Partidos
eslogan en Perú (un análisis de Jorge Eduardo Benavides es escritor.)
http://elpais.com/elpais/2016/03/31/opinion/1459414268_391069.html
Avanza
Perú, Gana Perú, Perú Posible, Vamos Perú... Son partidos que presentan el populismo avasallador en un
país que necesita no dejarse seducir por formaciones precarias y sin fundamento
ideológico. Ya tuvimos bastante con Fujimori
JORGE
EDUARDO BENAVIDES
9
ABR 2016 - 00:00 CEST
Partidos
eslogan en Perú
ENRIQUE
FLORES
Desde que
apareciera Cambio 90 en aquellas elecciones
peruanas que le dieron el triunfo a Alberto Fujimori ese mismo año, el ascenso
meteórico del candidato, un ilustre desconocido para la gran mayoría de los
peruanos, fue desconcertante, imparable y sorpresivo. Y los motivos básicamente
tenían que ver con el hartazgo de la ciudadanía respecto a los partidos
tradicionales, cuyos principales exponentes, desde un extremo a otro del
terreno ideológico, eran Izquierda Unida, el APRA,
Acción Popular y el Partido Popular Cristiano. Una coalición de
centroderecha liderada por Mario Vargas Llosa, el
Frente Democrático (FREDEMO), perdió ante la avalancha populista de
Fujimori, cuya trayectoria como político derivó rápidamente en un régimen
autocrático, corrupto y claramente delincuencial.
Desde
entonces muchas cosas han cambiado en la manera de hacer política en Perú pero,
sobre todo, el que la tradicional base doctrinaria de los partidos dejara de
hacer alusión a su posicionamiento ideológico (Partido
Social Demócrata, Democracia Cristiana, Izquierda Unida…) y se convirtiera en eslóganes: Avanza Perú, Gana Perú, Perú Posible, Todo por el Perú, Vamos
Perú. Así, el desprevenido visitante que echara un vistazo a la lista de
agrupaciones que se han presentado en las últimas contiendas electorales tendría la sensación de estar asistiendo
más a una eufórica narración radial de un partido de fútbol de nuestra sufrida
selección que al panorama político de una sociedad.
Aquel cambio
a simple vista pueril demuestra sin embargo uno más de fondo: el triunfo avasallador del populismo, el desplome de un
mínimo fundamento ideológico que orientara al posible votante o
simpatizante a la hora de decantarse por una coalición determinada. ¿Qué había
ocurrido para que tales agrupaciones políticas utilizaran semejantes nombres?
Creo que entenderlo nos pone sobre la pista acerca de la vocación efímera e
improvisada de estos partidos que suelen trabajar en la precariedad y la
inmediatez, más preocupados en ganar votos que en
cumplir con sus programas. La absoluta vacuidad de sus nombres los pone
a salvo de cualquier reclamo por parte de sus electores. Al menos en lo doctrinal. Porque a nadie ya le interesa el partido
político sino exclusivamente el candidato.
Estos grupos
efímeros están más preocupados por ganar votos que por cumplir sus programas
Ocurrirá lo
mismo en las elecciones de mañana 10 de abril. Entre los principales partidos
se encuentran Fuerza Popular de Keiko Fujimori,
Peruanos por el Kambio de Pedro Pablo Kuczynski, Frente Amplio de Verónika
Mendoza, Alianza para el Progreso de César Acuña y Todos por el Perú de
Julio Guzmán, aunque las candidaturas de estos dos últimos han sido
recientemente impugnadas por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) con una
decisión que ha resultado controvertida y polémica. Y este hecho demuestra
hasta qué punto la base institucional del país también se ve contaminada por el
carácter precario propio de los partidos eslogan.
Para muchos
la reciente exclusión de ambos candidatos —incumplimiento en los plazos
establecidos en el caso de Guzmán y entrega de dádivas y dinero en plena
campaña electoral, en el caso de Acuña— pone en entredicho la objetividad del
JNE y ayuda de manera inequívoca a la candidata que va en cabeza según las
encuestas, Keiko Fujimori, que, siguiendo el criterio del JNE, también debería ser
impugnada. Hasta ese momento, el candidato de Alianza para el Progreso iba
segundo con un discurso persuasivo: el del hombre hecho a sí mismo, venido del
trabajo duro y con ganas de revertir sus logros y experiencia en el país. Pero
todo ese lustre de empresario del sector educativo se reveló de cartón piedra,
pues a César Acuña se le descubrió hace poco que toda su carrera de educador
era un fraude que incluía plagios de tesis en al menos dos universidades, amén
de un libro copiado íntegramente.
¿Realmente
eso le importa al votante peruano? Creo que, por desgracia, a un amplio sector
de la población, no. Más bien Acuña representa esa picaresca que es la base de
la cultura de la inmediatez que tan hondo ha calado en Perú. Acuña manejó su campaña creando una eficaz
red clientelar sustentada por la promesa de becas y “plata como cancha”
(dinero a espuertas) y eso hizo subir su candidatura hasta sobrepasar a la de
un cada vez más alicaído Alan García, del histórico APRA, cuyos dos Gobiernos
anteriores demostraron que en condiciones económicas extremamente difíciles era
capaz de hundir él solito al país y en tiempos de bonanza podía ser pródigo en narcoindultos y otras prácticas
escasamente lícitas. Por eso cae en las encuestas, pero también porque el
APRA y los escombros de los partidos tradicionales apenas pueden hacer frente a
los partidos eslogan con los que, a través de apresuradas maniobras y pactos,
se ven obligados a participar.
La campaña
electoral es una excavación permanente sobre el pasado de los candidatos
Así las cosas, con una nula o casi
inexistente preocupación del electorado por los programas que presentan los candidatos, perdido
el referente ideológico del espectro político tradicional, con la campaña
convertida en una excavación permanente sobre el pasado de los candidatos, la
salud electoral de Perú no parece todo lo vigorosa que la pugna de varios
contendientes pudiera hacernos creer.
Por ejemplo,
a los votantes del conservador Kuczynski, con
años de experiencia como ministro en sucesivos Gobiernos, no parece importarles demasiado que haya sido firme apoyo de la
candidatura de Keiko Fujimori en las elecciones del 2011, aunque ahora
dice “arrepentirse” de semejante mancha, como si haber apoyado precisamente a la representante de un Gobierno que llevó la corrupción
hasta límites nauseabundos hubiese sido un pecadillo de juventud. Verónika Mendoza tiene uno de los mejores perfiles: es
honesta, ofrece propuestas valientes y progresistas que entusiasman a muchos.
Pero una gran contradicción: nunca se ha
atrevido a cuestionar al régimen chavista y recientemente llamó “golpista” a la
oposición venezolana, lo que demuestra un endeble posicionamiento
democrático que le está pasando factura en ciertos sectores. ¿Le importa eso al
votante de Mendoza? Muy poco: son parte de esa
izquierda —que sus detractores llaman “izquierda caviar”— para la que el chavismo es un movimiento democrático y
avanzado.
Y queda un
nuevo outsider en liza: Alfredo Barnechea, del
también alicaído partido tradicional Acción Popular.
Durante años se mantuvo fuera del campo político y gran parte del electorado
—especialmente los jóvenes— apenas lo conoce. Parece el más preparado y
sensato, tiene una sólida formación humanística y —por el momento— ningún
cadáver en el armario. Es pues un marciano en el ambiente de mercadillo
populista de estas elecciones. Y Perú, por desgracia, no parece estar para
marcianadas democráticas. La cuestión es que el país necesita recuperar un
electorado sensato, capaz de reflexionar y no dejarse seducir por la inmediatez
de los partidos eslogan. Ya tuvimos bastante con Fujimori.
Jorge
Eduardo Benavides es
escritor.
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