IA demuestre los valores humanos
fundamentales. En el mundo de negocios, eso significa que la fórmula ganadora serán los procesos que
realicen los humanos y las máquinas en conjunto.
Después de
leer estos factores, ¿consideras que tu organización no está o no estará afectada
por la aceleración de la Inteligencia Artificial? Solo para dar unos ejemplos
de tecnologías listas para su implementación.
Hoy
IBM Watson puede reemplazar el trabajo del personal de ventas,
el asistente virtual
X.ai puede reemplazar el trabajo de programar reuniones,
el juguete CogniToys puede educar de manera inteligente a tus
hijos,
Baxter puede reemplazar a los trabajadores en las fábricas,
el Amazon Echote permite
controlar tu casa con tan solo la voz, y un larguísimo etcétera de áreas en
las que la inteligencia artifical está irrumpiendo.
Dentro de poco, ninguna
industria estará libre de la Inteligencia Artificial y todo indica que veremos más
aplicaciones de ella en nuestro día a día.
Pueden
escuchar más sobre Neil Jacobstein e Inteligencia Artificial en su presentación
en el Exponential Finance.
https://youtu.be/WbWQ7JwAfVI
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disfrutaron de leer este artículo, los invito a dejar sus opiniones y
comentarios en la sección de abajo. También pueden conocer más en mi web www.jaime.pe y seguirme en mis redes sociales.
En 1916 Lenin predijo lo que acontece en EEUU
en la actualidad: La amenaza de los oligopolios mundiales; El 10% de los grupos
cotizados en Bolsa genera el 80% de todos los beneficios que se obtienen en el
mundo, según The Mckinsey Global Institute. La facturación de Wal-Mart, la gran
cadena de distribución estadounidense, ya equivale al (PIB) de Polonia en un
año.La cervecera AB Inbev adquirió a SAB
Miller y ahora tiene 350 marcas de cerveza en 25 países . Luego la compra de Yahoo por Verizon, Bayer se
ha quedado con Monsanto, Marriott ha completado la fusión con Starwood,
Chemchina ha lanzado una OPA sobre Syngenta mientras que British American
Tobacco quiere hacerse con Reynolds. El penúltimo aldabonazo es la absorción de
Time Warner por AT&T. En EEUU había 37 bancos en los años noventa del
pasado siglo; hoy, producto de las fusiones, solo hay cinco entidades grandes
(Citigroup, JPMorgan Chase, Bank of America Merrill Lynch, Wells Fargo y
Goldman Sachs) que acaparan el 45% de los activos bancarios. En España de las 52 entidades que operaban en
2009 se ha pasado a 13 grupos en la actualidad.
El toro es el símbolo de las prosperidad en Wall Street DANIEL ACKER BLOOMBERG
El
imperialismo, fase superior del capitalismo es un libro escrito por Vladímir
Lenin en 1916.
En él, Lenin explica que la época del capitalismo
de librecambio toca su fin. Acompañado por múltiples datos y estadísticas
de la época, describe cómo en los países más adelantados (fundamentalmente Gran Bretaña, Alemania y los EE.UU. de entonces), la concentración de capital ha dado lugar a grandes
monopolios que acaparan sectores enteros de la producción.
Esta parte
es continuación de las tesis de Marx en cuanto a las leyes de concentración de
capital.
Los
capitalistas han dejado de ser competidores anónimos dentro de un mercado desconocido y
la libre competencia se ha trasformado en su contrario. La competencia en la
nueva época del capitalismo, se da ahora en unas condiciones nuevas en las que solo los grandes monopolios pueden competir entre sí.
El
estado ha dejado de ser propiedad de toda la burguesía para pasar a estar
controlado solo por los sectores monopolistas de la burguesía.
El estado
sirve ahora solo a los capitalistas dueños de grandes monopolios.
De tal
manera Lenin desarrolla el punto de vista de Marx más allá de lo que aquel
pudiera haber hecho, dado que el fenómeno de los monopolios se da a partir de
muy a finales del siglo XIX.
Las compañías emprenden una carrera
desenfrenada por ganar tamaño mediante la compra de rivales
DAVID
FERNÁNDEZ
Madrid
30 OCT 2016 - 00:
Nunca tan
pocas compañías habían tenido tanto poder.
Es la era de los grandes imperios
empresariales.
El
10% de los grupos cotizados en Bolsa genera el 80% de todos los beneficios que
se obtienen en el mundo, según The Mckinsey Global Institute. La excusa de la globalización
esconde un apetito voraz por el tamaño. Como el crecimiento orgánico es finito,
hay que sacar la chequera para despejar el camino de rivales.
Los movimientos de fusiones y adquisiciones (M&A, por sus
siglas en inglés) echan humo.
La
concentración de intereses en pocas manos restringe la competencia. Y eso es malo para los
consumidores. La capacidad de presión de
los dueños del Monopoly para defender sus intereses se multiplica. Y eso es
un reto para los gobiernos.
“Los ciudadanos terminarán
pagando más caro lo que podría tener a precios más competitivos. La
concentración nos conduce a un capitalismo en su grado más extremo”, reflexiona Robert Tornabell, profesor
de Esade.
La economía
se mueve en ciclos y las tendencias empresariales también.
A finales del siglo XX
los grandes gurús de la gestión predijeron el fin de las megacompañías.
Atisbaban un hábitat caracterizado por grupos de menor tamaño liderados por emprendedores.
Peter Drucker, el padre del management moderno,
llegó a vaticinar el fin de la lista Fortune 500,
que recopila las mayores empresas del mundo.
La realidad, sin embargo, ha dejado esos
cálculos en papel mojado. Un dato que habla por sí solo: la facturación de Wal-Mart, la gran cadena de distribución
estadounidense, ya equivale al valor de todos los bienes y servicios (PIB) que
es capaz de generar Polonia en un año.
La amenaza de los oligopolios mundial espulsa
en la foto
El tamaño se
presenta como una de los rasgos clave para la supervivencia empresarial. La
reorganización de muchos sectores tras la Gran Recesión,
la amenaza del estancamiento secular (un largo periodo
con un crecimiento económico mundial bajo) o la sombra de nuevos
competidores en los países emergentes han forjado esa necesidad de expansión.
“En el proceso de ganar
tamaño las empresas pueden entrar en un círculo virtuoso debido a sus menores
costes unitarios que, sumados a su mayor visibilidad y reputación de liderazgo
antes sus clientes, les permiten desarrollar una ventaja competitiva frente a
grupos más pequeños. Además, un gran
volumen les sirve para levantar una barrera de entrada ante nuevos
competidores. Esto no es nuevo, lo que sucede es que ahora el tamaño de una
empresa se mide a escala planetaria en un mundo globalizado”, indica Esteban García-Canal,
catedrático de la Universidad de Oviedo.
Este
grupo reducido de líderes
—algunos de la vieja economía y otros
pioneros tecnológicos— dominan el mundo de los
negocios, arrocinando a sus rivales y gozan de un crecimiento de las ganancias
exponencial que va a parar a un relativamente pequeño grupo de accionistas.
En las
ultimas tres décadas, destacan en Mckinsey, los
beneficios empresariales se han multiplicado por cuatro: en 1980 sumaban solo
dos billones de dólares (el 7,6% del PIB mundial) y en 2013 alcanzaron 9,8
billones (el 9,8% del PIB).
En EE UU,
según datos de The Economist, la caja o posición neta
de tesorería de las empresas equivale al 10% del tamaño de la economía
estadounidense. “Las compañías se mueven en entornos sectoriales en los
que el tamaño supone una serie de ventajas competitivas:
capacidad
de compra a proveedores,
de
negociación con clientes,
atracción del talento,
acceso
a los mercados de capitales y
mayor
capacidad de financiación o reducción de los riesgo al tener menos dependencia
de una área geográfica o de un solo producto”, explica Jorge Riopérez, socio responsable de
Corporate Finance de KPMG.
AMÉRICA
GANA LA PARTIDA
Cuando se
quiere establecer una clasificación de las compañías más grandes del mundo hay
diferentes variables para elaborar el listado. Pueden ser en función de las
ventas o de los beneficios. Ambas partidas hablan de la correlación de fuerzas
en la actualidad. También se puede fijar un ránking por el valor en Bolsa. La
capitalización refleja la bonanza de la cuenta de los resultados, pero proyecta
también la capacidad que tienen los grupos para crecer ya que el mercado
descuenta expectativas para fijar el precio de las acciones.
Si se usa la
tasación que hacen los inversores de las compañías resulta evidente que hay un claro vencedor de la Gran Recesión: EE UU. Antes del estallido de la crisis financiera las
corporaciones europeas y chinas amenazaban la posición de liderazgo de Wall Street
en la tabla de capitalizaciones. Sin embargo, ahora hay
un dominio aplastante de las firmas estadounidenses.
Entre las 10 mayores compañías del mundo nueve son americanas.
Si se amplía el foco a las 25 sociedades más valiosas,
EE UU suma 16, China aporta cuatro, Suiza dos y Bélgica, Corea y Holanda una.
La posición de dominio de la primera potencia económica
del mundo se debe principalmente a su apuesta por la
innovación.Silicon Valley es ahora el
epicentro de las empresas más valiosas del mundo:
Apple,
Alphabet,
Microsoft,
Amazon y
Facebook.
La
tecnología se ha impuesto a sectores industriales más clásicos como la energía o los fabricantes de coches.
Consumo,
farmacia y telecomunicaciones son, después de la tecnología, las áreas de negocio más representadas
entre los líderes por capitalización.
En cambio,
la presencia del sector bancario se ha diluido como un azucarillo a pesar de que
los supervivientes de la crisis se han reforzado con la compra de sus rivales
en problemas.
La entrada
más fulgurante este año en la clasificación es AB Inbev tras la adquisición de SAB Miller.
Fiebre
de compras
La leyenda
de la película
Los inmortales (“solo puede quedar uno”) ha calado en el mundo
corporativo. La sucesión de movimientos de M&A no
tiene precedentes en la historia.
En 1990 se firmaron 11.500 tratos con un valor combinado del 2%
del PIB mundial.
En
2008 estalló la crisis
financiera y el mercado se secó.
Pero a
partir de 2009 el ritmo de fusiones y adquisiciones
supera los 30.000 movimientos al año, con un valor equivalente al 3% de la economía mundial.
En 2016 ya se han anunciado 33.252 deals, por un monto de 3,9
billones de dólares, de acuerdo con los datos recopilados por Bloomberg.
“La crisis ha forzado un replanteamiento de
estrategias. Ha debilitado a algunas empresas mientras que ha reforzado a
otras. Con las adquisiciones de competidores las compañías buscan economías de
escala y también reestructurar sus sectores, reduciendo duplicidades”,
opina Mauro Guillén, profesor de The Wharton School.
Las operaciones
de M&A se dan en múltiples sectores y muchos de los acuerdos son
transnacionales.
Ya
no se habla de campeones nacionales; hay que ser líderes globales.
En los
últimos 12 meses el mercado ha asistido a operaciones de fuste como la compra de Yahoo por Verizon, AB Inbev se ha hecho con
SABMiller, Bayer se ha quedado con Monsanto, Marriott ha completado la fusión
con Starwood, Chemchina ha lanzado una OPA sobre Syngenta mientras que British
American Tobacco quiere hacerse con Reynolds. El penúltimo aldabonazo es la
absorción de Time Warner por AT&T.
“Como consecuencia de
la crisis, en los últimos años hemos visto muchas operaciones que se han
realizado con el fin de buscar la supervivencia de los
grupos implicados mediante el ahorro de costes y procesos productivos
más eficientes que les permitiesen ganar competitividad en un entorno de
mercado más complicado”, apuntan Víctor Durán y Rafael Roldán, del área de
Transacciones de EY.
“Pero también hemos visto muchos otros
acuerdos en los que el fin es expandirse geográficamente o ampliar la actividad
para diversificar los riesgos; así como transacciones en las que las empresas
incrementan su cuota de mercado logrando mayor eficacia y profesionalizando
sectores fragmentados”, añaden.
Las empresas
las dirigen personas y las pulsiones humanas son aspectos a tener en cuenta a
la hora de explicar el tsunami de operaciones corporativas. Jeff Bewkes, consejero delegado de Time Warner, puede
recibir una compensación de hasta 117 millones tras
aprobar la compra de su compañía por AT&T, según Bloomberg.
También entran
en escena los intereses de los múltiples asesores (bancos de inversión,
abogados, consultores, auditores, ....) que viven precisamente de que una
compañía compre a otra. Morgan Stanley fue el consejero
principal de Monsanto en la opa de Bayer. Cobró
120 millones, la mayor comisión de la historia, por cuatro meses de
trabajo, según publicó Financial Times.
Con
semejante minuta es más difícil ir a contracorriente y señalar que una
operación no tiene sentido estratégico. “Evidentemente, los intereses personales
juegan un papel en los movimientos corporativos. Muchas veces es el ego de los
directivos y el mayor prestigio lo que está detrás. Desde luego que los bancos
de inversión también se benefician”, reconoce Mauro Guillén.
Instinto
de supervivencia
En un
mercado lleno de predadores, el instinto de crecer vía adquisiciones puede ser
defensivo. A más tamaño más difícil seré de engullir. “En España,
y concretamente en el sector energético, hemos visto recientemente esta
estrategia. El consejo se protege endeudándose a unos tipos de interés muy
atractivos para comprar otra empresa. En una economía global, si no tienes una
dimensión adecuada, puedes sufrir una opa. En cambio, si tu apalancamiento es
elevado el incentivo de los potenciales pretendientes es menor”,
subraya Robert Tornabell.
Un sector
donde a priori debía de haber un ecosistema más variado de compañías es el tecnológico. La leyenda dice que dos
jóvenes pueden crear una empresa en el garaje de sus padres. Es mito quizás sea
cierto, pero la realidad es que muchas de esas startups
acaban siendo vendidas a los hermanos mayores del sector.
Google
(ahora conocido como Alphabet) ha adquirido más de 160 empresas desde su
nacimiento en 1998. Picasa, Android, YouTube, DoubleClick o Motorola
(vendida luego a Lenovo) son solo algunas muescas en el revolver del buscador.
En muchas ocasiones cuesta más innovar que comprar lo que ha hecho un
rival, lo que hace bueno aquello que decía Miguel de Unamuno: “Que inventen ellos”. Una encuesta reciente
de EY concluía que para el 67% de los directivos la
opción del M&A era la preferida para afrontar la digitalización en lugar
del crecimiento orgánico.
Solo las
grandes compañías disponen del músculo financiero suficiente para afrontar esas
adquisiciones. Ello supone entrar en un círculo vicioso en virtud del cual los
líderes van a reforzar siempre su posición.
Los
grandes de Silicon Valley están sentados en una montaña de efectivo que les
permite comprar cualquier empresa que se ponga a tiro.
La tesorería de Apple supera los 200.000 millones,
Microsoft
cuenta con 90.000 millones y
Google
tiene 64.395 millones,
por citar solo algunos de los casos más significativos.
Estas
dinámicas quedan patentes en la cantidad de empresas cotizadas. En EE UU el número
de empresas que están en Bolsa se ha recortado a la mitad entre 1997 y 2013
pasando de 6.797 a 3.485, según un estudio de la Rice University.
Como contrapartida, las ventas medias de
los grupos con presencia en el parqué son ahora tres veces mayores de las que
eran hace 20 años.
Gusto
por lo sistémico
Otro ejemplo
de concentración, este fruto principalmente de la debilidad, es el negocio
bancario. Tras la quiebra de Lehman Brothers los gobiernos se conjuraron para
evitar que en el futuro ninguna entidad financiera tuviera un tamaño tan grande
que obligase, si las cosas se torcían, a su rescate con dinero público para
evitar con ello que su caída arrastrase al conjunto del sistema. Sin embargo,
el famoso “too big to fail” (demasiado grande para caer), no ha hecho más que
intensificarse desde el estallido de la crisis.
En
EE UU había 37 bancos en los años noventa del pasado siglo; hoy, producto de
las fusiones, solo hay cinco entidades grandes (Citigroup, JPMorgan Chase, Bank
of America Merrill Lynch, Wells Fargo y Goldman Sachs) que acaparan el 45% de los activos bancarios totales del
país.
DIVIDE
Y VENCERÁS
La necesidad
de ganar tamaño para competir en un mercado global convive actualmente con una
tendencia que va por el camino contrario.
Un número
creciente de compañías, principalmente
estadounidenses, están optando por segregar sus áreas de negocio y crear
compañías independientes. Los ‘spin off’,
como se conoce en la jerga a este tipo de operaciones, tratan por lo general de
evitar que aquellas actividades que van peor dentro de una empresa terminen
contaminando a aquellas que tienen más potencial de crecimiento.
Debido a su
carácter defensivo, muchas veces las segregaciones están protagonizadas por
empresas con problemas.
HP, por ejemplo, separó su negocio de
ordenadores de la división de servicios operativos, una maniobra similar a la
protagonizada por Xerox.
En el caso
de McGraw Hill segregó la parte de educación
para centrarse en sus actividades vinculadas con los mercados de capitales a
través de Standard & Poor’s.
El sector de los medios de comunicación también atraviesa
una fase turbulenta y muchos de ellos están optando por dividir sus negocios
más tradicionales (fundamentalmente, las publicaciones en papel), de las
divisiones enfocadas a los servicios audiovisuales y de papel. Esta decisión
fue la que adoptaron multinacionales como News Corp,
Tribune y Time Warner. Por su parte, General Electric se ha ido
desprendiendo en los últimos años de diferentes activos de su negocio
financiero.
“Una empresa no siempre
tiene que ser más eficiente por ser más grande”, reflexiona Jorge Riopérez, socio
responsable de Corporate Finance de KPMG en España. “En principio, la teoría dice que
debería serlo, pero está demostrado que no todo es una cuestión de la dimensión
que tenga una empresa. La gestión es el aspecto diferencial”, añade.
La
reestructuración del sistema bancario en España ha sido igual de radical. De las 52 entidades que operaban en 2009 se ha pasado a 13
grupos en la actualidad. Además, la concentración financiera es de las
mayores de Europa ya que la cuota de mercado de las
cinco grandes entidades se ha incrementado del 40% al 58%, según datos
de Analistas Financieros Internacionales. La concentración, sin embargo, no ha
acabado. Tanto el Banco Central Europeo como el Banco
de España alientan más fusiones en el sector.
Además del
incremento del riesgo sistémico, otra de las consecuencias más evidentes de la
proliferación de gigantes empresariales gracias a los movimientos corporativos
es la reducción de opciones de elección que sufre el consumidor.
Peter
Thiel, cofundador de PayPal, publicó en The Wall Street Journal en 2014 un polémico artículo
titulado: “La competencia es para los perdedores”.
Thiel, uno de los inversores más influyentes de Wall Street, verbalizaba lo que
hasta ahora había sido un anatema: “Si se quiere captar
el valor que existe en el mercado, conviene construir un monopolio”.
Las grandes
economías del planeta tienen órganos de competencia cuyo mandato consiste en
velar porque no existan posiciones de dominio en el mercado.
Estas
supervisores suelen poner como condición para dar el visto bueno a una fusión
el que se produzcan desinversiones.
Sin embargo,
el grado de concentración de la última década ha sido tal que en muchos
sectores como el financiero, el energético, el farmacéutico o las telecomunicaciones
han surgido auténticos oligopolios.
La
compra de SABMilller por parte de AB Inbev, por ejemplo, ha dado lugar a un
conglomerado que controla 350 marcas de cervezas en 25 países.
“Has
sectores que por sus dinámicas específicas tienden a la creación de grandísimos
operadores. En estos casos, existen supervisores que tienen como función velar
por la existencia de competencia y por la protección del consumidor final. El
sistema no es perfecto, pero funciona razonablemente”, comenta Pablo Gómez de
Pablos, socio director de GBS Finanzas. Hay algunos expertos, como Sergio
Figuerola, socio director de The Boston Consulting Group, que niegan la mayor e
incluso sugieren que la creación de supercompañías es buena para el ciudadano “porque
aumenta su capacidad de acceso a una mayor variedad de productos y porque
disminuye el coste de los productos” al ser las empresas más
competitivas.
Pero,
¿de verdad una compañía es más
eficiente por tener más tamaño?
La hemeroteca recoge algunos fracasos sonoros
de proyectos demasiado ambiciosos. El fiasco del matrimonio entre Daimler y Chrysler es uno de ellos. “Cuando el tamaño
se busca de manera artificial, por ejemplo, fusionando empresas mal
gestionadas, como fue el caso de Bankia, los
resultados no suelen ser los esperados. El tamaño debe ser la consecuencia de
la competitividad de una empresa, aunque puede reforzarla”, destaca Esteban
García-Canal.
En el mundo
de la empresa muchas veces uno más uno no suman dos. Crecer vía adquisiciones
lleva implícito el riesgo de que una de las compras acabe atragantándose.
“Un mayor tamaño no
implica necesariamente que un grupo sea más eficiente o productivo. Las
empresas tienen que buscar vías de crecimiento que sean sostenibles en el
tiempo, con unos niveles de inversión adecuados que permitan incrementar la
rentabilidad”,
según Víctor Durán.
Los
Gobiernos siempre han defendido los intereses de sus multinacionales.
El
exsecretario de Defensa, Charles Wilson, pronunció hace más de 50 años la
famosa frase según la cual “lo que es bueno para General Motors, es
bueno para Estados Unidos”.
Esos vasos comunicantes entre el poder político y las corporaciones se ha
reforzado.
El mayor
tamaño que han adquirido muchas empresas las ha convertido en auténticos
poderes fácticos. Hace dos semanas Wikileaks filtró unos correos electrónicos
en los colaboradores de Hillary Clinton en los cuales se barajaban posibles
candidatos a la vicepresidencia del Gobierno en caso de una victoria demócrata.
La lista estaba repleta de famosos directivos como Tim
Cook (Apple), Bill Gates (Microsoft), Mary Barra (General Motors), Muhtar Kent
(Coca-Cola) o Howard Schultz (Starbucks), entre otros.
Diplomacia
corporativa
Si durante
la Guerra Fría la amenaza nuclear impidió que alguno de los dos bloques atacara
directamente al otro, ahora los gigantes empresariales
sirven de peones en la gran partida de intereses que juegan las potencias
mundiales. En plenas negociaciones para aprobar el acuerdo comercial
entre EE UU y la Unión Europea (TTIP, por sus siglas en
inglés),Washington respondió a una sanción
multimillonaria de Bruselas a Apple por malas prácticas fiscales con una multa
semejante a Deutsche Bank por la comercialización de hipotecas basura.
Las
compañías de los países emergentes cada vez tienen una mayor cuota de mercado. Las corporaciones chinas, muchas de ellas aún bajo el
paraguas estatal, obtienen ya el 14% de todos los
beneficios que se generan en el mundo, según Mckinsey.
Además, las corporaciones del gigante asiático acaparan el 20% de los
puestos de la lista Fortune 500, mientras que el peso conjunto en este
ránking de los grupos americanos y europeos ha caído
desde el 76% de 1980 al 54% actual.
Las empresas
chinas cuentan con la ventaja de tener un inmenso mercado doméstico, pero cada
vez más están echando sus redes para crecer en otros países a través de la
adquisición de empresas locales.
Tal es su expansión que el Gobierno alemán ha dado marcha atrás
en su visto bueno para que un grupo de inversores chinos se hiciese con Aixtron, una firma de semiconductores.
A Berlín le
preocupa el ritmo vertiginoso de la penetración de las compañías de chinas en
su tejido industrial. “Es una estrategia que sirve a China para
ganar tiempo. Es decir, con la toma de control de grupos de países
desarrollados adquieren tecnología y desarrollos que de momento sus compañías
locales no tienen.
Un claro
ejemplo es la oferta de ChemChina para tomar el
control del gigante de las semillas Syngenta”,
explica Robert Tornabell.
Las nuevas superstar companies —como se conoce en el mundo
anglosajón a los grandes conglomerados— son grandes pero de una manera
muy distinta a como lo fueron sus predecesores.
Hace unas
décadas, los dominadores del mercado basaban sus imperios en una gran cantidad de activos y empleados.
Ahora, los líderes mundiales caminan más ligeros de
equipaje.
En 1990 los tres mayores fabricantes de automóviles sumaban unas
ventas de 250.000 millones, un valor de mercado combinado de 36.000
millones y daban trabajo a 1,2 millones de personas.
En la
actualidad, los tres grandes tecnológicas (Apple,
Google y Microsoft) facturan 375.948 millones,
tienen una capitalización de 1,64 billones y emplean a solo 296.575 trabajadores. Como diría Bob Dylan, “los
tiempos están cambiando”.