Ben Bernanke: manipulador de divisas
http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203880704578085230714107700.html?mod=WSJS_inicio_MiddleFirst
Por
MARY ANASTASIA O'GRADY
El
dólar es nuestra moneda, pero es su problema John
Connally, Secretario del Tesoro de EE.UU., 1971
En el último debate presidencial entre los candidatos a
la Casa Blanca, Mitt Romney prometió que si es elegido el 6 de noviembre, el primer día etiquetará a China como
"un manipulador de divisa". También prometió poner mayor atención
al comercio con América Latina, señalando que la "economía de la región es
casi tan grande como la de China".
Para ser consistente, Romney debería señalar en su
segundo día a la Reserva Federal, dirigida por Ben Bernanke, por emprender su
propia manipulación monetaria mediante una "relajación
cuantitativa" que mina el valor del dólar en relación a las monedas de
América Latina. Después de todo, nadie puede esperar una relación comercial
saludable con la región si la Fed está presionando a los socios comerciales de
Estados Unidos hacia devaluaciones de monedas competitivas.
Ben Bernanke, presidente de la Fed
Pero esa no es la principal razón por las que un nuevo
presidente de EE.UU. debería querer apretar las riendas de la Fed. La mayor
preocupación es la advertencia que lanzó Christine
Lagarde, directora gerente del
Fondo Monetario Internacional, durante la reunión de la institución en octubre
en Tokio. El dinero fácil de los
bancos centrales de los países desarrollados, apuntó, crea el riesgo de
"burbujas de precios para los activos" en las economías emergentes.
Si la historia sirve de guía, es probable que dichas
burbujas lleven a crisis financieras, lo que a su vez produce un retraso en el
desarrollo. Aparte del daño que eso produce en países de ingresos medios como
Brasil, las crisis financieras de los mercados emergentes también perjudican
los objetivos económicos y geopolíticos de EE.UU.
Desde septiembre de 2008 y hasta fines de 2011, la Fed de Bernanke creó US$1,8 billones (millones de
millones) de dinero nuevo. Pero los estrategas de la Reserva Federal apenas estaban calentando. En septiembre anunciaron
que iniciarían una tercera ronda de relajación cuantitativa, es decir, más
creación de dinero, aparentemente para impulsar el crecimiento y reducir el
desempleo, a un ritmo de US$40.000 millones al mes sin
un plazo fijo.
Con tanto dinero circulando en los bancos estadounidenses
y con una tasa de referencia cerca a cero, los inversionistas están teniendo
dificultades para obtener una rentabilidad decente. La búsqueda de retornos ha
ocasionado un flujo de dólares hacia los mercados emergentes donde al ser
convertidos a las monedas locales, ejercen presión alcista sobre las tasas de
cambio.
Brasil ha experimentado esto en
varias ocasiones. El ministro de
Hacienda brasileño, Guido
Mantega, se ha quejado implacablemente sobre la entrada de dólares
porque desde su punto de vista, el valor relativamente más alto del real es
perjudicial para Brasil.
En sus declaraciones en la reunión del FMI en Tokio,
Bernanke sugirió que las economías emergentes deberían simplemente dejar que sus
monedas se aprecien en lugar de "resistir" las valuaciones a través
de "gestión de divisas". Impedirlo, señaló, puede significar "susceptibilidad a la inflación de
importaciones", lo que haría más pobres a los brasileños.
Bernanke tiene razón en un punto. La economía de Brasil
está siendo frenada por demasiada intervención del gobierno, no por un real
fuerte.
De hecho, la búsqueda de una moneda débil para impulsar
las exportaciones es contraproducente si la meta es el desarrollo. Como Manuel Hinds, el ex
ministro de Hacienda de El Salvador, escribió hace poco en Quartz, una nueva publicación en línea
de la revista Atlantic: el auge brasileño en
la producción industrial, que fomentó la idea de que (Brasil) se convertiría en
el motor del mundo, "vino del flujo de dólares que tanto odia
Mantega".
Pero la postura desdeñosa de Bernanke hacia las economías
emergentes no logra dar en el principal punto. Como lo destacó Hinds, "la prosperidad excepcional durará
siempre y cuando los dólares sigan entrando". Y ese es el problema. El
auge es una valuación artificialmente alta de la economía de Brasil, algo que
se da solo porque Bernanke ha inundado el mundo con dólares.
El problema de sostenibilidad es preocupante. Como lo
señaló la semana pasada Mervyn King, el gobernador del Banco de
Inglaterra: "Cuando los
factores que llevan a una desaceleración son duraderos, sólo una inyección
continua de estímulo (monetario) bastará para sostener el nivel de actividad
real. Obviamente, esto no puede
continuar de forma indefinida".
En un mundo perfecto, el fin de un flujo de dólares —o un
retroceso en el alza de los precios de los commodities cuando las expectativas
de los inversionistas empiecen a cambiar— simplemente resultaría en una
desaceleración económica. Pero los auges casi siempre están acompañados por
expansiones de crédito y Brasil no es diferente. Desde 2004, el crédito
bancario ha crecido a 167% del Producto Interno Bruto (PIB) frente a 97%.
¿Qué pasa cuando una economía apalancada, que se ha
alimentado de una política monetaria cómoda, de repente descubre que le han
cerrado el grifo? Pregúnteles a los estadounidenses que se vieron afectados por
la política de la Fed en 2007.
En Tokio, Bernanke le habló al mundo de la misma forma
que el ex secretario del Tesoro de EE.UU. John Connally habló durante la cumbre
del G-10 en Roma en 1971 después de que Washington abandonara los acuerdos de
Bretton Woods que enlazaban el dólar al oro: supérenlo. Nosotros hacemos lo que queremos.
Esa actitud no fue constructiva para los estadounidenses
o el resto del mundo. Si algún futuro presidente de EE.UU. intenta restaurar el
prestigio estadounidense en el liderazgo económico, la restauración de la
credibilidad de la Fed como un gestor responsable de la moneda de reserva del
mundo es un primer paso necesario.
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