jueves, 15 de septiembre de 2016

El agua como arma de la guerra climática del Califato de Iraq y el Levante./// encontrado en el economista.es

El agua como arma de la guerra climática del Califato de Iraq y el Levante.

Nota del autor del blog: La tecnología actual puede desalinizar 1 metro cubico de agua por US$ 0,2 y agua hay en el Mediterráneo, en el Tigris y en el Éufrates, un simple software de alumnos pueden repartir el agua entre el sur Turquía en la Anatolia ,y el norte de  Siria e Iraq sin que les falte a nadie ; si no hay paz es porque los vendedores de armas no lo permiten por vender mas y mas . para desalinizar no se necesita más que energía eléctrica del sol del desierto más barata que las del carbón por eso están cerrando minas de carbón en EEUU

Estado Islámico convierte el agua en un arma de guerra eficaz

http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/agua-medioambiente/noticias/7826302/09/16/Estado-Islamico-convierte-el-agua-en-una-eficaz-arma-de-guerra.html



MARÍA LUISA ATARÉS

15/09/2016

Ha perpetrado 20 ataques desde 2013 contra infraestructuras hídricas





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Unos soldados vigilando una zona de agua.


  
En 1962, el presidente Kennedy pronunció aquello de "aquél que pueda resolver los problemas del agua, merecerá dos premios Nobel; uno por la paz y otro por la ciencia". Y es que el empleo del agua como arma de guerra es, más que probablemente, tan antiguo como la propia historia bélica de la humanidad.

Ya en la primera guerra documentada de la historia, en el 2500 antes de Cristo, el rey Urlama de la ciudad estado de Lagash, en Mesopotamia, cortó el suministro de agua a la vecina Umma como parte de su estrategia militar.


Al igual que en aquel primer enfrentamiento bélico, en las últimas décadas los conflictos vinculados con el agua han tenido -y tienen- como principal escenario el Oriente Medio.


Esta situación se explica fácilmente si se considera que, para muchos de los países de la región, el abastecimiento de recursos hídricos depende de los países vecinos en cantidades que frecuentemente superan el 50%.

En este contexto, y junto a un complejo entramado de tensiones fronterizas, étnicas, religiosas e ideológicas, las políticas hídricas juegan un papel mayor en las tensas relaciones entre Turquía, Siria e Irak.

La falta de cooperación y coordinación entre los Gobiernos de estos países, incapaces de pactar una regulación o coordinar el reparto del agua de estos ríos tan estratégicos para la supervivencia de su población, ha generado un consumo excesivo de recursos y los ha convertido en motivo de tensión entre los territorios y regiones que los comparten.

Esa misma ausencia de regulación ha incrementado el clima de inseguridad generada a lo largo de los ríos por distintos grupos terroristas -incluyendo el Daesh o Estado Islámico- que vienen utilizando el agua como objetivo y como arma de guerra.

La aparición de ISIS


En 2012, en el enmarañado mosaico de grupos opositores al presidente sirio Bashar el Assad, hace su aparición en Aleppo una nueva organización que, a diferencia del resto, posee una clara visión de sus objetivos y es capaz de articular una estrategia, no sólo militar, para alcanzarlos. Es el conocido como ISIS, Daesh y frecuente, e incorrectamente, Estado Islámico.


Su objetivo, más allá del derrocamiento del régimen sirio, es la constitución de un Califato Islámico que, junto a la aplicación más ortodoxa del Islam desde su particular perspectiva, se reviste de las características propias de todo Estado, como el control efectivo del territorio, incluyendo la prestación de los servicios esenciales a la población.

Con esta finalidad, si el dominio de los campos petrolíferos se precisaba para sostener el esfuerzo bélico y proporcionaba una sustancial fuente de financiación, el control de los recursos hídricos era esencial para el mantenimiento las zonas ocupadas.


Las propias manifestaciones de los dirigentes de la organización y la realidad de los hechos ponen de manifiesto que el control de los recursos hídricos forma parte sustancial de la estrategia del Daesh.


En efecto, a partir de 2013 las fuerzas de esta organización se moverán rápidamente a través de Siria, capturando las estratégicas ciudades de Maskana, Raqqa, Deir el-Zour y Al-Bukamal, todas ellas en las orillas del Éufrates.

Ya en Irak, la toma de Rawah, Ramadi y Faluya, les facilitó el control de dos de los mayores lagos iraquíes, Haditta y Thartar. El dominio de las aguas del otro gran río de la región, el Tigris, era sin duda el objetivo de la ocupación de las ciudades ribereñas de Mosul y Tikrit, siempre con Bagdad como objetivo final.

Arma de guerra


Más allá de la consideración del agua como objetivo puesta de manifiesto por este plan de campaña, las fuerzas del Daesh se han caracterizado por el empleo frecuente del agua y de las infraestructuras relacionadas con ella como auténtica arma de guerra.

 Como explica Ambika Vishwanath, analista de Startford, "desde 2013, el Estado Islámico ha realizado cerca de veinte ataques importantes -así como un sinnúmero de asaltos más pequeños- contra infraestructuras de agua sirias e iraquíes, inundando aldeas, amenazando con inundar Bagdad, cerrando las compuertas de las presas de Faluya y Ramadi, cortando el suministro de agua a Mosul... y, en algún caso, envenenando el suministro de alguna pequeña ciudad siria, por nombrar sólo unos pocos".


Estas acciones responden a diversos objetivos, todos ellos conducentes a permitir la expansión territorial y el control del territorio conquistado. En lo que podría denominarse empleo a nivel estratégico, la finalidad es el control, real o virtual, de amplias zonas de terreno para satisfacer la visión de soberanía, así como amenazar o destruir instalaciones industriales u otras infraestructuras, poblaciones o, simplemente, forzar el desplazamiento de sus habitantes.


Ejemplo de acciones de este tipo llevadas a cabo por el Daesh son la captura de la presa aguas arriba de la ciudad de Mosul en agosto de 2014, en clara amenaza a la ciudad, o el desvío del cauce del río Khalis, afluente del Tigris, para inundar Mansouriya en la provincia de Diyala en octubre del mismo año.


En otras ocasiones, el empleo del agua como arma se lleva a cabo en apoyo directo a las operaciones militares sobre el campo de batalla. Es lo que los expertos denominan empleo táctico. En estos casos, el objetivo son las fuerzas e instalaciones del enemigo o su libertad de movimientos, y las acciones suelen ser de menor entidad. En septiembre del año 2014 el desvío de varios ríos de la cuenca del Shirwain impidió el avance del ejército iraquí al tiempo que provocaba la inundación de nueve pueblos como daño colateral.

Control de los recursos hídricos



Y es que, donde el Daesh utiliza sistemáticamente su capacidad de controlar los recursos hídricos es como medio de influir en la población de las zonas ocupadas. En efecto, el empleo del agua como arma ha causado muy pocas bajas entre las fuerzas militares en el marco de los enfrentamientos en Siria e Irak, mientras que su impacto en la población civil está siendo muy elevado. La negación del acceso al agua, la contaminación de las fuentes de suministro, e incluso la simple amenaza de tales situaciones, se traduce en el desplazamiento masivo de refugiados, cuyo sufrimiento se ve además aumentado por extensión de enfermedades causadas por la contaminación de las aguas y la falta de condiciones higiénicas básicas en los campos de refugiados.



En una especie de política del palo y la zanahoria, el Daesh emplea también el agua para investirse de credibilidad como organización capaz de establecer y gestionar un auténtico Estado, así como para recompensar el apoyo de la población afín e incentivar el reclutamiento de nuevos combatientes. Tras la captura de Mosul por el Daesh en junio de 2014 se interrumpió el suministro de agua provocando el éxodo de la población. Los terroristas restauraron el suministro de agua potable a los residentes musulmanes suníes, en tanto que privaron indefinidamente de agua a los pueblos de los alrededores en los que habitaban minorías cristianas.

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