Brasil:
recesión de más de 4 % este 2016, déficit fiscal de 10 % desempleo de 9,5 % ; Goldman
Sachs dice que se va a la depresión , los bonos del país cayeron a nivel chatarra ; el gobierno federal se encamina a la
insolvencia; la deuda del país equivaldrá al 80 % del PBI en 2017, por lo
pronto ya debe US$ 1,200,000,000,000, la deuda del las empresas se incremento a
US$ 290,000,000,000 ; 54 millones de brasileños
no pueden pagar los US$ 60,000,000,000 que adeudan de sus tarjetas de crédito.
Nota del autor del blog del gráfico se nota que ya debe 1,2 billones (millón de millón)
En
medio del caos político, Brasil se acerca al precipicio económico
http://lat.wsj.com/articles/SB10119730561660464514404581625773575525348?tesla=y
Brasileños
leen ofertas de trabajo colocadas en un poste en una calle de São Paulo. El
desempleo en el país llega a 9,4%. PHOTO: PAULO WHITAKER/REUTERS
Por JOHN LYONS
domingo,
27 de marzo de 2016
19:36 EDT
SÃO
PAULO—La crisis
económica de Brasil es tan grave como la política.
La mayor
economía de América Latina parece dirigirse a una de las peores recesiones de
su historia. Se estancó en 2014, se contrajo 3,8% en
2015 y puede sufrir un repliegue similar en 2016. El desempleo subió a 9,5% y los salarios cayeron 2,4%,
según las cifras más recientes, y se prevé un deterioro de ambos indicadores.
Uno de cada cinco jóvenes brasileños está sin trabajo y el banco de inversión
estadounidense Goldman Sachs advierte que el
país corre el riesgo de caer en una depresión.
La delicada
salud de la economía sirve como telón de fondo de la crisis política. La
presidenta Dilma Rousseff, cuya popularidad está por los suelos, enfrenta un
proceso de destitución en el Congreso en medio de un creciente escándalo de
corrupción ligado a la petrolera de control estatal Petróleo Brasileiro SA, o
Petrobras.
La situación
absorbe tal cantidad de energía del gobierno y el Congreso que la recesión
económica no ha recibido la atención que merece, dicen observadores.
“La gravedad de la
situación es la siguiente: tenemos el tipo de problemas en el que si no se hace
nada, las cosas definitivamente empeorarán”, asevera Marcos Lisboa, ex
funcionario del Ministerio de Hacienda que preside la escuela de negocios
Insper, en São Paulo. “Muy pronto podríamos estar hablando de la
solvencia del gobierno federal”.
Brasil
combatió la crisis financiera mundial de 2008 con políticas de estímulo fiscal
y trata de inyectar dinero a la economía para apuntalar la demanda. El gobierno
de Rousseff anunció en enero un paquete de créditos subsidiados de bancos
estatales, como el BNDES, por unos US$20.000 millones
para impulsar la agricultura y las obras de infraestructura.
ENLARGE
En esta
ocasión, sin embargo, el gobierno tiene un margen de maniobra más reducido para
financiar medidas de estímulo. La recaudación tributaria está disminuyendo y el
Ministerio de Planificación reveló la semana pasada que el gobierno necesita recortar sus gastos en unos US$5.900 millones para
cumplir su meta fiscal. El ministro de Hacienda, Nelson Barbosa, le pidió al
Congreso que relajara tal objetivo para permitir un déficit más alto en 2016.
Algunos
inversionistas señalan que políticas de estímulo como el otorgamiento de préstamos baratos por parte de los bancos estatales no produce grandes beneficios a largo
plazo, puesto que generan déficits y los
fondos van a parar a proyectos que arrojan pérdidas, como la construcción de
represas y refinerías.
Desde el 17
de marzo, la bolsa de São Paulo y el real han repuntado debido a la creencia de
que la presidenta será destituida debido a acusaciones de que utilizó trucos
contables para ocultar la verdadera dimensión del déficit fiscal.
“El sólo
librarse de algo muy negativo empezará a mejorar la situación y luego veremos
qué viene después”, manifiesta Leonardo Monoli, socio de Jive Investments, una
firma de gestión de fondos de São Paulo que administra unos US$200 millones,
principalmente en deuda en problemas.
Rousseff ha
negado cualquier irregularidad y describió la ofensiva para destituirla como un
intento de golpe de estado de los grupos conservadores que detestan el énfasis
de su gobierno en los pobres. En sus discursos, la mandataria ha atribuido la
crisis económica a las vicisitudes de la economía global y ha señalado que la
situación sería peor a no ser por las medidas de estímulo y los programas
sociales.
Durante
buena parte del último siglo, Brasil ha oscilado entre períodos de auges y
caídas económicas. Ahora, no obstante, cuenta con al menos dos factores a su
favor. Las reservas del banco central son robustas, de
alrededor de US$374.000 millones, y la mayor parte de la deuda del
gobierno está denominada en reales. Anteriormente, la alta deuda en dólares se
volvía difícil de pagar cuando la moneda local se devaluaba, pero tal riesgo ha
disminuido.
De todos
modos, la deuda sigue siendo un problema. El gobierno federal, las grandes
compañías brasileñas y los consumidores aprovecharon el auge de las materias
primas para endeudarse.
Era una
época en que reinaba el optimismo de que una economía rica en recursos
naturales como mineral de hierro, petróleo y soya tenía garantizadas altas
tasas de crecimiento. Durante los últimos nueve años, la deuda del gobierno se
triplicó, a cerca de US$1 billón, según el banco central.
Ahora, llegó
la hora de pagar las cuentas. La deuda brasileña
equivale a 67% del Producto Interno Bruto. El aumento de la deuda y la
recesión han llevado a las calificadoras de riesgo a rebajar la nota de los bonos del país a nivel chatarra y los
economistas proyectan que la deuda llegará a 80% del PIB en 2017. Parte del
problema es que el déficit fiscal de 10% del PIB es de tal magnitud
que el gobierno tiene que endeudarse para financiar los pagos de lo que ya
debe.
El problema
no sólo atañe al gobierno. La deuda de las empresas se
triplicó con creces entre 2002 y 2015 para llegar a cerca de US$290.000
millones, según el Banco de Pagos Internacionales. Varias compañías
envueltas en el escándalo de corrupción en torno a Petrobras se han declarado
en bancarrota, como la firma de ingeniería Grupo OAS.
Otras
empresas que no se han visto involucradas en la investigación tampoco la están
pasando muy bien. La siderúrgica Usiminas
anunció el 18 de marzo la suspensión del pago de algunos créditos a los bancos.
La calificadora de riesgo Standard & Poor’s declaró a la empresa en
default.
El grupo de telecomunicaciones Oi SA divulgó la semana pasada una
pérdida de US$1.240 millones en el cuarto trimestre, mientras que el servicio
de su deuda se triplicó en 2015 respecto del año previo.
Los
brasileños con aspiraciones de ascender a la clase media, que ayudaron a
impulsar la economía durante el auge de los commodities, ahora tienen problemas para pagar sus tarjetas de crédito. Al
final de 2015, alrededor de 54,1 millones de brasileños se habían
atrasado en los pagos de cerca de US$60.000 millones en
préstamos, según la calificadora de riesgo Serasa Experian.
La
contracción y el aumento de la deuda dejan a Brasil en una situación precaria y
el ahondamiento de la crisis política dificulta un cambio de rumbo, dicen los
expertos.
“La interacción entre
la crisis política y los resultados económicos se refuerza mutuamente”, asevera Samar Maziad, analista
sénior de Moody’s Investors Service que sigue a
Brasil.
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