Las
primarias de los multimillonarios
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Serge
Halimi
Director de
'Le Monde diplomatique'.
En 2012, Barack Obama y Willard Mitt Romney destinaron, cada
uno, alrededor de 1.000 millones de dólares para la financiación de su propia
campaña presidencial.
El
multimillonario neoyorquino Donald Trump, en
lugar de entregar su óbolo a un candidato, ha decidido entrar él mismo en el
juego: “Gano 400
millones de dólares al año, así que ¿cuál es la diferencia?”. Ya en
1992, otro multimillonario, Ross Perot, prometía
“comprar la Casa Blanca para entregársela a los estadounidenses que ya no se
pueden pagar una”.
Probablemente,
Trump también va a fracasar, pero no sin haber explicado, a su manera, el
funcionamiento del sistema político estadounidense: “Soy un businessman. Cuando
[los candidatos] me llaman, yo hago donaciones. Si dos o tres años más tarde
necesito algo, los llamo y ellos están ahí para mí”. Hillary
Clinton, ex senadora de Nueva York y candidata para las primarias
demócratas, también estuvo “ahí”: “Le dije que viniera a mi boda y lo hizo.
¿Saben por qué? Yo había donado dinero a su fundación”. Para conseguir un
presidente incorruptible, sugiere Trump, hay que elegirlo de la lista de los
grandes corruptos.
En
2010, una sentencia del Tribunal Supremo eliminó la mayoría de las restricciones a las donaciones
políticas (1). Desde entonces, las grandes fortunas exhiben sin pudor sus
favores. Para explicar la cantidad, sin precedentes, de candidatos republicanos
a la Casa Blanca (diecisiete), The New York Times
señala que casi todos pueden contar “con el apoyo de un multimillonario, lo que
significa que su campaña ya no está relacionada realmente con su capacidad para
recaudar fondos dirigiéndose a los electores”. John
Ellis (“Jeb”) Bush ya ha redefinido la naturaleza de los “pequeños
donativos”. Para la mayoría de los candidatos, es menos de 200 dólares; para
él, menos de 25.000 dólares…
Así, tres
multimillonarios –Charles y David Koch, y Sheldon
Adelson– se han convertido en los padrinos del
Partido Republicano. Los hermanos Koch, que aborrecen a los sindicatos,
quieren destinar 889 millones de dólares a las elecciones del próximo año, más
o menos la misma cantidad que cada uno de los dos grandes partidos. El gobernador de Wisconsin, Scott Walker, parece ser
su favorito, pero tres de sus competidores republicanos han cedido ante su
convocatoria con la esperanza de obtener, ellos también, algún óbolo (2).
Walker
también intenta seducir
a Sheldon Adelson, octava fortuna del país y
adorador del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu (3). Aunque tampoco es
el único que mima al octogenario multimillonario. Hace dos años, Adelson
consideraba que Estados Unidos debería lanzar misiles nucleares sobre Irán
antes que negociar con sus dirigentes. Puede que los diecisiete candidatos
republicanos tuvieran en mente esta apreciación cuando debatieron entre ellos
el pasado 6 de agosto. En todo caso, todos se opusieron al acuerdo firmado
recientemente entre Washington y Teherán.
(1) Véase
Robert W. McChesney y John Nichols, “En Estados Unidos, los medios de
comunicación, el poder y el dinero culminan su fusión”, Le Monde diplomatique
en español, septiembre de 2011.
(2) Marco
Rubio, Ted Cruz y Rand Paul, respectivamente senadores de Florida, Texas y
Kentucky.
(3) Véase
“Netanyahou, président de la droite américaine?”, La Valise diplomatique,
París, 4 de marzo de 2015.
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