miércoles, 13 de abril de 2016

El petróleo barato hunde a Nigeria una oportunidad para Boko Haram de conquistar el país.// Por Drew Hinshaw y Joe Parkinson encontrado en el WSJ

El petróleo barato hunde a Nigeria una oportunidad para Boko Haram de conquistar el país.







El petróleo barato hunde a Nigeria


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Un vendedor ambulante de combustible abastece a un cliente en Lagos. El mercado negro florece en medio de la escasez de diversos productos.



Un vendedor ambulante de combustible abastece a un cliente en Lagos. El mercado negro florece en medio de la escasez de diversos productos. PHOTO: STEFAN HEUNIS/AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES


Por Drew Hinshaw y Joe Parkinson


miércoles, 13 de abril de 2016 19:45 EDT

LAGOS, Nigeria—En la principal economía africana, la crisis del petróleo está empezando a derramarse sobre la calle.

Con 187 millones de habitantes y miles de millones de dólares en crudo sin explotar, Nigeria parecía destinada a ser el país que propulsara el ascenso de todo el continente. En lugar de ello, se ha convertido —por ahora— en símbolo de cómo el abrupto declive de los precios del petróleo arrastró en su caída a los mercados emergentes.

Meses de disminución de los ingresos petroleros han provocado una escasez de dólares en el país, ya que el gobierno acapara divisas para salvaguardar sus decrecientes reservas. La crisis está golpeando a nigerianos ricos y pobres por igual: el lunes, tras conocerse que MSCI está considerando retirar al país de su índice de referencia de mercados de frontera, la bolsa de valores de Nigeria cayó casi 3%.

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Mientras tanto, el Banco Mundial dijo que el crecimiento económico bajó de 6,3% en 2014 a 2,8% en 2015, y el Fondo Monetario Internacional proyecta que este año caerá a 2,3%.

Mientras tanto, la población crece a un ritmo de 13.000 personas al día.

Las fábricas están cerrando porque no pueden encontrar dólares para importar partes o repuestos, a los supermercados les cuesta mantener sus estantes llenos y las plantas de energía prácticamente han dejado de producir electricidad porque no pueden pagar el mantenimiento. Los nuevos centros comerciales están vacíos y la gente común tiene que hacer enormes esfuerzos para encontrar algunos productos de primera necesidad.


El presidente Muhammadu Buhari viajará a China esta semana con la esperanza de obtener un préstamo de miles de millones de dólares para proyectos de infraestructura, incluyendo ferrocarriles, dijo el portavoz del gobierno Garba Shehu. Este año, Nigeria puede emitir su primer bono en yuanes, aseguró el sábado el ministro de Finanzas, Kemi Adeosun.




Conductores hacen fila para cargar gasolina en una estación de servicio de Lagos, Nigeria. PHOTO: GEORGE OSODI/BLOOMBERG NEWS

El mayor productor de petróleo de África tiene que importar gasolina, aunque no le alcanza. Para llenar sus tanques en las pocas estaciones de servicio que siguen funcionando, los conductores de Lagos, una ciudad de 21 millones de habitantes, tienen que hacer colas de algunos kilómetros de largo durante días. Para mantener el orden, los soldados dan latigazos a los que quieren saltarse la fila e intervienen en las peleas entre exasperados conductores. “Tenemos hambre y estamos enojados”, dice Víctor Eten, un taxista que durmió en su auto durante tres días para comprar gasolina. “Sin ducha, sin cepillo de dientes (...) si esto sigue así, habrá graves problemas”.

Hasta hace poco, Nigeria y su capital económica, Lagos, eran símbolo de la nueva clase de consumidores de África. Complejos de cine, concesionarios de automóviles y una guerra entre cadenas de comida rápida como KFC y Domino’s, entre otras firmas que se instalaron aquí en los últimos años, son testimonio de las aspiraciones de la mayor ciudad del continente. Una década de crecimiento económico de 7% anual ubicó a Nigeria cerca de las 20 economías más grandes del mundo y atrajo de regreso a nigerianos que estaban trabajando o estudiando en EE.UU. y Europa. Hoy, la euforia en la nación más poblada de África se ha atenuado.

El gobierno ve en la recesión una oportunidad para romper la dependencia de Nigeria de las exportaciones de petróleo, que constituyen tres cuartas partes de sus ingresos, pero también reconoce que la población podría tener años de sufrimiento por delante.

“Va a tomar un mínimo de 18 meses antes de empezar a ver una recuperación”, dijo el portavoz presidencial, Femi Adesina. “A través de una ingeniería económica hábil, la situación repuntará, pero no va a ser mágico. No va a ser de la noche a la mañana”.

Desde que asumió en mayo de 2015, Buhari ha hecho retroceder la insurgencia yihadista Boko Haram. El ejército recuperó el control de ciudades y carreteras antes controladas por el grupo islamista, que opera lejos del centro neurálgico de la economía nacional.

Buhari también está atacando la corrupción. Cada día a las 3 de la tarde el nuevo ministro de Finanzas visita una agencia distinta del gobierno y hace un examen minucioso de sus gastos, punto por punto, para detectar irregularidades.


En las calles, las frustraciones van en aumento. La semana pasada, las plantas de energía estuvieron paralizadas durante varios días porque no pueden importar partes y servicios necesarios para su funcionamiento, dijeron dos altos miembros del gobierno. Los proveedores de Internet enfrentan problemas similares.


Los nigerianos de viaje en el extranjero no pueden utilizar sus tarjetas de cajero automático porque el banco central ha limitado los retiros fuera del país. Las transacciones en Bitcoin están en auge porque los profesionales nigerianos buscan la manera de sacar dinero —y cada vez más, salir ellos mismos— del país.


“La preocupación estructural que veo es la clase media”, dice Keith Richards, un ejecutivo de la cervecera Guinness que ha trabajado en Nigeria durante cuatro décadas. “Podemos ver un éxodo en el futuro de este país. La gente ya se está yendo”.

Buhari expresó su esperanza en que la escasez de productos importados conduzca a los nigerianos a comprar más productos de sus propias granjas y fábricas, para impulsar así una recuperación de la economía. Nuevas regulaciones alientan a la gente a utilizar acero nigeriano, comer arroz nacional y gastar dentro del país. Para demostrar su compromiso, el gobernador del banco central celebró hace poco el funeral de su madre con comida, bebida y arreglos producidos localmente. “El gobernador del banco central practica lo que predica”, dijo un alto funcionario de la entidad.

Las cuentas públicas han sido particularmente afectadas. Buhari dice que su gobierno heredó un Tesoro vacío, resultado del desplome de los precios del crudo desde 2014. El presidente ha dicho que 27 de los 36 estados del país luchan para pagar sueldos. Se ha pedido a los legisladores que recorten gastos, pero estos se han resistido al ajuste y han dejado al presidente sin un presupuesto que esté dispuesto a firmar.

Los ingresos fiscales sufrieron recientemente otro golpe cuando saboteadores rompieron una tubería que transporta 130.000 barriles de crudo al día. El gobierno afirma que el atentado, que se ve como una jugada política para debilitar al presidente, costó al Estado US$122 millones solamente en febrero.

La crisis del petróleo acentúa otra crisis, la de la escasez de dólares. En un intento por defender la moneda local, el naira, el banco central de Nigeria ha restringido drásticamente la disponibilidad de la divisa estadounidense. Un comité estipula semanalmente las cantidades de dólares que los bancos pueden vender y a quién, con qué fines y a qué precio.

El resultado es que a las empresas se les hace cada vez más difícil obtener las divisas que necesitan para importar repuestos, pagar a los proveedores extranjeros, viajar fuera del país y mantener la economía en marcha. Los nigerianos capaces de conseguir dólares los venden en el mercado negro hasta por el doble del cambio oficial.

El gobierno de Buhari, que llegó al poder con la promesa de erradicar la corrupción, se está quedando sin margen político para actuar. El año pasado, sus partidarios bailaban en las manifestaciones callejeras agitando una escoba, su logo de campaña. En los últimos meses, los periódicos han publicado historias sobre votantes desencantados que arman hogueras de escobas.

Según Bismarck Rewane, director gerente de la firma de investigación financiera Lagos Derivatives Co., “la gente está un poco impaciente. Eso significa que tiene que haber una acción (...) Hay una tensión cada vez mayor”.

Desde su emporio de computadoras portátiles en un centro comercial de cuatro pisos en Lagos, Joyce Nwando dice que ha visto desaparecer a los jóvenes profesionales que estaban destinados a alimentar el auge del país. Hace un año, los compradores llenaban el patio de comidas. “Hubo un tiempo en que todo lo que sucedía en Lagos sucedía aquí”, cuenta esta vendedora de computadoras. Ahora, muchas tiendas están vacías, las luces están a menudo apagadas y algunos comerciantes advierten que pueden cerrar en los próximos meses.


El viernes, un teatro 3-D que iba a proyectar el estreno de Batman vs. Superman no tenía un solo espectador. “La gente realmente no tiene dinero”, dice el gerente general del cine, Franson Davis. “Todo el mundo está a la espera de la luz al final del túnel”.

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