miércoles, 19 de agosto de 2015

China del 2015 se parece a la antigua URSS de 1985 -1991 de las reformas de Gorbachov que condujeron a la larga a la desintegración de la Unión Soviética y privatizaron las grandes industrias estatales y nacieron los oligarcas rusos. Adiós a los planes quinquenales, ahora todo se hace del día a día en China. // con un articulo de ANDREW BROWNE encontrado en el WSJ

China del 2015 se parece a la antigua URSS de 1985 -1991 de  las reformas de Gorbachov que condujeron a la larga a la desintegración  de la Unión  Soviética y privatizaron las grandes industrias estatales y nacieron los oligarcas rusos. Adiós a los planes quinquenales, ahora todo se hace del día a día en China.

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Beijing flaquea en lo que solía ser su punto fuerte: la planificación económica


http://lat.wsj.com/articles/SB11193548923540753683404581180992630695606?tesla=y



PHOTO: ZUMA PRESS

Por ANDREW BROWNE

Jueves, 20 de Agosto de 2015 0:03 EDT

SHANGAI- Como administradores económicos, los líderes chinos han estado en una categoría aparte por el último cuarto de siglo.


Ellos son producto de un sistema burocrático que, en su mejor expresión, elimina a los funcionarios de bajo rendimiento y premia los logros y la experiencia.

Para cuando llegan a la cumbre, la mayoría de estos dirigentes ha administrado provincias del tamaño de países enteros.

En momentos de crisis, su imagen de líderes competentes ha transmitido tranquilidad en casa y recibido el reconocimiento del extranjero. Y han producido éxitos: La economía china creció más rápido y por más tiempo que ninguna otra en la historia.
Nota del autor del blog :  Crecieron, pues su revolución maoísta los libro de la dependencia de los diversos imperialismos

Ahora, cuando el crecimiento se desacelera bruscamente y los mercados temen más malas noticias, los administradores de la segunda mayor economía del mundo parecen estar perdiendo en parte su legendario toque de oro.

Las turbulencias en torno del yuan de la semana pasada se presentó después de que la reputación de sensatez de Beijing sufriera un golpe por su manejo de la caída del mercado de valores en los últimos meses.

Según economistas internacionales que han tenido acceso a información de alto nivel en Beijing, es evidente que los reguladores no tuvieron en claro que los enormes flujos de dinero provenientes del sistema bancario hacia el mercado bursátil estaban inflando una burbuja. El miedo a peligros desconocidos dominó los ánimos cuando las acciones tomaron un rumbo imprevisto. En ese momento, el gobierno decidió tomar control del mercado, a pesar de las afirmaciones de los líderes chinos en el sentido de que los mercados debían tener un papel más importante.

Los precios de las acciones están ahora respaldados por compras masivas del gobierno y por advertencias a los grandes inversores para que no vendan. Pero la confianza del inversionista es frágil: el martes, el mercado de Shanghai cayó más de 6% y el miércoles alcanzó a caer 5% durante la sesión, antes de repuntar y cerrar con un avance de 1,2%.


La confusión también se ha hecho sentir este mes en el mercado de divisas. Aparentemente, la mayor reducción en el valor del yuan desde 1994 estuvo destinada a marcar el comienzo de un sistema comercial más orientado por el mercado, y como tal fue saludada con cautela por el Fondo Monetario Internacional. En la práctica, el banco central chino sigue interviniendo para influir en el nivel de la moneda frente al dólar, como lo ha hecho durante décadas.


En cualquier caso, la ambigüedad sacudió a los mercados de valores y de divisas en todo el mundo. En momentos en que más que nunca se necesita una gestión habilidosa, los errores de políticas y las explicaciones confusas han enviado a los inversionistas preocupantes señales de que en lugar de su tradicional mano firme, el liderazgo está siendo dominado por una reacción de pánico para evitar un estancamiento económico.


Entre los inversionistas predomina la idea de que lo sucedido con la divisa fue un intento desesperado por revivir el crecimiento de la economía dándole una mano a los exportadores, que se benefician con un yuan más barato. Algunos creen que el episodio puso de manifiesto que los zares económicos chinos están mucho más alarmados por la falta de crecimiento de lo que han dejado traslucir.



Además de todo esto, la mortal explosión química en Tianjin la semana pasada no sólo expuso enormes faltas a los reglamentos de seguridad industrial de China, sino que también mostró agujeros en la capacidad del gobierno para manejar la crisis y su comunicación. Esto fue un desafortunado lapsus en momentos de inestabilidad económica, cuando el público está buscando que sus líderes muestren calma. Los funcionarios locales tardaron en ofrecer información sobre la explosión, que creó una bola de fuego visible desde el espacio exterior y fue registrada por sensores de terremotos. Los funcionarios centrales, por su parte, fueron reacios a decir mucho sobre las causas del accidente. El primer ministro Li Keqiang tardó cuatro días para visitar la escena del desastre.


“¿Quién asumirá la responsabilidad?”, preguntó un post en la red social Weibo, que fue rápidamente borrado por los censores.

Algunas de las críticas dirigidas a los líderes económicos chinos son sin duda exageradas. La lista de gobiernos que han intervenido para apoyar a sus mercados de valores es larga; Hong Kong es un ejemplo. Los bancos centrales de todo el mundo, incluyendo el de EE.UU., se esmeran por orientar el valor de sus monedas. E incluso las economías avanzadas son propensas a tragedias industriales; piense en el desastre nuclear de Fukushima en Japón.

Pero estos pasos en falso han llegado en un mal momento. La economía china, según creen muchos economistas, está en problemas más profundos que los que un crecimiento del PIB de alrededor del 7% podría sugerir. Si se descuentan los efectos positivos del boom del mercado de valores y las ganancias de la exportación de principios de este año—que se han revertido desde entonces—, el crecimiento subyacente puede estar más cerca de 5%.

Lo que es aún más preocupante, dicen los economistas, son las señales de que el presidente Xi Jinping y su equipo económico estén priorizando la búsqueda de respuestas inmediatas por sobre las más dolorosas reformas de largo plazo que son necesarias para crear los medios que reemplacen a los tradicionales motores del crecimiento chino, las exportaciones y la inversión.

Las autoridades han hecho progresos en la liberalización financiera, pero han dado pasos limitados para abordar los fracasos de las grandes empresas estatales, que son uno de los mayores obstáculos para el crecimiento futuro. Estos gigantes industriales acaparan recursos y monopolizan franjas de la economía de servicios, incluidas las telecomunicaciones y la banca, que están en el punto exacto para ser transformadas por empresas privadas.



A David Dollar, alto miembro de la Brookings Institution y ex director del Banco Mundial en China, le preocupa que la dirigencia pueda estar errar por el lado de los estímulos tradicionales. “Si no aceleran las reformas…entonces van a tener que volver a métodos anticuados”, dice.


Después de 25 años de astuta gestión económica, los líderes chinos merecen el beneficio de la duda. Pero ahora, su credibilidad está en juego.

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